2.12.07

La página en blanco

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
Underwood girls, Pedro Salinas

o existe para mí la sensación de la página en blanco. He oído hablar alguna vez de esa sensación o dificultad y cree poder entenderla. Más bien mi problema es que siempre tengo algo que decir y hasta la razón y el silencio necesario para moldearlo. A veces en un pedacito de papel (siempre lo llevo por si aparece una frase al vuelo), otras en el cuaderno de turno –que me recuerda a los que llenaba Carmen Martín Gaite, otras en las “Toshiba Satellite girls” (parafraseando las “Underwood girls” de Pedro Salinas). En un tiempo, cuando yo vivía, me gustaba mucho la poesía de Salinas, y hasta que hubiera sido él nuestro primer traductor de Proust.
Mis teclas no son blancas y redondas, tienden a buscar la cuadratura del círculo y son negras como semifusas. No brillan, cosa que perjudicaba mucho los ojos de los que mecanografiaban con una Underwood. Y sin embargo la tecla espaciadora empieza a satinarse por los continuos golpes del pulgar. La única sensación especial que tengo cuando escribo es que o utilizo más la mano izquierda o/y que vas más rápida que la derecha. Pero tal vez la tecla espaciadora es la que más uso. Si admito alguna otra sensación, es la de que estoy escribiendo una enciclopedia.
El orden del día de hoy ocupa dos líneas:
- Que ya me gustaría a mi saber de donde saqué que Julio César había dicho que en España hay dos tipos de pueblos, aquellos con los que se puede negociar y aquellos con los que no se puede negociar.
- Que ya hice lo que tenía que hacer con el Killer Samurai Sudoku de la dinámica de los ojos vendados (v. post del día 26 de noviembre pasado)
He estado perdiendo el tiempo buscando la cita de Julio César. En realidad, puede que esa cita la tuviera deformada en mi cabeza por culpa de otro Julio, Caro Baroja:
César estableció una relación curiosa entre el valor y la fiereza, de una parte, y la falta de relaciones comerciales, por otra.” (Julio Caro Baroja. Los pueblos de España. Madrid: Istmo, 1990. 6ª ed., vol. I, p.181)
Ahora estoy empezando a pensar si la cita no sería de Augusto, que tuvo que venir en persona y mandar crucificar los pueblos resistentes de la cornisa cantábrica y atlántica cuando ya hacía más de doscientos años que se había conquistado a los turdetanos sin apenas derramamiento de sangre. Cádiz, la ciudad más antigua de Europa, no se resistió. En los Comentarios a las Guerra de las Galias el César prácticamente abre el libro diciendo:
“De todos, los más valiente son los belgas, debido a que están muy alejados de los refinamientos y de la civilización de la Provincia y a que los mercaderes no llegan muy a menudo hasta ellos, ni tampoco les llevan el tipo de cosas que sirve para afeminar el carácter, y también a que se encuentran muy cerca de los germanos –que habitan al otro lado del Rin-, con quienes están en guerra continuamente”. (B.G., 1,3)
Julio Caro Baroja se debió de referir a este párrafo. ¿Pero cómo podía haberlo transfigurado yo en decir que en España hay dos tipos de pueblos, aquellos con los que se puede negociar y aquellos con los que no se puede negociar?. Seguiré buscando.
De todas maneras no es una cuestión de escrupulosidad o eruditismo. Encima, a cada momento se dan en este país ejemplos que dejan las observaciones del general romano, o las conclusiones que extrajimos de ellas, en algo que ya no tiene vigencia. Por ejemplo, leemos en “La Vanguardia” del 29 de noviembre: “El PNV logra 13 millones y el BNG otros 51 tras salvar a la ministra de Fomento”. De ese titular se extrae que los pueblos de la cornisa cantábrica y atlántica han entrado en la dinámica de la “negociación”. Vamos a llamarle benévolamente “negociación” a ese trapicheo. Crónica adentro leemos: “Sin embargo, el apoyo a la ministra tiene un coste en Galicia, pues esta es probablemente junto a Catalunya [sic] la comunidad en la que Magdalena Álvarez concita más rechazo, a pesar de que sus dos abuelos varones nacieron en Lugo, desde donde emigraron a Andalucía. Hace tres años, en unas declaraciones a micrófono cerrado que trascendieron públicamente, la ministra se refirió al “Plan Galicia de mierda”.
Dios, y qué de cosas se vienen a mezclar en todo. Yo soy un poco bruta. A pesar de que estoy oyendo incansablemente el concierto para piano # 1 de Brahms, incluso cuando esto escribo (con las chicas Underwood hubiera sido poco menos que imposible), toda esa basura de negociaciones para impedir la reprobación de nuestra caricatura de Madeleine Albright de Fomento, me repugna. A ver si la basura de políticos de medio pelo que hemos elegido (¿?) se piensan que todo se arregla con dinero. Ya están empezando hace meses a traicionarse entre sí y contra ya sabemos quien los que pactaron con el PSOE, para conservar su espacio de poder. La idea de que todo se arregla con dinero se ha apoderado de la opinión pública (o se quiere apoderar). Con la animación de la campaña estival de las infraestructuras insuficientes y obsoletas de Barcelona, ha cobrado cuerpo. Sobre todo cobrado. No se habla de gestión. Cuando se habla de responsabilidades es de juzgado de guardia. Se habla de dinero. Si no se da el servicio público de cercanías de RENFE como hay que darlo, se les dice a sus usuarios que se les va a facilitar gratuitamente. Como si todo fuera cuestión de dinero. Y no es una cuestión de dinero. O, por lo menos, no sólo es una cuestión de dinero.
Lo que no se me olvida nunca es lo que dijo Quinto Servilio Cepión a los que asesinaron a Viriato, cuando fueron a buscar su recompensa, “Roma no paga traidores”.
El segundo punto del orden del día es el de la solución al Killer Samurai Sudoku. La solución del sudoku propiamente dicho la incluí al pie del post con un enlace, para no sobrecargar la entrada. No, me refiero a mi reacción ante el engaño terapéutico de la dinámica de los ojos vendados.
De las dos clases que siguieron la del día de las sillas traidoras, la primera la abandoné en el descanso por otra obligación. La segunda y última fue dirigida o llevada por otra psicóloga –está ya con los espolones crecidos- y efectivamente, al final, nos pasaron una encuesta. En la sección de “comentarios” escribí aquello de que no consideraba el golpe en la rodilla ni necesario ni lícito. Me acordé más de las palabras de L.C. que de todos los golpes en la rodilla que me he llevado. Pero lo hice no tanto por el registro akhasico o akashasico mío, el de mis reacciones, como para que los del curso no lo vuelvan a hacer mal, y que si lo hacen se acuerden de mi comentario.

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