25.2.09

Las apariencias

En la señal: "Girada tancada autobús" (esp. "Curva cerrada de autobús). Foto: Aaoiue

Primicia:


Tras hacer la foto, esperé que el semáforo se pusiera en verde para mí y me dirigí al señor del quiosco. Le compré 5 tarjetas de metro y le pregunté si la esquina y el muro de ladrillos se los había comido el 39 o algún autobús de Authosa, o incluso el 19, que sube por la izquierda. Pues no, había sido un coche.

Este post será recreado el jueves o así y versará o (a la vista de tanto baboso de la poesía) digo que "tratará" de tratar sobre lo mucho que nos engañan las apariencias.


"La propia Caballé que me negó sus favores,
La diva que pasaba tanto de cantautores
Llamó para decirme: “Estoy en deuda contigo,
Mola más tu Madrid que el aranjuez de Rodrigo.”"
Joaquín Sabina, El joven aprendiz de pintor


“¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.”
Francisco de Quevedo, Letrillas satíricas


"Xa sendo noite oscura
dinche que é noite crara;
xa estando o mar sereno
che din que fai borrasca,
e tanto te confunden
e tanto te acobardan,
que anque falar quixeras
tal coma Dios che manda,
non che digo nada...
¡Pero vaia! "
Rosalía de Castro, Cantares Galegos


