30.9.07

Los “inertos”

Para Marisol, compañera y sin embargo amiga

l lado del chunguíbor, la Genialidad de Cataluña y la de Valencia, el mosquito tigre y el mejillón cebra, existen los “inertos”. La palabra o palabro la oí el otro día por ahí y creo –sin quitarle su candor- que podría proponerse como un híbrido para designar al inepto o inepta inertes. Ya tenemos en la lengua perlas de cuño parecido admitidas en el club selecto de las voces correctas. Es el caso de “molondro”, que según el DRAE proviene de “mondo”, “orondo” y “remolón”.
Hay quien cree que la lengua es eso y que se toma el diccionario como un código infalible, dirimente y antonomásico. Pero, ¿quién nos dice que no tendrá sus hackers o algún saboteador cuya broma se hubiera perpetuado hasta la vigésimosegunda edición? Parece más verosímil que provenga la voz molondro de una república antillana que de todo ese alarde morfológico cuya composición debemos creer como si se tratara de un dogma de fe.
El molondro (dicho sea con el tono de “El hombre y la tierra”) se distingue enseguida, siempre parado como un butacón. El inerto no. Crea el inerto problemas donde no los había y genera líos tan inextricables que deshacerlos los aprieta. Nos hará una misma gestión dos veces, y con fotocopias, con la churra de provocar trámites paradógicos y contrapuestos que zumbarán como un bucle irresoluble hasta el fin de los tiempos.
Capítulo aparte merecen los calling centers deslocalizados. El hilo musical y el audiotexto se alían y nos obligan a seguir el diagrama de vicisitudes previsto tantas veces como telefoneemos. Y eso si no nos cuelan publicidad. Dan ganas de decir: “No, no me interesa un seguro para ningún coche, ¡odio los coches!, pero ya que saca el tema, tengo un bonito simfonier en raíz de cerezo que a lo mejor a usted sí que le podría interesar”.Ah, es inútil aprehenderse el orden de las respuestas sucesivas del audiotexto: cada tanto cambian teclas y significado. Si obtuviéramos dos llamadas contradictorias, la tercera nos descuadrillaría. Mejor no intentarlo.
En el calling center de una celda inmunda del círculo dantesco de los malos consejeros se gana su birria de sueldo un molondro que mira opacamente la pantalla del ordenador con ojos de emo transido. Sí, los emos, los de la tribu urbana que ostenta cortes en las muñecas y visten de negro impecable y llevan el pelo caído sobre la cara como Veronica Lake pero más. Esto no es nada comparado con las palabras y los palabros que nos merecen o nos inspiran los bancarios fatuos cuyas corbatas huelen a ambientador. Ya solo porque nos cortan la respiración había que meterles una reclamación. Sabe Dios cómo acabaremos. Ya tuve el viernes dos déjà vus o paramnesias seguidas y no me extraña porque me las había tenido que haber con una ínfima parte de la Administración de la Unión Europea. El aplicativo se salía de la pantalla de grande que era y tenía que deslizarme barra arriba y barra abajo, barra a derecha e izquierda, hasta no saber en qué lugar me hallaba. Y sin embargo, la letra era tan pequeña como la que se graba en la maquinaria de los relojes.
Con tanta pantalla metralla y con tanto mosquito tigre, con tanto inerto y tanta corbata flamante, es imposible no bizquear. Es inútil ponerse a salvo de las paramnesias, las sacudidas hipnagógicas y el blefarospasmo o tic palpebral que coge en la fecha límite.
La chapuza no es que se merezca un capítulo o un post. Es que se merece un blog. Sirva de aperitivo el post de ayer de Luisa Cuerda en su blog (“Más sobre Argaya”), donde se denuncia como Jorge Manrique –no el del siglo XV, cuyos derechos ya habrán prescrito- ha sido plagiado por una de nuestras Difurciaciones o Diputaciones. A ver quien tiene palabras para la chapuza-corrupción-picaresca del listillo canalla. Asco de vida.

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