30.11.07

Trilogía: Divagaciones otoñales (7)

"Power, government, war, law, punishment and a thousand other things had no terms, wherein that language could express them, which made the difficulty almost insuperable to give my master any conception of what I meant" ("A voyage to the Houyhnhnms", Gulliver’s travels, Jonathan Swift)

e decía a una amable lectriz de ALFDB (A la flor del berro) que el desenlace de la trilogía encabezada por el cuerpo y seguida por el espejo, tenía lógicamente que ir a parar a la sombra. Para empezar (o para acabar) cuando digo "trilogía encabezada por el cuerpo" ya introduzco una absurdidad porque parece ser que el cuerpo nunca encabeza nada. Por suerte para este blog (PSPAEB/PSPAELDB), no se pasa por aquí nadie que desconozca que hay vida más allá de los significados literales (cabeza y cárcel). Por suerte para todos, para Aaoiue, para sus invitados o lectores electos de piedra, para los observadores silenciosos, para los simpatizantes, y para los que no están. También para los yahoos
La sombra, sea la mala o la buena, la propia que nos precede o nos persigue, la de Yunichiro Tanizaki, la de Jorge Luis Borges, la sombra de Rosalía de Castro, el clarobscuro, la penumbra, el contraluz, las tinieblas, la noche oscura del alma y hasta la ausencia, serían el desenlace natural del "Cuerpo extraño" y de "El mundo del derecho y el mundo al revés". Por la misma lógica, en vez de encabezar el post con un campo escarchado (CE), hubiera podido colgar la "Venus del espejo" de Velázquez que ha vuelto unos días a Madrid, al Prado (MAP). Por la misma lógica, el lienzo fue acuchillado por una sufragista británica en 1914, en protesta por el arresto de Emmeline Pankhurst o, de soltera, Goulden. La pura lógica.
Prometo que no quiero mezclar al pintor de la profundidad con mi descrédito de la lógica ramplona del tres y sus múltiplos y secuaces. Al contrario. Velázquez fue siempre más allá de la lógica del tres (LDT) y de la perspectiva de lo evidente y de lo simbólico.
Por la misma razón (PMR) por la que no conservo mi cuento de Gulliver que tantas veces leí de niña, no conservo un tratado junguiano sobre el Tarot. PMR. Cosas. Ahí con Jung podría asomarme a mi aversión a la lógica del tres (LDT), ese número tan espiritual pero atenazante. El número de la Emperatriz. No digo nada del eneagrama y todos los intentos de clasificarnos. Todo para controlar (TPC).
Leí mi ejemplar en inglés de los viajes del cirujano Gulliver, cuyo autor nació "tal día como hoy" hace 340 años, en la Biblioteca del Departamento de Filología Románica de la Universidad de Barcelona (BDFRUB). Lo leí a ratillos perdidos, entre clase y clase. Y es que yo necesito el inglés y hasta el silencio para entender mejor el español. Estoy más en la lógica del cero indio y del uno y del dos y de sus múltiplos, del número pi, del 23 arameo y del canon áureo. En esa misma BDFRUB yo había hecho parte de mis prácticas de bibliotecaria-documentalista (o documentatonta) años antes, y tenía para mí el gusto perverso de poder asumir otro papel ante la misma escena (AOPALME). ¡Cuántas veces no quisiéramos hacerlo a voluntad (AV)! Convertirnos no en aquello de Pedro Salinas ("como quisiera ser lo que te doy y no quien te lo da"), que total es una mera trasposición sintáctica y metafísica, sino convertirnos como la paella en un crisol de sabores y de sinsabores y de colores, convertirnos como la escarcha en algo que es más leve y más anhelante que el rocío de Jorge Manrique (CCLEEAQEMLYMAQERDJM), desmoronarnos como una huella de arena huecograbada.
En otra biblioteca de mi predilección, la Biblioteca de Catalunya, en la sala que ahora llaman en un empeño neocursi y pretencioso que me desmocha, "nau de tramontana" (nave del nordeste), y que era una sala de enfermería del antiguo hospital medieval de la SantaCruz; en esa sala, digo, solía sentarme en mi mocedad (SSEMM) para aprenderme lo que se suponía que debía saber para valerme (PV). El día que recuerdo ahora oí entre líneas unos pasos a mi espalda acercarse desde la otra punta de la nave abovedada. Los arcos rodeaban cada paso de una reverberación delicada y mistagógica. Oí a mi espalda (ME) los pasos detenerse y luego animarse tras una vacilación de duda o una turbación de sorpresa casi imperceptibles. Tic, tuc, tic, tuc, tic, tuc, ... Tic... Tic... Tiquitituquituquituquituc. "¡Es T!" Las letras nos distraen de lo que oí o lo que sentí y para la cual no cuento con pericia pentagráfica alguna. No sé qué me gustó más si el "Tic, tuc, tic, tuc, tic, tuc,...", o el "Tic.... Tic..." o el "Tiquitituquituquituquituc". Ni lo sé, ni me importa.

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