4.6.10

Para qué os quiero (1)


Scrolling and attention (Jakob Nielsen)

A Maite Hernández Seisdedos


Caminar en las tinieblas
pesar del enormísimo interés que despierta la convención del grupo de Bildelberg auténtico (no los de sus émulos blogosféricos) en Sitges, Barcelona, y de las fiestas y contrafiestas paralelas que se están preparando, mi interés se desplaza hacia los pies. Esas “estructuras biológicas” (!*#%aurrrg~#?!) , como dice la Wikipedia, que se encuentran al final -pero que muy al final- de las extremidades inferiores, que se articulan en 26 huesos y que sirven para andar.  Los paleontólogos y los antropólogos y sus madres todas consideran que fue un momento crucial en la historia de la humanidad y su evolución la bipedestación o el proceso por el cual las manos quedaron libres para hacer lo que venimos haciendo e incluso para prolongarlas inventando todo tipo de instrumentos y artilugios. El hecho de que la vista se elevara no es tema menor y aunque se suela creer que el eje humano y de los mamíferos en general está situado entre la pierna derecha y la pierna izquierda, o en la boca, o en el corazón, o en la cabeza (según quien lo asevere), servidora suele situarlo  en un punto donde los ojos y los pies se armonizan. Y no me refiero a un proceso como el que inmortalizó Julio César con su famosa frase (Veni, vidi, vici, esp. “llegué, vi, vencí”) sino a una circunstancia en la que los pies y los ojos forman un todo y están de acuerdo. Esa circunstancia solo se experimenta en raros estados de ecuanimidad, de bienestar y de peligro, y solo se puede provocar bailando, caminando en la oscuridad, yendo adonde en realidad queremos ir y en situaciones por el estilo.


Parábola de Agripa Menenio
Estos días estuve mirando un vídeo, con una sensación extraña entre la angustia y la curiosidad, de la mona Natasha, del zoo de Jerusalén. Después de un episodio agudo de gastroenteritis (stomach flu) pasó a caminar sobre sus dos pies. Los veterinarios pensaron que la causa podría ser debida a un daño cerebral. Curioso porque yo al verla pensé que igual tenía algún problema en el diafragma torácico. En cualquier caso la forma de caminar de Natasha a mí me resulta inquietante y no sabría defender el motivo.  Como al final del invierno pasé por una gastroenteritis especialmente violenta e iterativa  y me quedé hecha un escogorcio (*), me acordé de la parábola de Agripa Menenio, cuando terció en el motín del Monte Sacro (493 a J.C.) ,  haciendo de mediador entre patricios y plebeyos.:
“La primera vez no todo estaba en armonía en la naturaleza del hombre tal como es ahora: Cada miembro tiene su propia voluntad y su propia lengua. Todos los miembros del cuerpo se quejaban que todos sus afanes, y todos sus servicios eran sólo para servir al estómago. Hubo una verdadera conspiración. “Si el perezoso estómago“, dijeron, “muriere, ya no trabajaríamos más“. Así que de acuerdo todos, las manos ya no llevaron comestibles a la boca, los dientes ya no masticaban. “Por lo tanto, el estómago, será conquistado por el hambre“, dijeron. Pero lo que ocurrió es que las fuerzas de todo el cuerpo se debilitaron. De esta forma aprendieron rápidamente que el estómago no es ocioso e inútil; así como él mismo puede alimentar, él mismo era un seguidor del conjunto. De esta forma el hombre es a las fuerzas por el que vive y prospera a través de la silenciosa labor del estómago recibe”. (Wikipedia)

El motín de Sicinio Beluto se podría muy bien ilustrar con mi gastroenteritis, que llamaré “paradójica” porque pude usar simultáneamente el W.C. y el bidet, y por lo tanto quedó más que testada la buena ergonomía de mi equipo sanitario.

En esto de la ergonomía andan muy metidos, puestos y salidos los diseñadores y evaluadores de páginas web, y los expertos en “usabilidad” y en arquitectura de la información. Al final no hay más remedio que ir a investigar el llamado eye-tracking o rastreo o seguimiento visual, y cómo la vista planea sobre las pantallas a través de movimientos sacádicos y fijaciones:
“Una sacada es un movimiento rápido del ojo, cabeza u otra parte del cuerpo de un animal o dispositivo […] La finalidad de las sacadas pueden ilustrarse mediante el ojo. Los humanos no miran una escena de forma estática por lo general. En vez de esto, los ojos se mueven, buscando partes interesantes de una escena y construyendo un mapa mental referente a ella. […] Moviendo el ojo de forma que pequeñas partes de la escena puedan ser advertidas con mayor resolución, se pueden optimizar los recursos del cuerpo. Si toda la escena fuera vista en alta resolución, el diámetro del nervio óptico sería incluso mayor que el del propio globo ocular. Por esto, un procesado de toda la escena en alta resolución requeriría además un cerebro varias veces superior al actual.

