22.12.07

En el día más corto del año

"Máis vale ser media merda que merda e media".
Refraneiro galego


n la puerta de mi casa colgué el otro día dos serafines navideños. El segundo domingo de Adviento. Por la tarde llamaron a mi puerta unos niños. Uno de ellos debió de ser el que le arrancó las alas y la corona al serafín que está a la izquierda. Sé que quienes llamaron a la puerta eran niños porque oí sus voces. Tuve que dejar de ir a la piscina pública porque los grupos colegiales formaban un estruendo atronador. Una vez me pareció poderlos oír llegar mientras tenía la cabeza sumergida en estilo rana. Y eso con los tapones en los oídos y el gorro succionándome las orejas y formando una seca ventosa que me hacía temer por mi materia gris más de lo que la temo. Mi regresión al acogedor líquido amniótico materno nunca fue tan improbable como cuando no tenía más remedio que ir a la piscina en horario escolar. Estoy oyendo a los niños de San Ildefonso y ya no tienen aquella voz tan argentina que sonaba como un puñado de pesetas de plata.
Abandoné definitivamente la natación el día que me cruce con un moco monstruoso. Parecía una medusa verde, como un cronopio a la deriva. Pero todo el mundo sabe que en las piscinas no hay medusas. Era un moco. Quizás lo agrandaba el agua, o mis gafas o mis ojos perplejos.
Puede que le arrancaran las alas al ángel como un ajuste de cuentas por no haberles abierto mi puerta. En cuanto advertí la travesura, el día siguiente, metí los serafines dentro de casa. Uno lo dejé en la puerta pero por su cara interior y el otro a la espera de que esta servidora le haga unas alas nuevas. Total, no va a ser más seráfico por tener alas, pero está mejor.
No tengo interés alguno en saber por qué se puede hacer algo así. De interesarme por el mal, me atormentaría con otros ejemplos más extremos de la degeneración humana. Incluso por los que están perfectamente integrados en la rutina, como los atracos de albano-kosovares, los abrigos hechos con piel de cordero nonato de Astrakán, o como el paté de foie-gras. Otros males son "elevados" al espacio público, subidos a internet, como las torturas o vejaciones a subnormales en video-clip y las innumerables e innombrables escenas pedófilas. Los males llevados al dominio público ejemplifican cómo lo que de por sí ya es malo puede ser empeorado.
Lo que me interesa es entender por qué el serafín de la izquierda y no el de la derecha fue el elegido para el suplicio. O ¿por qué no lo sufrieron los dos? ¿Por qué no los destruyeron? Y sin embargo mis preguntas lo que hacen es también empeorar lo que no es bueno.
En todo momento me estoy refiriendo a mis adornos navideños como serafines. Y esto es porque de todos los seres celestiales me parece que son los serafines los más afines. Perdón por el ripio. Los querubines forman el primer coro o esfera y "están caracterizados por la plenitud de la ciencia con que contemplan la belleza divina" (María Moliner). De los ángeles da buena cuenta Rafael Alberti, que tenía nombre de arcángel pero que era poeta (que no es poco). Echo de menos en Sobre los ángeles al ángel bricolador, pero en general el libro estuvo muy inspirado y bien resuelto. Creo. Los serafines, digo, forman el segundo coro o esfera y son seres angélicos que "se distinguen por el ardor con que aman las cosas divinas y elevan a Dios a los espíritus inferiores" (Op. cit.)
A estas alturas de mi existencia me resulta más fácil concebir la distribución de los coros celestes entre tronos, querubines, serafines, virtudes, dominios, poderes, ángeles, arcángeles y principados, que creer que la botella de güisqui que me compré anteayer tiene efectivamente 15 años. La clasificación es tan útil como la que da la Wikipedia para los cronopios:
"En sus relatos, Cortázar evita dar una descripción física precisa de los cronopios y se refiere a ellos sólo como "seres verdes y húmedos". Los relatos proporcionan claves acerca de la personalidad, los hábitos y las inclinaciones artísticas de los cronopios. En general, los cronopios son presentados como criaturas ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales, en claro contraste con los famas, que son rígidos, organizados y sentenciosos; y las esperanzas: simples, indolentes, ignorantes y aburridas."
Mi serafín tullido no sirve ni para putti –esos angelitos gordos que sólo tienen cabeza y alas y rodean a la Purísima-, pero con un arreglillo creo que salvaremos el trance. He pasado por cosas mucho peores.
Me he acordado del P. José Bueno Bueno. Además de dos veces bueno fue breve, como si lo dijera Gracián, porque vivió poco. O, mejor dicho, vivió pocos años. Me sabe hasta mal hacer un chiste tan a huevo, pero es que es así tal cual lo digo. Era bueno. Fue párroco en el pueblo de mi madre después de la Guerra Civil, la guerra fraticida, ¿cuál no lo es? Un día, en un oficio de Adviento, le dijo a los niños: "Niños, los Reyes son los padres". Y es que al Padre Bueno le dolía ver que unos niños tenían muchos regalos y otros nada. Y le dolía ver que los niños pobres y los niños ricos encontraran en esa distribución de la riqueza o de la pobreza, respectivamente, alguna razón o alguna justicia (fuera humana o divina). A mi madre los Reyes le solían dejar una naranja y bien podría estar en el primer coro con los serafines. No sólo por lo bien que canta.
Espero de todo corazón, con la misma fe con la que me compraré un día una flamígera botella de Lagavoulin de malta, que Bueno esté en el Paraíso. Hay por el mundo mucha ignorancia y reina la mentira de que la vida le da a cada cual lo que se merece. De que hay que "montárselo bien".
Todo este despliegue de nociones sólo sirven –si es que sirven para algo- de antesala a la noción teológica de gracia. "Más vale caer en gracia que ser gracioso", se dice. Ya véis, un refranillo de nada, tiene más ciencia teologal que un sitial atiborrado de escolásticos. Y que "máis vale ser media merda que merda e media". No sé si este refrán del patrimonio galiciano tiene equivalentes en otros pueblos de las Españas o del mundo. Yo no lo sé. Acaso "ni chicha ni limoná" se le acerca, pero sin contener la cosa ridícula de la presunción. "Máis vale ser media merda" encierra toda una lección para los presuntuosos, para los engreídos que creen en el esfuerzo. Memos. "Ni chicha ni limoná" tiene un aire de haberse forjado por lo menos 500 quilómetros más al sur. Es casi como una jitanjáfora infantil, un mantra de comba. "Habíase una vieja virueja virueja de pico-picotueja de pomporerá" y otras cancioncillas como aquel "Un gato se cayó en un pozo, las tripas hicieron guá, arremoto pitipoto arremoto pitipá", se encuentran en La voz de los niños, de Gabriel Celaya. Otro libro difícil de encontrar. Otro poeta con nombre de arcángel. El tercero podría ser Miguel, Miguel Hernández. Pero no, que no quiero yo.

