15.2.08

Anna Grigórievna Dostoievskaia

Escritorio de Dostoievski
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l nombre de la segunda esposa de Dostoievski aparece en la dedicatoria de Los hermanos Karamazov, que empecé a leer esta madrugada. Casualmente se casaron el 15 de febrero de 1867, hoy hace 141 años. Dostoievski conoció a Anna Grigoriévna cuando la contrató como estenógrafa para poder entregar El jugador en el plazo comprometido. Pienso en ese encuentro amoroso del autor de la que se considera la obra más triste de la literatura mundial , Crimen y castigo. Después de la boda hicieron un viaje que estaba previsto fuera de 3 meses pero que se prolongó cuatro años. Durante esos años viajaron por Dresden, Basilea, Ginebra, Vevey, Milán, Florencia, Bolonia, Venecia y Praga. En Dresden nació su hija Liubov.

“Anna Grigóreivna Dostoievskaia” es un nombre que llena. Hace años tuve una aparato de radio que recibía señales de una radio rusa o en ruso. A veces la sintonizaba para cenar, porque me gustaba la dicción de los locutores y las locutoras. Parecían griegos hablando italiano o catalanes hablando portugués o algo así, algo que me refrescaba los sentidos aunque no entendía más que alguna palabra del común acervo. Ahora que conozco el nombre de la hija que tuvieron, “Liubov”, me dan muchas ganas de incorporarlo y de incorporarla al grupo de Win Yun y Manolo. Y sin embargo debo dejar eso de lado, para centrarme en lo que me ocupa, la esperanza. Me quiero imaginar a Dostoievski, que había conocido las mazmorras de San Petersburgo y las lágrimas de San Pedro al completo, en la catedral de Milán, con aquel suelo ajedrezado tan bruñido que quita el hipo. Ya no digamos la luz de Italia, en donde parece inconcebible no ya un crimen sino sobre todo un castigo.

Me raciono mis lecturas de Dostoievski. Créaseme que cuando leí La montaña mágica, de Thomas Mann por supuesto, vivía en propia carne todas las dolencias de los convalescientes y los enfermos del sanatorio de tuberculosos. Con La metamorfosis me dio una lipotimia al primer párrafo y leí el resto estirada en una chaise longue. Por lo demás, mi sensibilidad como lectora sólo es destacable en captar cosas como que en alguna novela de Paco Umbral aparecía un combinado cada ochocientas palabras, o en Cortázar ceban el mate cada dos por tres (6), o que hay autores en que a cada página hay una coyunda o un cigarrillo. Ya de niña me pasaba que para leer Enid Blyton me cogía antes unas galletas y un pedacito de queso manchego, porque en Aventura en el río, Aventura en el mar, Aventura en la montaña, etc. estaban comiendo galletas y conservas continuamente y se me abría el apetito. Pues, eso, que me raciono mis lecturas de Dostoievski por que son duras como la vida misma. Me gusta su análisis pero no me gustan las conclusiones, desoladoras. De todas maneras no tiene el nihilismo de Saramago, por eso será que se ha dicho de Dostoievski que es el escritor del alma. En mi opinión, en José Saramago ("mendrugo", en gallego) no hay esperanza ni alma, pero el mensaje no llega a cínico. El análisis que hace el autor ruso de las almas de sus personajes y de San Petersburgo como otro personaje es, a mi entender, impecable. Y sin embargo no da lugar a ninguna esperanza.

Intuyo que Fiodor M. Dostoiveski era un hombre de gran talla moral. Me impresiona tanto como Boris Pasternak, que renunció al Premio Nobel por amor a su país. O como las penurias de la poeta Marina Ivanova Tsvetaieva, el hambre que pasó. En general tuvieron la ocasión de demostrar su dignidad como escritores no solo en la manera de tratar a sus personajes, sino también en la manera de sobrellevar la pobreza y sobrellevarse. Un verdadero profesional siempre respeta a otro profesional (y a sus personajes), incluso aunque no sea del mismo oficio.

Con Pedro Almodóvar me pasa precisamente todo lo contrario a lo que me pasa con Dostoievski: no me gusta lo que explica pero me gusta cómo lo explica. 


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