4.2.09

"La piel es lo más profundo"

 Jacques Tati, remedando una escena de Mon oncle (1958) 

“Ojo por ojo, diente por diente, y todos ciegos"
Gandhi

"Lo que os haga amar, eso haced"
Teresa de Ávila

En mis primeros pasos en la blogosfera leí en pantalla los consejos de un internauta que lucía en su  reciente contador de visitas una cifra de siete números. Me dejó impresionada, pero después he sabido que la cifra de los contadores –como la de los cuentaquilómetros, pero al revés- es algo que se puede retocar. Eso por un lado, por otro lado he visto que el número de visitas no es un indicador de calidad por sí mismo.

Lo que prevalecía en los consejos del mencionado internauta avanzado era que nunca nunca bajo ningún concepto había que dar pistas sobre otros blogs, y menos sobre los potencionalmente rivales. Que si tomábamos una idea de otro blog, aunque fuera para criticarla, jamás de la vida había que enlazarlo “ni de broma”. Esta recomendación me desazonó un tanto por estar además teñida de un cinismo que me resisto a juzgar y a reproducir, y que por otra parte no sabría ni siquiera esbozar. Ya nos hemos referido en la enciclopedia a las dos perversiones opuestas: el proteccionismo amiguista y el clásico asinus asinum fricat (“el asno se rasca con otro asno”). Sin embargo, no podemos abandonar dos convenciones de la convivencia tipográfica: la cita y la remisión.

A veces en *ALFB me he visto tentada de recrear una yincana enciclopédica y hacer dar tumbos a sus sufridos lectores campo a través entre post y post, de enlace en enlace hasta entrar en un bucle o solipsismo del tipo “PROSTITUTA. Véase Ramera” “RAMERA. Véase Prostituta”. Pero doscientas y pico entradas no dan para tanto y de momento me tengo que conformar con las citas directas e indirectas y con las remisiones a otras fuentes o archivos. Prometo que no tengo manera humana de citar el blog que aconsejaba ningunear otros blogs, porque no conservé los datos.

La única razón de ser que tendría ahora marear la perdiz y hacer una yincana por la enciclopedia, sería la de llevaros a un lugar menos visible que el actual esas historias que como todo el mundo tengo, que tienen el mayor interés pero que –como afectan a terceros- hay que guardar en la mayor discreción. Cuanto menos se hable de los demás, mejor. Para explicarlas, porque ganas no me faltan, podría recurrir a aquello de que hablábamos el otro día, la técnica tipo “la cuñada del padre del novio de la peluquera de mi vecino”.

Lo que ocurre es que después de haber visto el vídeo trampa del Gran Wyoming de la Sexta a Intereconomía (una cadena rival que hace oposición al PSOE) y, más aún, después de haber visto la risa del humorista al revelar el fake, se me han movido un poco mis referentes de lo que está bien y lo que no está bien. De la misma manera que Paul Valéry, un poeta, dijera que la piel es lo más profundo, yo sostengo que el humor es lo más serio del mundo. Para quien no conozca la historia, el señor Gran Wyoming de la Sexta quiso hacer creer a Intereconomía que durante la grabación de un programa maltrataba verbalmente a una becaria:
"¿Cúando estás tú trabajando abajo voy a ver qué coño haces?"
"Ni 300 euros coño. Como si gana 300 millones, joder."
"Al final resulta que como no cobra un puto duro, no tiene porqué hacer su puto trabajo. Y no tiene ni puta idea, coño."
"Que traigan gente cualificada, que haga su trabajo y no toquen los huevos."
"Es que ya está bien, coño, la tía ésta de los cojones. Es que siempre son las mismas."

“El público”, que es uno de los diarios que se han hecho eco de la broma, ha lanzado una encuesta (“¿Te parece adecuado el método usado por el Gran Wyoming para poner en evidencia a Intereconomía?”) que hoy a las 19:43 habían respondido 14.861 personas, de las cuales un respetable 83% había votado que sí.

El fake o impostura tuvo un éxito relativo puesto que Intereconomía tenía el vídeo en cuarentena. A pesar de todo, el humorista de la Sexta se refociló con una cierta zafiedad, como se puede apreciar en el vídeo del enlace, diciendo poco más o menos que “se la había metido” a Intereconomía, insistiendo en el lenguaje metafórico de toda la broma. Dice “El público: “Para ayudar a Intereconomía TV a distinguir entre realidad y ficción la próxima vez, la periodista aclaró que “Di Caprio no se ahogó en el Titanic”. Evidentemente, pero para mí las frases del fake tienen exactamente el mismo valor que si fueran verdaderas porque no me remito a ninguna categoría moral (como sería la de la verdad o la mentira) sino a la de la realidad.

Creo que desde aquello de Tip y Coll de “dame la manita Pepeluis”, allá por los ochenta, no ha habido ningún humorista español que me haya conseguido arrancar ni una sola sonrisa. Ni Chiquito de la Calzada, ni su homónimo Miki Calzada “Miki Moto”, ni Andreu Buenafuente, ni aquel de las gafas de culo de vaso, nadie. Tal vez Los Morancos haciendo el caldo con un jamón colgado de una polea, siempre el mismo, o su personaje de la "tía,Jenny", o Martes y Trece imitando un call center. No sé si hay alguien ahora en la tele que esté a la altura de Jacques Tati.

