4.1.13

Post 913: La línea recta

uede que sea una manía, pero voy a intentar defenderla. Tenemos en Barcelona unas cuantas colinas que en catalán llamamos turons (singular: turó). Estas colinas están practicamente todas ellas edificadas. Yo diría que el barrio más alto de la ciudad, en el sentido topográfico, sería el del Carmel, aunque alguna calle de Roquetes es particularmente empinada. Yo nací en el Turó de la Peira. Mejor dicho, yo nací en el barrio de Gracia, en la Clínica de Lourdes, pero me crié en el Turó de la Peira. De niñas se aprendía a patinar aprovechando precisamente la orografía del terreno. Veo en Todo Colección un par de patines Mariquita Pérez parecidos a los que yo tuve,  y también veo que se venden a 450 €. Ni que fueran unos Manolos. No creo que en mi tiempo costaran más de 50 pesetas. Dos niñas tomaban de la mano a la que calzaba patines en lo alto de la calle Beret esquina con el Paseo Turó de la Peira. A la altura de Travau te soltaban y te dejaban a tu suerte, que se manifestaba en forma de dos calles que se atravesaban al antedicho paseo (Trabau y Cadí). Cuando yo era pequeña los coches también la atravesaban por la izquierda según ibas bajando cada vez a más velocidad en virtud de la aceleración propia de la pendiente. Todo sigue más o menos igual, solo que la calle Trabau ahora se llama Travau y ya no veo ni una sola niña aprendiendo a patinar. Por lo demás, una vez se me fue una pelota de aquellas japonesas y creo que se fue derecha a la Via Layetana, a media hora en bicicleta sin frenos.
La natural inclinación del terreno hace que a veces los arquitectos y los albañiles, los que rotulan, los urbanistas, todos, encuentren soluciones que son un reto a la perspectiva. Es decir, sobre una cuesta puede haber una ventana que en vez de guardar la línea recta, por adaptarse a la del suelo adopte un ángulo inclinado.  En mi modesta opinión yo diría que el edificio, por adefésico que sea, tiene que guardar sus proporciones y que el suelo es otra cosa. La primera vez que vi el Congreso de los Diputados no me fue difícil advertir que está en una cuesta, cosa que debo admitir que me decepcionó bastante porque la idea que tiene una de la monumentalidad -como ya les advertí- tiene que ver mucho con la línea recta o cualquier línea que guarde proporción sin extravagancias de perspectiva o de formas.
Aunque no me gusta modificar las imágenes que obtengo con la cámara fotográfica digital, a veces echo mano de la herramienta de perspectiva. Podemos ver en el ejemplo lo que va de una imagen obtenida desde mi ventana a la imagen modificada con Gimp.



Ya les dije que es una manía, pero siento que aunque algunas veces la  inclinación de la perspectiva tiene su aquel, la línea recta tiene su aquello. En este caso, además, la foto ilustra un trabajo vertical sobre una pared que se había pintado sin antes haber reparado la grieta de una junta con una terraza. Después de haber estado pintando cosa de 2 jornadas una pared bastante extensa, hoy tuvieron que desrebozar a mazazos. País. Otro día habrá que hablar de los trabajos horizontales.
Muchas fotografías turísticas pecan por ese exceso de la perspectiva o paralaje, que a veces es en sí un efecto bonito, cuando por ejemplo demuestra la imponencia de un rascacielos.  Para tomar una foto de una sequoia de 1500 años de unos 90 metros de altura, foto que se publicó en el National Geographic, se hicieron 84 fotos, cuyo montaje deja la impresión de estar viendo el árbol desde el aire e incluso flotando.
Sí, es cierto que hasta los 5 años estamos muy cerca del suelo y que nuestra mirada tiene que elevarse constantemente para mirar a nuestros semejantes, abrir un armario, cerrar una puerta, cualquier cosa. Después probablemente casi nunca bajamos la mirada, a no ser cuando se nos cae algo, o adoptamos esa atención flotante que permite ver las cosas como se pretendió ver la sequoia gigante. Tampoco se mira arriba, cuando tantas veces el cielo es lo único verdaderamente digno de ser admirado. Más estos días.
Otra cuestión que desazona bastante en Barcelona, además de la que he intentado enunciar, es la del mobiliario urbano que está sembrado por todos los rincones de la ciudad. Cuando fue alcalde Pasqual Maragall me acuerdo de su campaña "Barcelona posa't guapa", por la cual no solo se rehabilitaron y reforzaron muchos edificios viejos y no tan viejos, renegridos por la contaminación y la humedad, sino que se esponjaron muchos barrios y se urbanizaron calles por las que nunca había habido ni una señal civil. Si no puedo ni debo dar queja alguna sobre la retirada de los rótulos luminosos que indiscriminadamente acribillaban los terrados ya de por sí atiborrados de antenas de todo tipo, sí protesto vivamente por el exceso de celo del Ayuntamiento en dejar constancia de su presencia con todo tipo de muebles urbanos, signos, logos y toda la parafernalia semántica municipal.  Es imposible hacer una sola foto sin tropezarse con una parada de autobús, una papelera, un poste, un pirulí, un banco, una farola, un contenedor de cualquiera de los tipos de basura que tenemos, etcétera. Ya que tienen que haber motocicletas delante de los edificios más bonitos de la ciudad, que sean unas motocicletas también bonitas y no esas motos que parecen zapatillas deportivas con cámara de aire y parches fosforescentes, hombre.

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