29.6.08

Agua


e dejó algo decepcionada el libro de Joaquín Araújo sobre el Agua. Joaquín Araujo, entre cuyos cargos se encuentra el de presidente del Proyecto Simio de preservación de chimpancés, gorilas, bonobos y orangutanes, da su nombre a un libro que tiene formato de coffee-table book, que es muy pesado y que extrañamente no indica el tipo de papel que se ha empleado en su impresión. Lo digo porque Araújo en su web ostenta una biografía en la que destaca el apartado de dimisiones por razones mucho menos nocivas o cuestionables que la acidez del papel. Araújo creo que acompañaba a Félix Rodríguez de la Fuente en aquellos documentales que en mi opinión eran horrendos y se refocilaban de manera sensacionalista en algunas costumbres de la fauna que ofendían el buen gusto y el naturalismo. Aún hoy, muchos años después de las emisiones de "El hombre y la tierra", cuando simplemente oigo la sintonía en el móvil de un compañero de trabajo, me indigno. Mi indignación no ha disminuido ni ha aumentado, tampoco se ha transformado. Es una indignación totalmente evolucionada.



En cuanto al naturalismo mi sensibilidad está cerca de Ignacio Abella, por ejemplo, cuyos trabajos son una muestra del consabido pensamiento global de acción local, de sabiduría, de una elegante sencillez y de un rigor que me parecen ejemplares. El libro de Araújo por el contrario tiene muchas fotografías, todas ellas de autores muy reconocidos de Magnum o tipo National Geographic. Sin embargo, tiene solo un 2 % de texto, y eso porque está en inglés y en español. Como estoy en mi blog me permito la libertad de decir que parece un libro hecho con mucho dinero (¿de la Exposición de Zaragoza?) pero con pocos frutos. Es un poco como el prestigiado Premio Príncipe de Asturias, que a mi entender tampoco sirve para nada porque ratifica valores ya cotizados y porque es el único esfuerzo por lo cultural o lo científico del principado que trasciende. ¿Se hace algo más? ¿Se nos pretende hacer creer otra vez más que la cultura también es una cuestión de dinero?
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El recorrido que sugiere la antología de Araújo o al que él ha dado su nombre está con creces compensado por el post que el Hermitaño publicó esta semana que secundo totalmente. Una delicia. Las fotografías, volviendo a lo dicho, pertenecen a autores famosos e incluso algunas de ellas son famosas por sí mismas, como la de la boca de incendios de Harlem con la que se refrescan gozosamente dos negros, de Leonard Freed, o la del hombre saltando un charco , de Henry Cartier-Bresson, la pareja bajo la lluvia de Cristina García-Rodero, o la del segregacionismo, de Elliot Erwitt. Con muchas fotografías, las "tipo National Geographic", me pasa como con la publicidad estupendísima de los diarios. Me explico: por ejemplo, al hojear diarios como "El País", y ya no digamos "La Vanguardia", me sorprende ver a todo color artículos de lujo que nunca alcanzarán la mayor parte de sus lectores más que en un exceso o extravagancia que les saldrá cara. Un coffee-table book como el de Araújo tenía que llevar las cataratas de Iguazú y una imagen de los icebergs a la deriva en la Antártida, además de los acantilados de Moher, algún atolón polinésico, un arrecife caribeño y por supuesto un niño oriental o africano cargando agua. Paradójicamente para tomar esas fotografías el pijerío tiene que consumir una enorme cantidad del enemigo principal del agua: el petróleo. Hay que decir a favor del libraco que hay también una imagen de un avión "eurofeo" surcando el firmamento y dejando una nube apestosa y sórdida.
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A pesar de que en el libro aparecen imágenes que ilustran el loto a flor de agua, el parto en piscina, la cloaca, el acueducto, la noria, la presa, el arrozal, el Ganges lejos del Himalaya, el agua que alivia de la sed y el calor; a pesar de las imágenes del agua-océano, el agua-río, el agua-glaciar, el agua-delta, el agua-orilla, el agua termal, el hielo convertido en agua, el agua convertida en hielo, en cristal, en espejo, en carámbanos, en barrizal, en ola, en tsunami, en chapapote..., noto a faltar la humedad, el manantial, el torrente, la alfaguara, la corriente, el remolino, el aljibe, la espita, el puente, el arroyo, el cauce seco, la nube, el granizo, el rocío, el orballo, la escarcha, el vapor, el arco iris, la avalancha, el alud, el aluvión, la ensenada, el delta, el fondeadero, el pozo, la acequia, el abrevadero, la marea, la resaca, la marejada, la marejadilla, el promontorio, el buen puerto, el barco hundido, el ahogado, el chapuzón, el agua bendita, la humilde burbuja, la espuma venusina de las orillas, la pompa de jabón, el estanque dorado con sus carpas y el botellín de agua del grifo que lleva la vieja en el bolso y que bebe a gollete cuando le da la tos seca. Que sin agua no se puede vivir.
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Dejo como track de regalo en el tocadiscos virtual una canción de la angloindia Susheela Raman, sobre Maya, lo ilusorio. Así como ayer decía que "Hurricane" tenía un arranque incomparable, hoy digo que "Maya" tiene un final glorioso. La buena música es capaz de despertar una alegría embriagadora. Me hago un lío con el sánscrito y nunca sé si es bhakti o shakti, confusión que viene a ser como la que hay entre el seso y el sexo en los hablantes gallegos. Pero, ¿acaso no son lo mismo?

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