A pesar de que quería dejar este post para el jueves o el viernes, me doy cuenta de que estamos al límite de Carnaval, la fiesta más propia para tratar las apariencias. De hecho hoy es el primer día de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, y además es día de ayuno y abstinencia. Por lo tanto seré breve (buena no puedo).
Aunque por el título (“Las apariencias”) lo mismo podríamos referirnos a la ostentación que a los trompe-l’oeil o trampantojos, esta entrada se va a limitar a la segunda acepción, la de las trampas, efectos ópticos, prejuicios sin fundamento, espejismos, etcétera. He elegido por tal motivo una letrilla satírica de Quevedo, que Paco Ibáñez popularizó mucho en los sesenta y que sigue tocando incansablemente en sus conciertos. Del mismo poeta, de Quevedo, tendríamos otro ejemplo ("Poderoso caballero es Don Dinero"), donde principalmente se demuestra que gracias al dinero se obran milagros y maravillas. También he elegido un cantar de Rosalía, que glosa una canción popular, puesto que hace una correlación entre el Carnaval (gal. Antroido) y la confusión que se produce en la sociedad que le tocó vivir, en la que pasaba por honrada gente que no lo era y al revés, o en la que pasaba por entendido cualquiera cuya reputación estuviera avalada por su dinero, y así por el estilo.
Ayer, al leer un post de Profesor en la secundaria, y encontrarme con una referencia al poeta Joan Brossa, me acordé de algunas anécdotas que tuve la ocasión de presenciar. Yo a Joan Brossa lo conocí varias veces y ninguna. Quiero decir que en diversas ocasiones me encontré con él, pero nunca hablé con él. La primera vez fue el invierno de 1979, en el piso de unas amigos en la calle Génova, un edificio un poco peculiar a tocho visto de Ricard Bofill senior. Llamaron a la puerta y mi amiga se estaba duchando y me pidió que abriera yo. Era Joan Brossa su camisa de cuadros oscuros de franela y sus zapatillas de cuadros de franela también Wamba. Me acuerdo que a veces me encontraba en el ascensor a Marta Pessarrodona y que tenía las uñas enlutadas, es decir que las llevaba negras y mugrientas, y que eso me causaba un poquito de repelús. El bloque era de un arquitecto de la Gauche Divine pero sus habitantes pertenecían a otro grupo social que reta toda clasificación. Brossa no excelía por sus habilidades sociales, por lo menos con los anónimos. Luego, a lo largo de los años, me lo encontraba en la línea del 31 que bajaba por la Avenida Virgen de Montserrrat o en la Filmoteca, donde entraba como Pedro por su casa, sin pagar, ni mostrar ningún pase o abono, y se sentaba siempre en el mismo sitio. Os prometo por la salud de mi canario Trini que indefectiblemente, cada vez que lo encontré en el 31, que fueron por lo menos 5 o 6 veces, siempre se abría paso hasta la puerta de salida de tal manera que causaba un cierto desconcierto, irritación incrédula e indignación entre los pasajeros. De acuerdo con su apariencia (la camisa de cuadros oscuros de franela, las zapatillas de cuadros de franela Wamba, la chaquetita gris alivio, la barba descuidada), cuando la gente se volvía con encono y sorpresa, se sosegaban al ver que estaban ante un pobre viejo infeliz y senil. Y Brossa por aquel entonces era el único poeta a sueldo del Ayuntamiento de Barcelona. Es decir, tenía una renta vitalicia. Y en varios lugares de la ciudad se encontraban ya algunos de sus poemas visuales, todos ellos maravillosos.
Si no lo hubiera conocido a través de mis amigos de la calle Génova (que pronto se mudaron a la calle Escocia y después a Concepció Arenal, en el barrio de San Andrés), lo hubiera conocido de todas todas porque fue tratado por otro amigo oftalmólogo, al que para más Henry había sido presentado por una de las jefas que he tenido en mi trayectoria laboral. Tanto ella, como su marido, el antropólogo Isidre Vallès (su viudo), como Joan Brossa, están todos muertos. Y Maria Mercè Marçal, que dedicó alguna poesía a la mujer de Brossa (Pepa Llopis), pero no recuerdo que hubiera dedicado ninguna al poeta, la Marçal también murió, el año 1998. Pepa Llopis no sé si vive, pero era o es un sol. Por esta razón (porque hay muchos difuntos) no voy a remitirme más que a la anécdota del autobús, que es muy significativa. La reacción de las personas que viajaban en la línea 31 o 32 cuando Brossa se abría paso con un poco de rudeza era siempre la misma. Esa observación también da que pensar. No es que les dé más razón, pero sí que es curioso que todas las personas reaccionen igual ante una misma actitud. También creo que probablemente hoy en día, como hay mucha más agresividad en los autobuses y las personas andamos un poco nerviosas, Brossa se hubiera ganado lo que no se hubiera esperado.
Las personas no somos lo que parecemos, parece. Sí, claro, eso también puede parecerlo si somos consecuentes hasta el final con lo que pensamos y aún más con lo que decimos, cosa que es peor. Tampoco las cosas son lo que parecen. Cuando nuestro conocimiento del mundo se ensancha y se ahonda, tomamos de ello plena conciencia y percibimos un cierto vértigo existencial que solo se puede manejar teniendo los pies bien puestos sobre la tierra y la mirada bien orientada hacia lo que nos tiene que importar verdaderamente. El mito de la mujer de Lot, que se convirtió en estatua de sal al mirar atrás, es muy elocuente.
Nuestros grandes poetas (Quevedo, Manrique, tantos otros) nos advirtieron sobre las falsas apariencias, pero está claro que no concretaron ni agotaron el tema. El tema es inagotable. Por ejemplo, hace poco supe que los jueces (los pobres jueces) se ven entre otras cosas presionados a dictar faltas como delitos y delitos como faltas según vayan las estadísticas del Gobierno de la nación. Si hay demasiados delitos se les sugiere que los reduzcan a faltas y si no, pues al revés. El trabajo de los jueces es muy penoso, muy difícil y creo que cada vez exigen una "vocacionalidad" (?) o "equivocacionalidad" para la que nadie está preparado. Además, por supuesto, ya se sabe que estos bailes retrasan los procesos judiciales y el retraso acostumbra a ser lucrativo para (algunos de) los abogados. Ahí, me dije, está toda la explicación o la sinrazón de que a casos que desde nuestra ignorancia civil consideraríamos equivalentes, se produzcan fallos dispares y extravagantes.
Como he tenido un acceso privilegiado a los datos de gestión de un hospital de tercer nivel (que para quien no lo sepa es superior a uno de segundo nivel y no digamos a uno de primero), también puedo decir el peso que tienen las estadísticas en las listas de espera. De hecho las de los hospitales catalanes se tratan en el primer trimestre del año en el Parlament de Catalunya. También podría prometer por la salud de mi canario que a los médicos cirujanos p.e. se les involucra en la gestión sanitaria indicándoles por ejemplo el número de prótesis que pueden utilizar en un año presupuestario para poder percibir sus incentivos en su integridad. Si ponen más prótesis pierden parte de los incentivos, por lo tanto debemos pensar que ofrecen a sus pacientes una alternativa en la sanidad privada. Y que lo deben hacer a ojo de buen cubero, si te ven que llevas unos pendientes buenos, lo que sea. Y hasta aquí puedo leer. Lo que no entiendo es tanto MBA y tanto economista para controlar el gasto intrahospitalario a costa de estos métodos que no son mucho más sofisticados que la cuenta de la vieja.
Por eso me convierto (Pulvis eris et in pulvis reverteris) en polvo enamorado ya mismo y me meto o me poso de lleno en el recogimiento del tiempo litúrgico en el que entramos y, zapatera a mis zapatos, me dedico a lo mío (que tengo hasta de sobras). Por cierto, Trini, mi canario flauta, ha cumplido este mes 11 años. Trini es auténtico.

Comentarios a la vista:


Joselu dijo...

