6.10.08

Eso haced (1): post gramático

n el post sobre ahimsa o la no-violencia recogía unas palabras de Gandhi que en su momento pensé no transcribir: “Quien cree en la eficacia de esta doctrina halla el último estado, cuando se alcanza la meta, viendo el mundo a sus pies. Si expresamos nuestro amor—ahimsa— de tal modo que marque para siempre a nuestro enemigo, dicho enemigo nos devolverá ese amor”. Aunque incluí las dos frases, tenía mis dudas, porque se pueden prestar a un equívoco o a un abuso. Alguien puede pensar o creer, que es otra cosa muy diferente, que la vida o un poder superior están interesados en ir impartiendo por ahí premios y castigos. Incluso corre por ahí una teoría que me repugna profundamente, de que quienes pasan por una desgracia o una enfermedad es que algo habrán hecho. Y existe la teoría complementaria por la cual quienes triunfan es porque se lo tienen bien merecido.
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Rosalía de Castro hizo la distinción de que además del bien y el mal estaba la desgracia, a la que siempre se referirá como “traidora”:
"O mal do inferno é fillo, o ben do ceo;
A disgracia ¿de quen?"
(A disgracia, Follas novas)
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Así que por la mejor voluntad que pongamos en nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, siempre estará la desgracia. Uno de los hijos que tuvo la poeta se les cayó accidentalmente cuando tenía meses y murió en el acto. Lo de haberse casado con Manuel Murguía no sé si fue una desgracia o simplemente un error. Claro está que hay malas acciones y acciones erróneas que siempre conducen a la desgracia. Pero a veces, por poner un ejemplo, la alcoholemia, la imprudencia o la negligencia de un conductor repercute en alguien que no tiene nada que ver aparte de pasar aquel momento por allí, por aquel tramo de vía o de calzada.
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Ayer fui a ver el documental sobre el psiquiatra Carl G. Jung, una entrevista que le hicieron en 1957 y que fue censurada. En la sala del Casablanca Gràcia estábamos 6 personas, entre ellas Ricardo Bofill hijo. Al salir, en la parada del autobús había una foto de su exsuegra, Isabel Preysler, que ahora parecería su hija (la hija de Ricardo Bofill hijo). Mi conocimiento del mundo me permitía conectar esos datos: el motivo por el cual la entrevista de Jung fue vedada durante años (Freud), Ricard Bofill, la Gauche divine a la que sus padres –el arquitecto Ricard Bofill y la actriz Serena Vergano pertenecían-, la publicidad con el rostro tersísimo de Isabel Preysler, más terso que el de su hija mayor (Isabel Iglesias Preysler) y el de sus nietastras. Mi pensamiento está más predispuesto a discurrir en un contexto así y a disfrutar de ese desorden pintoresco lleno de contrastes. Pero la vida no suele discurrir así siempre y, encima, como si fuéramos actores de la legua, nos repartimos papeles repetidos y contradictorios: un día nos engaña alguien, otro día nuestra mejor amiga nos cuenta que ha engañado pero solo de pensamiento y obra, un día nos gritan, otro día gritamos. Un día a yerro matan al sobrino de una compañera de trabajo y otro día a yerro termina el tío del compañero de trabajo de la asesina. Entonces no hay en esta forma de producirse los hechos una relación causa-efecto, o una bella y conmovedora historia en la que progresa el bien y el mal sucumbe. El caos se manifiesta con un refinado orden que de inmediato vemos que es tan absurdo como los móviles de los crímenes de las novelas de Agatha Christie. ¿O es que hay algo más absurdo que el móvil de los crímenes de las novelas de Agatha Christie? Después, encima, hay el mal malo, el mal bueno, el mal menor, el bien malo, el bien bueno, el mal tonto, el bien tonto, los grandes remedios, etc. Según mi amigo Jordi, el mal tonto es el que perjudica a todo el mundo, que ya es decir, mientras que el bien listo es el que beneficia a todo el mundo y no perjudica a nadie. Por eso, la santa de Ávila decía simplemente, “lo que os haga amar, eso haced” y se acabó.

Todo Jung en un diagrama

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