23.4.15

23 de abril de 1976

l 23 de abril de 1976 apareció en "La Vanguardia" prácticamente ocupando toda la página 33 un reportaje que se abría con el titular: "Don Ricardo de la Cierva, pregonero del "Día del Libro". "No es que la Ley de Prensa e Imprenta deba mejorarse, es que debe desaparecer como pieza clave de nuestro ordenamiento jurídico para el mundo cultural". Y más adelante el cronista escribe: 
"La dramática carencia de bibliotecas y bibliotecarios. «Toda política cultural que pretenda manifestarse en algo más que palabras huecas y viajes turísticos debería descansar sobre cinco pilares concretísimos: política de bibliotecas, política de librerías, política de instituciones interiores, política cultural de medios de comunicación, política de expansión y apoyo real a los centros culturales de España en el mundo. Cinco políticas que se resumen en una: "Política del libro en el mundo de la comunicación"». Pues bien, las bibliotecas españolas -dice [Hipólito] Escolar-,«son el único servicio educativo cuyos presupuestos decrecen anualmente». Un millar de bibliotecas públicas generalmente mal dotadas y muchas veces casi abandonadas, es una de las pruebas de nuestro subdesarrollo cultural. Aún así hay bastantes más bibliotecas que bibliotecarios; y más jefes que auxiliares. Una política cultural de arranque necesitaría multiplicar en cuatro años por dos el número de bibliotecarios superiores y por diez el número de auxiliares". 
Me he entretenido en recoger, mientras buscaba una determinada información,  una especie de dossier con las noticias y cartas al director que aparecieron entre 1975 y 1977 sobre bibliotecas y bibliotecarias (con "a" y con "o") en el mismo periódico. Fue una época en que de forma recurrente aparecieron titulares como el de la foto de hoy y sin embargo la verdadera normalización de los estudios de Biblioteconomía y Documentación no se produjo hasta muchos años después. En esa época, a partir de 1973 y hasta 1982, era directora de la ahora centenaria Escuela de Bibliotecarias -que tuvo varios nombres a lo largo de su historia- Rosalia Guilleumas. Lo comento porque fue bajo su dirección cuando la Escola de Bibliologia o Escola Universitària "Jordi Rubió i Balaguer" de Biblioteconomía y Documentació comenzó a aceptar alumnos con "o".  El carácter femenino del alumnado se lastraba programáticamente desde la organización fundacional, a principios del siglo pasado,  diseñada por Eugeni d'Ors. Tal vez las líneas directrices iniciales sobre las "vestales del saber" estaban dentro de la normalidad del Noucentisme, como lo empezaron a dejar de estar el año 1973 para empezar a ser anómalas. En mi promoción (1981-1982) teníamos si mal no recuerdo unos 100 alumnos, de los cuales 4 eran hombres. Más o menos la misma ratio tuve en Filología en la Universidad de Barcelona, pero ese es otro tema.
Que el proceso de normalización académica de la Escuela más antigua de Europa fuera tan atropellado y tórpido se explica a mi entender en varios frentes, entre los que el menor no era la resistencia desde la reserva intelectual de Cataluña. Si se advierte un cierto resentimiento en este apelativo no ha de extrañar porque nuestra trayectoria profesional se vio a mi entender desfavorecida por una carta que enviaron un grupo de intelectuales a Gabriel Ferraté en febrero de 1976 para que la Escola de Bibliologia no se incorporara a la siniestra maquinaria estatal universitaria:
"A l’arxiu de la Facultat hi ha una còpia del conveni signat el 22 de setembre de 1975, però el document mai no va ser efectiu. Uns dies abans tenia lloc una reunió del Diputat d’Ensenyament, Manuel Font Altaba, amb el Claustre de l’Escola i representants del món professional per comunicar-los que la integració de l’Escola a la Universitat es podia fer de forma immediata amb una ordre ministerial, però que això no significava el reconeixement oficial de la titulació, perquè els estudis no tenien encara aquella condició. D’altra banda, la integració a la UB significava la transformació de l’Escola en una escola “estatal” i, per aquesta raó, el president de la Diputació volia que els reunits manifestessin la seva conformitat o disconformitat amb la proposta per tal de tirar endavant el procés o aturar-lo. La majoria dels reunits van donar el vistiplau a la proposta, atès que es complissin determinades condicions. Tanmateix, el tràmit no va prosperar, i probablement hi va tenir una certa influència la carta que un grup d’intel·lectuals catalans va adreçar al director general d’Universitats, Sr. Gabriel Ferraté, per recomanar que no es dugués a terme la transformació de l’Escola en una escola estatal, sinó que es mantingués sota la tutela de la Diputació i, en tot cas, adscrita a la Universitat de Barcelona. La carta, que anava encapçalada per Jordi Rubió i Balaguer, la signaven, entre altres, Salvador Espriu, Miquel Coll i Alentorn, Pere Bohigas, Joaquim Molas, Josep Laporte, Josep Benet, Cassià M. Just, que era l’abat de Montserrat, i altres monjos de la comunitat. Eren uns moments en què les sensibilitats polítiques estaven a flor de pell." (Assumpció Estivill, Rosalia Guilleumas i Brosa, o la renovació de la biblioteconomia a Catalunya) (*)
Curiosamente, o no, uno de los abajofirmantes de la carta al director de Universidades fue Joaquim Molas, que sucedió a Rosalia Guilleumas el año 1982 hasta 1983 y luego fue sucedido por Nora Vela, etcétera. Joaquim Molas falleció el mes pasado. Gabriel Ferraté fue  entre los años 1995-2005 rector de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya), donde hay desde hace años una oferta académica en Documentación muy variada y prestigiosa en grados, postgrados y másters.