Después de pensarlo y pensarlo creo que es legítimo, desde mi punto de vista, afear la actividad del Gran Wyoming y de otros tantos como él, por sus malas artes. Hay personas (ante ese relativo 83%) que creemos en el fair play o “juego limpio” y no creemos en el “todo vale”. Precisamente recuerdo la “enciclopedia” de Montaigne, sus Ensayos, cuando se refirió al prestigio que tenía en la Grecia clásica el engaño, siendo considerado en Roma todo lo contrario, algo indigno. Estoy dispuesta como mucho a admitir que es tan válido el engaño como el juego limpio. Nada más.

Dicho esto, paso a mis inofensivas historias de terceros, que finalmente no he enterrado bajo un montón de posts o un berenjenal de enlaces, pero que he introducido de una manera bastante disuasoria. La primera anécdota es sobre mi vecina de rellano. Un día me encontré su marido en la calle. Abrió la puerta principal y me cedió el uso del ascensor porque iba él con su bicicleta. Arriba estaba ella, con la puerta abierta de par en par y un deshabillée fulgurante. Yo, al abrir la puerta del ascensor hice como si nada, pero tuve que aguantar la respiración, que conste.

Otra historia de humor blanco y real es la del protésico donante de semen. Yo daba mis primeros pasos como bibliotecaria, como ahora estoy dando los primeros pasos como blogger. Trabajaba dos tardes a la semana en la Biblioteca Cambó del Hospital de Sant Pau con una beca, y otras tres tardes en la Biblioteca del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Cataluña. Una de esas tardes vino un estudiante de Prótesis para pedirme libros sobre materiales. Volvió otro día a por otro libro, me dijo que tenía sed y me explicó que era donante de semen. Le di agua. El tercer día ya sólo vino a por agua. Podríamos decir que la historia de este usuario de mi iniciación se correspondía en sus tres días con el esquema aristotélico canónico de introducción, nudo y desenlace, siendo la introducción el libro de materiales dentales, el nudo los libros, la donación de semen y la sed, y el desenlace la sed. Yo no sé si aquel estudiante era capaz de tamaño poder esquemático también para avanzar en sus estudios (verdaderamente creo que no), pero parecía tener un cierto despiste vital o atolondramiento. Se le veía un poco como flipado. Tal vez se gastaba lo que ganaba en el banco en maría, no sé. Y lo que extraje con bastante perspicacia para lo nueva que era es que: primero, yo no estaba allí para dar agua y, segundo, obviamente, que la gente que se exponía a la inseminación artificial no sabían con quien. Luego, con los años, conocí a una técnico de laboratorio que me explicó que uno de los centros barceloneses pioneros en la reproducción asistida hacía parte del proceso en un laboratorio diferente al del banco puro y duro y al de la inseminación. Entre paja y paja, con perdón, la persona encargada de transportar las probetas era una mujer, iba en moto y las llevaba en la raja del escote. El lugar más seguro del mundo. Pero todas estas cosas no se pueden explicar mucho, claro.

Para acabar, una tercera anécdota también muy corta es la de un vecino que enviudó y luego se volvió a casar. Mi madre me aseguró que la segunda mujer llevaba la ropa de la difunta. No me digáis que no es un relato digno de Segundo Piloto.

Ahora ya están muertos. No digo el protésico donante, ni mis vecinos de rellano, digo Tati, el viudo y sus mujeres. A mí esto me ha hecho recordar hoy a Juana de Valois, santa cuya canonización se celebra hoy, y cuya historia –verdadera o no- encoge el corazón. Santa Juana de Valois era hija del rey de Francia Luis XI (con el que yo le encuentro un notable parecido) y la reina Carlota de Saboya. La desilusión del rey ante su nacimiento, en vez del esperado delfín, la fealdad de la criatura y las deformidades que se revelaron cuando no tenía ni 5 años, hicieron que su padre la apartara de la corte con fastidio y vergüenza. Excusamos la historia de su matrimonio convenido apresuradamente ya en temprana edad y vamos directamente al fin de sus días:

"Juana de Valois en 1499 se traslada a Bourges y luego funda una congregación femenina para ayudar a los enfermos y celebrar la Anunciación y la Encarnación. La regla de la nueva orden de la Anunciada fue aprobada por el papa en 1501. En el monasterio construido por ella pronuncia sus votos en 1503. Desgastada por el ayuno continuo al que se sometía murió el 4 de febrero de 1505, tenía apenas 40 años. Se encontró sobre su cuerpo lacerado un singular cilicio: un trozo de laúd, había clavado en él cinco clavos de plata, en recuerdo de las cinco llagas de cristo, y lo mantenía fijo a su pecho por un círculo de hierro. Su esposo que la había humillado y rechazado tantas veces hizo celebrar en su honor grandes funerales, fue beatificada en el siglo XVIII y canonizada el 28 de mayo de 1950." (Wikipedia).
Se non è vero, è ben trovato.

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