27.8.07

Teresa


Hace unos cuantos años me propuse anotar frases que encontraba no en los libros o en los diarios o en letreros, sino en la calle, cogidas al vuelo, fuera de contexto, pronunciadas por completos desconocidos.

Pero esas frases son, como pasa con tantas otras cosas, imprevisibles, esquivas. Pronto abandoné mi colección de frases aunque a veces, no muy a menudo, aún encuentro alguna. Ayer oí: “Va deixar escrit en uns llibres que tenia per allà que feia més de 50 anys que no creia en Déu” (“Dejó escrito en unos libros que por allí tenía que hacía más de 50 años que no creía en Dios”). Al instante supe de qué se hablaba. La frase la sorprendí en una plaza y la pronunció un hombre de unos 70 años que estaba sentado con otros dos hombres en un banco. ¿Jubilados? Es lo más probable. A la frase, tan sintética, sólo hay que añadirle su entonación de certidumbre y sorna, un deje de saciedad mundana, y de “ya se veía venir” o de ratificación del descreído a quien nada va a sorprender.

Reconocí en la frase la noticia que había leído el día anterior en “El País” (“¿Creía en Dios Teresa de Calcuta? Un libro desvela cartas de la beata en las que describía las crisis de fe de sus últimos 50 años”, 25 de agosto de 2007). Como en  el juego de los disparates, la frase de la plaza transformaba un titular que a su vez resumía un reportaje sobre un libro. El libro se publicará en septiembre con 40 cartas de la beata a sus confesores a lo largo de más de 60 años. “El editor es Brian Kolodiejchuk, principal postulador de la santidad de Teresa de Calcuta, quien ha aportado todo este material al proceso de canonización”.

El titular (“¿Creía en Dios Teresa de Calcuta?”) es muy bueno. Si acaso tiene la debilidad o peca de poder ser malinterpretado, de ser transfigurado por los partidarios del agnosticismo. O incluso puede deslizar maliciosamente o no dudas sobre la honestidad de la Madre albanesa. “Hablo como si mi corazón estuviera enamorado de Dios; si estuvieses ahí, dirías: “qué hipocresía”, confiesa a un consejero”.

Creer o no creer, eso es lo que en mi opinión subraya el titular de “El País”. En el eje de la “o” gira la duda. Quien ha dado vueltas en esa rueda o en otras acaba por asumirla sin anclarse en el conflicto. La conjunción “o”, que podría haber resultado ser una disyuntiva (como aquello de “ser o no ser”), acaba siendo un conector. A pesar del silencio de Dios, la Madre Teresa siguió adelante y es lo que cuenta. Hay que hacer más caso de lo que se hace que de lo que se dice.

No sé nada de Teología, aunque sí puedo recordar algunos malos ratos de Teresa de Ávila relatados en su Vida (1562), escrita también a sus confesores. Si alguien “cree” que la fe tiene que ver con un enamoramiento inacabable, apacible, etc. Tiene a Teresa de Lisieux y su Historia de un alma (1897), escrita a indicación de su superiora. La santa francesa murió con 24 años, el año 1897, por lo que la historia de su cuerpo fue muy breve y beatífica. No podemos saber si su espíritu no iba a verse expuesto con los años al vacío y a la oscuridad que experimentó la santa de Calcuta en su noche oscura del alma.

En los tres textos de las tres Teresas hay que señalar que fueron redactados por obediencia. La Vida se publicó a los 26 años de su redacción, el año 1588 y fue objeto de la inquisición del Santo Oficio.

A mi, la duda o una cierta inseguridad, el desasosiego, me ofrecen garantías de honestidad e inteligencia. Nunca veo la duda como debilidad. Aunque está claro que hay dudas enfermizas o que la indecisión puede ser mórbida, también está claro que los frutos de la patología de la certeza (la arrogancia, el fanatismo), son mucho peores.

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