Es decir, recapitulando, que los prohombres de la intelectualidad catalana impedieron que la Escola de Bibliologia y sus "vestales del saber" pudieran ser asimiladas al sistema universitario para preservar su rareza autóctona o su identidad.
Nadie está suficientemente autorizado tal vez para afirmar si eso fue acertado o no, si fue bueno o no, lo que yo puedo decir, con Samuel Johnson y no porque tenga autoridad en ningún tema,  Patriotism is the last refuge of a scoundrel. Pero tampoco puedo creer que fuera patriotismo.
En mi juventud, precisamente en los años en que yo empecé a estudiar en la Escuela de Bibliología o Escola de Bibliologia, leí un libro de Tagore en que se planteaba un dilema entre la independencia y la violencia, entendida la violencia en un sentido muy amplio y en base al enorme concepto de ahimsa (no violencia) del hinduismo. Ahimsa es entre los yamas el principal precepto, de la misma manera que en las leyes hay una jerarquía que se activa en caso de duda. En caso de duda prevalece la no violencia. Y con los años supe entender en su contexto que para Tagore prevalecía ahimsa sobre la independencia. Pero admitamos que no es tan difícil elegir entre patriotismo y honestidad. En nombre (?)  del patriotismo son incontables las ridiculeces y barbaridades que se han cometido.
Hojeo el "dossier" que reuní y me entristece ver los esfuerzos que hicieron mis predecesoras para casi nada, puesto que se tardaría muchos años en conseguir lo que ellas reclamaban un día sí y el otro también, como muy bien revela la hemeroteca.


"La Vanguardia" (1 de agosto de 1976), pág. 24



Noticias sobre bibliotecarias ("La Vanguardia" 1975-1977)

(*) En un artículo previo, de 2006, Assumpció Estivill también publicó: "A Catalunya també hi havia discrepàncies sobre quin havia de ser el futur dels estudis i sobretot de l’Escola, i no pas per part del col·lectiu de bibliotecàries, que ho tenia molt clar. Cap a la meitat dels anys setanta va causar molt de rebombori entre les professionals una carta signada per una sèrie d’intel·lectuals del país que s’oposaven a la integració de l’Escola a la universitat estatal i que reivindicaven que l’Escola romangués sota la tutela de la Diputació i, en tot cas, adscrita, però mai integrada, a la Universitat de Barcelona. La carta —de to paternalista vers les bibliotecàries— estava encapçalada per Jordi Rubió i Balaguer, i la signaven Pere Bohigas, Miquel Coll i Alentorn, Joaquim Molas, Salvador Espriu, Josep M. Ainaud, Rafael Jiménez de Parga, Josep Trueta, Josep Benet, el pare Taxonera i l’abat de Montserrat, entre d’altres —per descomptat, tots eren homes. Certament, a Jordi Rubió i Balaguer se li ha de reconèixer —i se li reconeix— tota la tasca que va fer per professionalitzar l’Escola durant els anys trenta i la seva labor intensa al capdavant de la Biblioteca de Catalunya i de les biblioteques populars, però, amb tots els matisos que es vulguin, la seva visió de l’Escola no passà de ser la d’un centre que havia de formar personal eficient però amb categoria d’auxiliar, amb capacitats de decisió molt restringides i sense responsabilitats de gestió. " (Estivill Rius, Assumpció (2006). «Una mirada retrospectiva : de l’Escola Superior de Bibliotecàries a la Facultat de Biblioteconomia i Documentació (1915-2005)». BiD: textos universitaris de biblioteconomia i documentació, juny, núm. 16. [Consulta: 22-04-2015])

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