1.10.07

Alícia y Tania

Alícia Esteve Head y Tania Head son la misma persona. La primera nació en Barcelona y estudió un máster de los universos o MBA en Esade. Vio a su padre y hermano condenados a 6 años de cárcel por el desfalco del exconseller Planasdemunt. Tania, por su parte, dijo haber escapado del piso 78 de la Torre Sur de las Torrres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, con lo que se convirtió en una de las 19 supervivientes entre las casi 3000 víctimas de Al Qaeda, y en la presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center. La fantasía prodigiosa de Alícia/Tania la había llevado el año 2000 a celebrar, o a decir que había celebrado, el fin de siglo entre la Polinesia y Australia, para –respectivamente- ver el primer día del siglo XXI y a continuación el último del siglo XX. No se le puede negar un don. El mismo don que Mario Vargas Llosa reconoció y celebró en Enric Marco Batlle, presunto deportado de la Gestapo y presunto represaliado en un campo de concentración nazi de Flossenburg. El supuesto deportado 6448 fue presidente de la Amical de Mathausen. Daba una media anual de 140 conferencias en su condición de vicepresidente de la Federación de Padres y Madres de Alumnos de Cataluña. Con tal motivo, obtuvo el año 2001 la Creu de Sant Jordi, que es la máxima distinción en el Principado. María Galiana, que estuvo en la presentación de su libro Memorias del infierno, reconoció –al saber el fiasco- que era “un gran actor”.
Marco fue secretario general de la C.N.T. en Cataluña entre mediados de 1978 y finales de 1979. Algunos veteranos anarquistas le llamaban “el fantasma”. Cuando la impostura de Enric Marco Batlle fue investigada y denunciada por el historiador Benito Bermejo, aún vivía la única superviviente viva y catalana del Holocausto, Neus Català. Tenia entonces Neus Català 92 años. Que Dios la bendiga.
La acción de Enric Marco Batlle, otrora Enrique Marcos, nos resulta más reprobable, más imperdonable que la chifladura de Alícia Esteve Head/Tania Head. Al fin y al cabo, Alícia se hizo polvo el brazo no en Nueva York sino en un accidente en el Ferrari de su novio. Hay que disculparle que busque la notoriedad y la redención de tamaña ordinariez en una historia más fascinante y rocambolesca. Como Alícia/Tania es rematadamente obesa, su error de bulto es objeto de mofa y recochineo, cosa que no hubo con Amical. Para más Henry –como diría Pedro, pedazo de metafísico- esto nos da qué pensar. Es como con lo del estrangulador de Boston, del que se ha sabido por un análisis forense del ADN de una de sus víctimas y del suyo propio que al menos uno de los asesinatos que se le imputaron no era suyo. Además de pensar en el error de la justicia, una piensa en el horror del que anda suelto y que aún puede estrangular por ahí a quien le venga en gusto.
Una vez, cuando se murió Lady Di de Gales y, a la semana, Teresa de Calcuta, se televisó un documental de alguna cadena alemana sobre una peregrinación india al Ganges. Siento no recordar el destino de la peregrinación. ¿Qué ciudad era? No lo sé. En cualquier caso, concentraba toda la tribu paraespiritual que junto con los romeros forma el paisaje humano de una concentración que es multitudinaria. Salvadas las distancias, lo mismo que para las Olimpíadas barcelonesas se vinieron cosa de 16.000 prostitutas y hubo mucho turismo sexual, la peregrinación al Ganges atrae una gran masa de profesionales de la pureza. El caso más tonante era el de un señor enjuto y sedente, con su turbante mugriento, que lucía el brazo en alto como un garfio seco y renegrido a los ojos curiosos y píos de los fieles. En una escudilla recogía las correspondientes limosnas y ofrendas. Devolvía los saludos o añjalis con una ligera inclinación de su cabeza. El comentarista alemán subrayaba poco más o menos: saben que no es un santo, pero lo reverencian como si lo fuera porque en su deseo hay algo de la santidad.
No he encontrado hasta ahora una parábola mejor de lo que es India, o de lo que para mi representa. No seré yo quien juzgue a Enrique o Enric Marco ni a Diana Spencer. De hecho ya ha sido juzgado y a nadie vamos a juzgar dos veces. Pero, lo que no acepto de ninguna manera es que se diga que la literatura siente una irresistible fascinación por los impostores (M. Vargas Llosa), o que el “impostor es la forma patológica del rebelde” (Gregorio Morán), o que todo va a favor de las víctimas que no pueden hablar. Eso no.

Enrique Marcos / Enric Marco

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