Es una creencia común, pero falsa, que durante la sacada no se transmite información vía nervio óptico al cerebro. […] Este fenómeno, conocido como enmascaramiento sacádico o supresión sacádica, se sabe que tiene lugar en los momentos previos a un movimiento sacádico del ojo, sugiriendo por tanto que hay un motivo neurológico detrás, más que una función puramente mecánica u óptica.

Una persona puede observar el efecto de enmascaramiento sacádico situándose a 45 cm de un espejo y observando su ojo derecho, luego su ojo izquierdo, luego volviendo al ojo derecho y sucesivamente. No se verá el movimiento de los ojos, pero tampoco existirá la sensación de que el nervio óptico ha interrumpido momentáneamente la transmisión de información al cerebro. Debido al enmascaramiento sacádico, el sistema ojo/cerebro no sólo oculta el movimiento del ojo, sino además oculta que haya ocultado algo”.(Wikipedia)

Electrooculogramas
No he podido encontrar aún ningún electrooculograma de los ojos de un músico leyendo una partitura musical, pero parece que la Psicología y la Neurología no han podido alcanzar ninguna conclusión sobre qué es lo que pasa cuando leemos música. Servidora está aprendiendo y, después de caminar en la oscuridad, es algo bastante inexplicable. No es que yo diga que no tiene explicación, que seguro que la tiene, es que yo digo que no soy capaz de explicarlo. Me contento con intentar dar testimonio aquí en esta otra enciclopedia.

Para acabar, un texto de Cerillo, pintor que vive en el Pirineo catalán que hace poco escribió sobre su visita a Arco:
“Yo he decidido guardar tres paredes de mi casa para instalar y contemplar con detenimiento tres obras de cada exposición que me interese. La primera pared para gozar de lo que atrae a mi atención de inmediato, la otra para la obra que rechazo, incomoda, abomino o lo que sea y la tercera reservada para más tarde, para aquella obra que sin mirar vi y que luego incomprensiblemente aparecerá en el recuerdo. Una vez empapado de ellas, pasado un tiempo, las cambiaré por otras de cualquier otra exposición que reúnan los mismos intereses o maldiciones. Aunque ya sé que esto es un sueño, que este es uno de aquellos placeres que, en fin, nos están vedados”. (De Cerillo En el caos)

El texto de Cerillo me recuerda o concuerda a su vez con otro mío, de “Cuerpo extraño“, mi post preferido:
Pediría para mí tres cuerpos. Uno para estar en el mundo a pesar de todo. Otro estaría, pues eso, como está la luz cuando baila por la mañana en la pared saltándose todos los orificios de las persianas y tocando el arpa del polvo, o como está la luz cuando pace en la tarde en los ojos de las llaves puestas, como pacían los animales de antes de las explotaciones ganaderas, aquellos bueyes bergantiñanos de 1200 quilos y más. Otra estaría haciendo pruebas, equivocándose, conociendo lugares y tiempos, aprendiendo, experimentando.

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Dedicamos en *ALFB un post a la mirada, “Los hombres y las mujeres”, y mínimamente hicimos una clasificación por la cual no es lo mismo la mirada panorámica del froteur que la del carterista, o la mirada de las estatuas abismada en la absoluta belleza. Nos dejamos la mirada de “si te he visto no me acuerdo” que siempre es mejor que la de cambiar de acera.  Y la del gato, tanto a la que siempre apelan los profesores de tai chi para condicionar una mirada sin fijación y sobre todo sin movimientos sacádicos, flotante, ambiental, como a aquella otra de los felinos cuando miran la nada como si ahí hubiera algo que nosotros no vemos.


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(*) La palabra escogorcio no se encuentra en el DRAE, pero yo la tengo más que contrastada por su uso por lo menos por los aragoneses y se refiere a algo estropeado y/o chuchurrido.


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