[...] "we are innocent: what have we done, that we must be victims for a deed before our birth, or need have victims to atone for this mysterious, nameless sin? – If it be such a sin to seek for knowledge?"
Cain, Lord Byron.
([...]"somos inocentes: ¿qué hicimos para ser las víctimas de una acción anterior a nuestro nacimiento? ¿Qué hicimos para traer al mundo víctimas que un día expiarán este pecado misterioso innombrable. ¿Es pecado querer saber?")

Recapitulando: Le tocó al serafín de la izquierda y punto. Eran iguales, idénticos, pero uno fue triturado y el otro no, uno fue chicha y otro limoná, uno fue media mierda y el otro mierda y media. Que hay mucha gente por el mundo preguntándose cómo pueden ser tan guapos y no rompérseles los espejos o porqué les ha tocado a ellos el tumor de lo que sea, y lo que hay que preguntarse no es ¿Porqué? sino "¿Vale, y entonces qué?"
Estos días he leído la ópera prima de Luisa Cuerda, Relato con boxeadores, que se publicó como De puños, almas y otras derrotas el año 2003. Una eternidad. Para conseguirla tuve que pedirle a un librero de verdad de los pocos que quedan que la consiguiera a través de la distribuidora Prólogo. ¿Porqué? Que no, que "¿porqué?" no; que "¿y entonces qué?". Pues ahí con Cuerda se puede ver muy bien, con mucha claridad y una atmósfera suprema lo que yo explico tan mal. He guardado el relato junto al de Mary Shelley, Frankenstein, por la afinidad del tema, por la claridad, por la atmósfera y por la orfandad de los monstruos y la indefensión de los expósitos.
Los niños de San Ildefonso acaban de cantar el 6381 y la madre de uno de ellos estaba llorando como una cronopia no porque no le haya tocado, sino porque su hijo ha tenido la gracia de nombrarlo.

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