Conocí a Joan Brossa en abril de 1998, unos meses antes de que muriera. Le dedicamos una exposición de poemas y objetos visuales en el instituto donde trabajaba en Cornellà de Llobregat. Eran tiempos en que enseñanza y cultura todavía podían ir de la mano. Me dediqué durante seis meses a investigar su obra, que ya conocía por alguna exposición que me había fascinado en la Fundación Miró, leí su poesía y varios libros críticos sobre su obra. Conocí asimismo a artistas que le habían tratado y galeristas que llevaban su obra. Me sumergí en Brossa. Yo era profesor de Literatura castellana -digo era porque ya no existe esta asignatura como tal- pero fui el que más me impliqué en su obra. Contacté con él a través de El rey de la magia. Accedió a venir al instituto y celebrar después una comida con los profesores y artistas de Cornellá. Esta idea de la comida fue suya. Los chavales del extinto COU trabajaron sus concepciones artísticas y yo fui un pesado haciéndoles participar de su cosmovisión mágica y simbólica. La impresión que tuve es que era un gran artista y un fenomenal poeta. Cuando lo conocí al final, creo que los dos simpatizamos. Bromeé en la presentación con él e ironicé sobre su obra y su sueldo del ayuntamiento. El acto ante el público fue espléndido. Proyectamos poemas visuales suyos y él tuvo la amabilidad de comentarlos, hizo sombras chinescas y algún truco de magia. Luego se abrió un sabroso debate. La comida fue una ocasión magnífica para intimar con él, y estuve hablando sobre su poesía y su obra más de una hora. Dejó la comida que le habíamos seleccionado y pidió dos huevos fritos. Es un día que no he olvidado. Para mí es uno de los principales poetas catalanes muy por encima del relamido y edulcorado Miquel Martí i Pol. Nos despedimos muy afectuosamente. A Pepa Llopis también la conocí aquel día. Brossa me pareció un hombre muy cordial a pesar de la fama de hosco que lo precedía. Conmigo y con todos estuvo extraordinariamente amable y comunicativo. Hablar le encantaba. Y yo le escuchaba con suma atención. Esta es mi historia con Brossa.
25 de febrero de 2009 21:09

Aaoiue dijo...

"Excusatio non petita, accusatio manifesta" dice la locución medieval y yo le doy la vuelta y digo que no hay ninguna acusación por mi parte. Hay personas que tienen muchas caras y que la apariencia de Brossa (como la del astrónomo turco de *Le pétit prince), se movía en el marco de algo que domina mucho en nuestro país. Como los genios a veces son impertinentes o simplemente groseros hay algunas personas que se hacen impertinentes para pasar por genios. En mi humilde opinión Brossa era las dos cosas: grosero y genial.
Tu historia con Brossa se la he escuchado a mi amigos que vivieron en Génova el año 1978-1979, al oftalmólogo (1994-1998), a mi jefa (1997-1998), al antropólogo viudo, etc. Por lo que siempre he pensado que tal vez lo que le pasaba a J.B. es que no trataba a todo el mundo por igual. Esto le pasaba hasta a Von Karajan.  La secundaria le da mucho dinero a la literatura oficial. Intereses es lo que hay.
Por lo tanto tu larga historia con Brossa está refrendada y aunque no lo estuviera la acogería con tiernas orejas viniendo de ti y lo que te "pareció" o apareció; sin embargo, lo que tú llamas "la fama de hosco" también está refrendada y en todo caso habría que situarla entre su naturaleza tímida o su naturaleza de clase y en el beneficio de la duda.
26 de febrero de 2009 8:02

Aaoiue dijo...
Por cierto, eres el primer profesor de literatura castellana [sic] que conozco.
26 de febrero de 2009 8:20

fmop dijo...
Perdonen mis queridos amigos que interrumpa su interesante diálogo. Un proverbio indio dice: “no olvides que debajo de tu ropa estás desnudo”. Bajo las apariencias no somos muy distintos aunque sí muy desiguales.

26 de febrero de 2009 19:17

Aaoiue dijo...
No sé, fmop, yo veo todo muy distinto, hasta los esqueletos tienen su personalidad. Y ahora que fue Carnaval puedo distinguir al más pintado por los andares, por la inclinación de la cabeza, etc. O también veo que hay quien se crece bajo un uniforme o sobre una tarima, o sobre un estrado, y que se arroga tanto su papel que sin darse cuenta no se puede despojar de él ni cuando el rocío de las eras se funde a su paso.
UN día por favor tú me tienes que explicar porqué crees que todo lo que me resulta fastidioso se me asemeja tanto entre sí, mientras que lo que me resulta fascinante también me resulta único y distinguido. 26 de febrero de 2009 19:30 


Post registrado en SafeCreative: A la flor del berro (1) #1105179237451