24.3.11

Post 620: Más o menos tiempo

"Las joyas son para toda la vida, los maridos no"
Elizabeth Taylor 

Leo en un muro de Facebook un enlace a una noticia en que se dice que el redactor del obituario de Liz Taylor para New York Times falleció el año 2005. Hay gente que se escandaliza y sonroja porque hay otra gente que prepara obituarios para el servicio de documentación de los media. Es como si la primera gente desconociera la seguridad de que todos (la primera gente, los obituaristas y los demás, a los que no nos han escrito nuestra necrológica) nos fuéramos a morir. De hecho es lo poco que tenemos seguro. Eso y los impuestos, dijo Chesterton. Las joyas de Liz Taylor no solo le acompañaron a lo largo de casi toda su vida sino que además le han sobrevivido.

Hacía tiempo que quería traer al blog el terrier de “El retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa”, que no va a ser menos que el griffon belga de “Peor imposible”, o el perro itzcuintli de Frida Kahlo,  el perrito faldero del retrato de María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo (duquesa de Alba) que pintó Goya el año 1795, o el perro semihundido del mismo pintor, o Crab.

No sé yo si en el espejo convexo que hay en el mismo cuadro se refleja el terrier de los Arnolfini. La pintura, que se conserva en la National Gallery de Londres, tiene algo más de 82 cm de largo por 60 de ancho. Aunque debo decir que me estoy haciendo un lío y me pasa un poco como Alicia cuando baja por el tunel del Conejo Blanco y no sabe si es la latitud o la longitud lo que tienen distinto en las Antipatías o Antípodas. También me hago un poco de lío con los timbres de los porteros electrónicos si en el cuadro de botones no está claro qué son los pisos y qué las puertas. Porque en principio las filas deberían representar los pisos y las columnas las puertas, o al menos a mí me lo parece, pero no se crean que cuando estoy ante el panel no tengo mis dudas. Por lo tanto diré que la parte más larga del retrato que pintó Jan Van Eyck hace algo más de 82 cm de largo y que esa longitud corresponde a lo que sería el plano vertical. Por lo demás, el espejo convexo al que se refieren muchos exegetas de esta famosa pintura yo lo veo cóncavo, pero me atengo buenamente al saber ajeno y lo doy por bueno, por breve y por todo. Ya que me he desviado un poquito del tema central aprovecho para decir que el color verde del manto o vestido de Jeanne Cenami -una especie de verde fieltro o verde césped- me espanta a primera vista, pero sea por la costumbre, sea por su mismísima peculiaridad, ya me voy acostumbrando. Yo diría que fuera de ese cuadro nunca vi tal tono de color verde. Tal vez algún batracio en peligro de extinción o aún ignoto lo tiene. Tal vez hay verdes no menos viscosos en los cuadros de la colección renacentista de Thyssen-Bornemisza que he visto en el MNAC, pero con esa brillantez tan impregnada no recuerdo nada. Tratándose el cuadro no de una escena sino de un contrato matrimonial, siempre se le ha dado a ese tono el valor de la esperanza y la fertilidad, mientras que el terrier aporta la cláusula iconográfica de lo que los hermeneutas llaman "fidelidad" y yo prefiero llamar "lealtad" pero cada vez con menos empeño. El verde envenenado de la "Joven decadente" de Ramon Casas es más bilioso y no tiene el contrapunto del rojo sino del negro, color ante el cual también es raro quedarse indiferente o como si tal cosa.

Todos los elementos del cuadro de Van Eyck recrean un status: el rosario, ¿el espantamoscas?, el vestido, las joyas,  la blancura de las teces, el perro. Un poco, mal comparado, me recuerda a esas fotos que ha hecho para Louis Vuitton Annie Leibovitz, en donde el retrato de personajes como Gorvachev, Sean Connery, Andre Agassi o Francis Ford Coppola se apoya en el entorno y en los objetos. Lo que me maravilla del cuadro no es eso. Tampoco es el espejo convexo que refleja en el centro de las escenas (diez de catorce) de la pasión de Jesús a los testigos de la boda y una ventana. Eso está bien, pero lo que me maravilla es como el hieratismo del mercader es compensado por el de su esposa (él está a punto de desintegrarse y ella está a punto de explotar). La tensión o la quietud de los objetos, a poco que nos fijemos, pasa de la inmovilidad a la noción de que aquello está a punto de transformarse, de que no es totalmente inerte. Prefigura la instantánea fotográfica.

El experimento cronofotográfico precinematográfico de Eadweard Muybridge conocido como "el caballo en movimiento", sirvió para demostrar algo que había levantado una gran polémica a finales del siglo XIX en California, que los caballos cuando galopan llegan a quedar en algún momento como suspensos, sin que ninguno de sus cascos toquen el suelo. A mi entender el cuadro de Van Eyck demuestra algo parecido al mostrar, para quien mire en nuestro caso con ojos tiernos la escena, que el movimiento está presente. A veces no nos acordamos de que tenemos que hacernos amigos del tiempo. Curiosamente, el perro parece hasta vivir. Será porque no tiene que demostrar nada.
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Detalle de "El retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa" (Jan Van Eyck, 1434)


La wikipedia se refiere a un vídeoclip de U2 que usa, por decirlo alguna manera, los experimentos de Muybridge. No sé si busco mal, pero lo que he encontrado le resulta intolerable a mis oídos. Más tolerable a los sentidos es el uso que hizo Philip Glass, en su homenaje "The Photographer".
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