2.5.11

"O"

"Algo tiene Viena de las rosas del sur. Y cuando
las violetas se marchitan
en los bosques, las vienesas se visten de
flores. Cuando los mirlos dejan de cantar en el Prater, 
comienzan los conciertos".
Mauricio Wiesenthal, El esnobismo de las golondrinas.



e resulta cada vez más oneroso la mayor parte del cine contemporáneo. Cada vez me siento más desfasada de todo. Si les digo que hoy me he visto explicando que en el proceso del libro de una biblioteca pública lo primero que se hace es sellarlo para que quede identificado con el membrete del propietario... De repente, cuando estaba a media explicación (tampoco es que de para mucho) he sido consciente de que se me caían mis casi 50 años todos de una vez encima de mí. "Primero se coje el libro y se sella en la portada, en la página 1, 101, 201, etc. y no al tuntún. No se trata de poner sellos por un tubo, sino de ponerlos con tino". Y lo de esta afición que le he tomado a las primeras películas del cine sonoro tampoco habla mucho a favor de mi caso, que doy por perdido.

La letra capital de hoy pertenece a la película "M, el vampiro de Düsseldorf" (Fritz Lang, 1931). Se suele decir que fue la primera película en emplear un leitmotiv. Esto es, el vampiro o asesino de Düsseldorf, cuando se trastorna silba "En la gruta del rey de la montaña" de Edvard Grieg, o cuando silba "En la gruta del rey de la montaña" se trastorna. Tanto da. Se ve que quien silbaba en la cinta original es el propio Fritz Lang, porque el actor perdía el resuello. Y esto de los motivos es francamente bonito de saber porque fíjense sino en el motivo que acompaña las apariciones de Gargamel y Azrael, los antagonistas de los Pitufos o (Les Schtroumpfs), muy opuesto al que suele acompañar a los propios enanitos. He intentado silbar "En la gruta del rey de la montaña" y no he sentido nada raro y no me he ahogado, pero no sé si el hecho de ahogarse es lo que desata la maldad. El caso es que este fin de semana he visto, además de "M, el vampiro de Düsseldorf", otro clásico, "El ángel azul" (Josef von Sternberg, 1930), es decir del año anterior. En "El ángel azul" aparece sino un leitmotiv, algo muy muy parecido, que va jalonando las partes de la película por ser el carillón del reloj del pueblo y nos va acercando al vórtice del drama, puesto que no es ni más ni menos que un compás de "La bella molinera" de Schubert. Para quien no conozca esta maravillosa colección de lieder, diremos simplemente que en su conjunto es una sucesión de veinte canciones como estampas que van desde el optimismo a la desesperación. "El ángel azul" es una película magistral con una Marlene Dietrich que se come las escenas y todo el boato huero de la decadencia de Hollywood. Las piernas de Sharon Stone parecen un par de bolígrafos Bic o Rotrings al lado de las piernas de Marlene Dietrich. Sin embargo, también hay que decir que tanto von Sternberg como Lang acabaron sus carreras y sus vidas en los Estados Unidos.

La tercera película que he vuelto a ver este fin de semana fue "La regla del juego" (Jean Renoir, 1939). Con "La regla del juego" me pasa un poco como con la ópera bufa en la cual se inspira, "Le nozze di Figaro", que no me interesa nada lo que me explica. La ópera de Mozart tiene momentos descomunalmente bellos, como la cavatina de la condesa, de la cual no sé si enlazar la versión cantada por Montserrat Cavallé o la de Maria Callas, por lo que enlazo las dos y tan ancha. Pero el jaleo de amoríos me agota. Leí en su momento cosa de 10 veces o más el argumento de la historia y no conseguí aclararme con los triángulos y hasta poliedros amorosos. Luego caí en la cuenta de que tampoco hacía falta alguna. En "La regla del juego" la sucesión de escenas amorosas que se entrecruzan es tan rápida que es imposible tomarlas en serio y pertenecen al mismo tirón dramático que el de la batida de caza. Con todo es inaceptable no admitir que es una obra maestra del cine y que todo no deja de ser un reflejo del amor que le tiene lo falso a lo verdadero, lo que no es a lo que sí es. Es por eso por lo que encabecé la página de hoy con esa cita de Wiesenthal, porque quería remitirme a la textura que tienen los deseos y porque contínuamente tendríamos que admitir que no tenemos otra cosa que no sea tiempo. No es que tenga más valor per se el canto de un pájaro que un concierto "artificial", como tampoco lo tiene una flor respecto a otra flor de un vestido, lo que tiene valor es en todo caso darse cuenta de los reflejos, los espejismos, las huellas, y dejarse hacer. Le oí una vez decir a un amigo mío: "Mi madre ha pasado por la vida pero la vida no ha pasado por ella".

Más fácil es referirse a la película "M", la del asesino de Düsseldorf, que en realidad existió y fue un asesino en serie. Pienso que lo del sobrenombre de "vampiro" le debe de venir por el estado en el que encontraron a las niñas que asesinó, pero es algo que no me interesa, la verdad. Lo bonito de la película es cómo para encontrar al asesino antes de que se le vuelva a ir la bola, se ponen en marcha los recursos de dos organizaciones, la de la policía de Düsseldorf y la de los criminales, que ven amenazada su normalidad con tanta redada y tanta niña muerta por un criminal que lo consideran mucho peor que ellos. El despliegue de los bandidos y falsificadores o delicuentes en general está además reforzado por la red de mendigos que apostan por toda la ciudad. Por lo tanto, se diría que cuentan con más recursos humanos que la policía, que pueden llegar a donde no llegan las autoridades y además tienen tantas ganas como el que más de capturar al psicópata.
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La colaboración entre la llamada Ley por antonomasia y los malhechores es un clásico del cine, sea por los chivatos y confidentes, sea porque en muchas películas sobre la Mafia está claro que la primera interesada en mantener "el orden" es la propia organización que está al margen de la ley. No hace tanto tiempo que Xavier Cugat decía que los que eran mejores pagadores eran los mafiosos, que siempre le habían retribuído puntualmente y según lo acordado. Pero, en fin, también nosotros vamos a poner un poco de orden en este post que se desborda y, sin pretender bordarlo, que eso es imposible ante tamaño bastidor, voy a intentar trasmitir la desazón que me ha producido hoy la declaración de Barak Obama sobre la ejecución de Osama Bin Laden: "Puedo informar al pueblo estadounidense y al mundo de que Estados Unidos ha matado a Osama Bin Laden". La frase por una parte me ha recordado en algo a las folklóricas y otras divas y divos en general cuando hablan en tercera persona de si. Por otra parte -y esto es mucho peor- me ha recordado aquella frase de Goethe, "prefiero la injusticia al desorden", que aún no he conseguido desentrañar del todo, y menos hoy. Las frases de Goethe tienen trastienda, efecto y honda. Así como tengo claro que el chivatazo del caso Faisán no favorece ni a la justicia ni al orden y revela trapicheos deleznables y pactos no precisamente entre caballeros, la ejecución del terrorista Osama Bin Landen, introduce un "nuevo orden" y tiene algo de deleznable por mucho que se haya hecho de acuerdo con la ley y el embeleco del premio Nobel de la Paz. ¿Sino de qué iban a haberlo matado los Estados Unidos? No sé si me explico.

Fotograma de "M, el vampiro de Düsselforf". El experto criminalista dicta un informe pericial
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