17.4.13

Pentimenti

no de los pocos dibujillos que conservo de mi infancia es una cuartilla con una mona cuyo pie izquierdo lo hice primero en dirección a la izquierda. Tal vez me pareció que el modelo del que había tomado el dibujo, con un pie mirando a Cuenca y otro a Guadalajara, quedaba mal. Así que antes de colorear lo que hice fue girar el pie a la derecha (para que quedaran los dos como en las estatuas egipcias, para entendernos) y lo demás lo convertí en hierba. A simple vista no se aprecia, pero allí está el pie así. Tal vez el dibujo, que está en Finisterre, en casa de mi tía, me lo mandó hacer mi madre para enviárselo por correo. Y podría ser que fueron los de casa quienes me hicieron ver lo inapropiado de poner los pies como si la mona estuviera a punto de saltar. El caso es que a lo mejor si no lo hubiera tocado habría quedado mejor. Y lo que siempre he sabido es que pocas veces me he arrepentido de nada en mi vida, a no ser de lo que no he hecho
No es que mi conducta sea impecable ni mucho menos. He cometido muchos errores, he perdido mucho tiempo, lo compenso otras veces trabajando demasiado y no sé si con provecho. A veces me lamento de mi mal genio, pero casi siempre acabo pensando que con más de una persona tendría que haberlo sacado antes y que solo así me hubiera evitado más de un disgusto o chasco. Así que soy de quienes asumen sus errores y horrores, de quienes cuando tiran una piedra no esconden la mano y hasta ahora no sé si me ha ido bien ni mal, pero estoy la mar de tranquila. No tengo lo que se dicen remordimientos. Porque parece que los remordimientos ocurren por lo que se hace no por lo que no se hace, a no ser que lo que se deje de hacer sea una omisión grave
Mi pentimento, que es como se le llamaría al cambio de plan de mi dibujo si fuera arte, tiene con los años su cierta gracia, porque muestra la voluntad de no hacer trampa. Hubiera podido poner una piedra, como esas piedras redondas y lisas de color gris marengo que aparecen en los dibujos de Walt Disney, pero la hierba no invalidaba tanto el plan inicial y  admitía pero solo hasta cierto punto algo la complicidad. Pienso en esos remiendos que buscan la trama de la tela o el estampado pero que no pretenden falsificar nada. La moderna restauración no pretende mejorar el original sino solo impedir que se deteriore e incluso es preceptivo que se distinga claramente lo que es original de lo que no lo es. 
La imagen de hoy es de una obra de arte que se subastó hace unos años con el título de "Portrait of a Young Fiancée" pero que también se conoce como "La bella princepessa".  Con el tiempo, en parte gracias a los pentimenti que tiene el dibujo, que pueden ser escudriñados con rayos infrarrojos, se ha identificado el autor como Leonardo da Vinci y también se ha comprobado que la obra, en pergamino, procede de un libro que se conserva en Varsovia, en la Biblioteca Zaluski. Es la princesa Bianca Sforza, que llegó a ser reina consorte y que murió al parecer a causa de un embarazo ectópico, esto es desarrollado fuera del útero.
Parece que en equivocarse también hay un cierto arte, siempre que -como voy diciendo- no se caiga en la trampa. Y cuando digo caer en la trampa no me refiero a sucumbir ante las que nos extiendan otros sino la de rebajarse uno mismo a tal engaño. También en el mundo de la cultura y el arte y demás hay mucha trampa. Es que se aprende tanto con los errores que parece imposible que se pueda aprender más con otros métodos. Me acuerdo que tras acabar C.O.U. ayudé a una profesora a corregir centenares de exámenes de catalán que (cosas de la vida) yo diría que eran de unas clases que impartía en Òmnium Cultural. Jesús, Jesús. Para mí era fácil porque algo sabía y lo que no sabía a fuerza de leer y corregir tantos ejercicios se me quedó más que grabado para siempre jamás. Otra cuestión es que cuando un error está muy generalizado es casi imposible convencer a nadie de que lo es, por mucho que se repita. 
Pero en ese apartado, largo, calmo camino donde dibujamos o escribimos, tenemos la goma de borrar, la tecla de retroceso y supr y los pentimenti varios. Hay una anécdota adorable que contó Paco Umbral sobre Alfonso Sánchez, aquel crítico de cine algo gangoso que todos los que nacimos hace unos 50 años conocimos. Contaba Paco Umbral que un día le preguntaron que sobre qué estaba escribiendo mientras lo vieron escribir su columna, y Alfonso Sánchez contestó: "Estoy deseando terminar para saberlo".

La bella princepessa (Atribuido a Leonardo da Vinci) 
Se puede consultar en el enlace la imagen muy magnificada

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