28.2.09

El efecto mariposa y el efecto fontanero


A Maite Hernández Seisdedos, con quien finalmente nos pudimos encontrar tras un trayecto mío de taxi, emocionante, para el que no tuve la precaución de tomar biodramina

Al Dr. Agustí Alsina, in memoriam.

El "efecto mariposa" es un concepto que hace referencia a la noción de sensibilidad a las condiciones iniciales dentro del marco de la teoría del caos. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas totalmente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande (Wikipedia)

El accidente o incidente de la esquina de la calle Llobregós con el Paseo Maragall, ese choque brutal de un automóvil a manos de un conductor descontrolado, estoy segura de que a los que por allí solemos pasar nos recordó otro accidente o incidente que hubo en otoño. El choque no se produjo allí, en esa esquina, pero el camión que colisionó en la esquina que hay delante (en el otro lado del Paseo, en la calle Petrarca) bajaba marcha atrás desde bastantes metros arriba de la calle Llobregós. No he conseguido saber con total certeza si era un camión de BCN neta (Barcelona limpia), pero de lo que sí tengo casi la seguridad es de que se trataba de un camión que no tenía el freno puesto. Al parecer eso mismo ocurre más de lo que parece y aparece. La calle Llobregós tiene una leve inclinación como de 10 º hacia el Paseo Maragall, así que el camión fue cogiendo velocidad hasta que se fue a encastrar en la tienda de deportes de la acera de enfrente. Habían acabado de rehabilitar la cubierta del edificio, pero la esquina quedó deshecha. Eso me recordó a James Dean, que murió maquillado. Ya sé que la relación entre los dos sucesos es muy disparatada o parece cogida por los pelos, pero así estamos. La memoria emocional funciona así.

Mi cuñada (R. Mª), mi hermano y yo estuvimos un buen rato analizando cómo podía haber bajado el camión derechito marcha atrás hasta Petrarca siendo como es que la calle Llobregós no es una calle recta. Llegamos finalmente a la conclusión de que al ser el lecho de una riera, probablemente, cualquier cosa que caiga por esa especie de cauce siempre seguiría el mismo recorrido, como un burro. También coincidimos en ver la masacre que podría haberse producido si el accidente o incidente en vez de producirse a las 16:30 se hubiera producido un poco más tarde, cuando pasan los niños y sus acompañantes a la salida de varios colegios que hay por allí. De hecho, nunca nunca nunca se me ocurre pasar después de las 16:50 por el Paseo Maragall entre Plaza Ibiza y Can Fargas porque es impracticable. La barrera humana que se forma (o inhumana) adquiere dimensiones desalentadoras y no digamos un viernes que se junte con los carros de la compra.

El Señor en su perfecta sabiduría no sé si interviene en este tipo de desastres, sea para evitarlos o para lo que sea, pero lo que sí es cierto es que no dará abasto y que no hubo ninguna víctima y que ni siquiera hubo un ataque de nervios. Por lo tanto todo acabó felizmente, volvieron a rehabilitar el edificio y los niños siguen haciendo sus melés con sus madres o abuelos y sus carros y sus bocadillitos de jamón en dulce. De todas formas, durante mucho tiempo cada vez que la gente del vecindario pasa por la calle Llobregós inevitablemente recuerda esas colisiones. La asociación de ideas no es bien bien el efecto mariposa, se me dirá, pero estructuralmente lo recuerda, especialmente ante reacciones humanas e inhumanas incomprensibles.

En realidad este post tracta del “efecto fontanero”. Se me preguntará, si es que hubiera alguien por ahí, ¿y qué es el “efecto fontanero”? Pues el efecto fontanero es todo aquello que sinérgicamente aumenta el éxito y la bonanzibilidad de nuestras acciones. El otro día le explicaba al psicólogo del personal del Institut Català de la Salut (ICS): “Mira, S., yo siempre he tenido mucha suerte con los profesionales. El fontanero (Albert Español), el electricista (Òscar Español), mis dentistas (Eduard Agustí, q.e.p.d. y Juan González-Caldeiro), mi endocrinóloga, mi costurera (la Sra. Rebollo), la bordadora (Sra. María), mi madre, el administrador que había en mi comunidad de propietarios cuando fui presidenta (Iván Diéguez), etc.” Entonces S., el psicólogo del ICS, me repuso: “¿¡El fontanero!?”. Y le contesté: “Ya lo creo, si hubiera buenos fontaneros, vosotros los psicólogos no tendríais tanto trabajo o las cosas no llegarían tan lejos y las personas estarían más sanas y tranquilas”. En verdad, le dije, tú con quien tendrías que hacer la terapia es con los fontaneros y así cerraríamos los círculos. Y ¿quién nos dice que los psicólogos no se pongan en contacto entre ellos para …”¿sincronizar?” a sus pacientes impacientes? En realidad no sé si eso está permitido en su código deontológico y es una barbaridad.

Siento mucho no recordar ahora absolutamente todos los buenos profesionales que he tenido la suerte de encontrarme y cuyos servicios he pagado con gusto y sólo lamento que no puedo recompensarlos con un trueque y poderles ofrecer algo que yo supiera hacer. Y es que yo no sé hacer nada. Yo si acaso sé organizar el desorden material.

El Dr. Agustí, fue mi odontólogo durante muchos años porque a los nueve me atropelló un SEAT 1500 y sólo me golpeó en el fémur izquierdo pero como yo no pesaba ni 30 kilos volé 12 metros y fui a dar contra el bordillo del Paso de la Muerte (ahora llamado Paseo Pi i Molist). El Paseo de la Muerte o Paso de la muerte era el nombre con que se le conocía popularmente hasta que el número de víctimas hizo recapacitar al Ayuntamiento. Eso llevó años. Muchos años. Si en vez de darme en la boca me hubiera dado un poquito más arriba yo no estaría aquí. Ni aquí ni en ninguna parte, como es natural. La madre del taxista, extremeños los dos, me vino a ver cuando convalecía y me trajo una figurita de Avon que era una dama con su miriñaque cuya cintura se desenroscaba y revelaba una botella de agua de colonia que olía a rosas. Así, digo, yo iba bastante al dentista y casi nunca me hizo daño. La única vez que me hizo llorar fue cuando supe que se murió (*). Una vez, mientras me practicaba una endodoncia observó que me caían unas lágrimas como garbanzos de los ojos. Al acabar la intervención me preguntó si me había hecho daño. Le contesté que no, que es porque sonaba Mozart. Era el andantino del concierto para fagot KV 191.

La primera vez que yo supe de la frase de Adorno (“Tras Auschwitz no se puede hacer poesía”) fue en el prodigioso blog del Aviador Capotado, una entrada con el conflicto milenario en Palestina. Le dejé mi primer comentario en esa entrada precisamente:

"Lo malo o lo bueno o lo que sea que es, es que en el fondo parece que se quieren. No he conseguido entender qué ocurre en Palestina. Eso no quiere decir que entienda lo que ocurrió en Auschwitz, por supuesto. Pero lo que sí entiendo es que Adorno no era poeta ("zapatero, a tus zapatos"), que la poesía no es un adorno y que hay poesía para cuando hay frío. Por eso y no por otra cosa yo diría que fue que Quevedo escribió en el soneto aquel del polvo enamorado "nadar sabe mi llama el agua fría" y que Aleixandre escribió lo de las "espadas como labios".De todas maneras, después de ver el video y de haber sobrevolado tu blog, a ver quien es la guapa que aterriza ahora. "

Ahora me he vuelto a encontrar la frase de los cojones, sí, "de los cojones", en otra novela (¡del año 2003!) y mi legendario mal carácter, mi irritabilidad, que no mi sensibilidad, se me ponen como si me hubiera picado una medusa o una hidra venenosa. Y es que además de no estar de acuerdo con la frase, estoy en contra y no quiero que se repita tanto. A fuerza de repetirla tanto nos la vamos a creer. Por favor, que los filósofos no se pongan a poetas, que los poetas no se pongan a filósofos, que los maestros no se pongan a hacer de madres o de tour-operators . Sólo a las madres de España les está permitido hacer de todo. Y mucho cuidado porque si bien es cierto que ahora hay muchas mujeres que quieren tener hijos no todas quieren ser madres, que es muy diferente. Vale ya. "Zapatero a tus zapatos".
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(*) Yo diría que con "se murió" se me ha escapado una gallegada o galleguismo, puesto que lo más correcto hubiera sido decir "se había muerto". Se ve que algo me queda de la total hegemonía del pretérito indefinido en la lengua familiar. Ahí lo dejo, ya que tanto si se murió como si se había muerto, yo lloré.


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