5.3.09

Deseos o/y intereses

Deseos en el templo de Meiji Jingu (Tokio)
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na cuando escribe nunca sabe no sólo donde va a ir a parar el post sino que ya se le escapa totalmente adonde van a ir a parar los comentarios que a veces se producen detrás o después del post. Eso tiene su gracia, porque si lo supiera probablemente no escribiría. Y no porque no me guste la versión definitiva del post o porque no me gusten los comentarios, ya que estos son la mayor parte de las veces mucho mejores que lo que Blogger privilegia en su diseño (la entrada). No, no. La gracia de escribir es escribir y luego también está en que si supiera cómo iban a acabar las cosas, para mí perderían bastante interés, por no decir todo.

Servidora es alguien que se debate entre el aburrimiento y la falta de tiempo. Es decir, a veces me aburro profundamente y sin remedio y otras veces, cuando no me aburro, me falta el tiempo. Parece hasta hoy que de la misma manera que mi aburrimiento es incompatible con la falta de tiempo, mi falta de tiempo es incompatible con el aburrimiento. Por supuesto si en algún momento el aburrimiento y la falta de tiempo coincidieran en algún período de mi existencia, sería para cortarse las venas. De momento me las he dejado largas. Por otra parte, durante una de mis temporadas de falta de tiempo me ganaba la vida leyendo muchos registros de quirófano de un hospital de tercer nivel y me di cuenta de que hay gente que, en su ignorancia, en vez de cortarse las venas se cortaba los nervios y su situación no sólo no “mejoraba” sino que empeoraba. Luego decían que era cortando jamón, pero yo sé que no.
Mi actualidad actual local se debate entre la falta de tiempo y la falta de tiempo, de manera que me angustia un poco ver lo mal que quedo principalmente por no poder atender no sólo mis deberes y compromisos, sino incluso con los placeres y dulzores de esta vida trabajada que tenemos. Me envían mecanoscritos que no puedo leer con la atención y el cariño debido, películas, mensajes, tengo a la familia como dejada de lado, los amigos protestan porque sólo me ven en Facebook y mis comentarios les alarman o escandalizan, la profesora de Yoga se sorprende de que abandone la clase antes de los últimos minutos, los de la relajación, etcétera. Se me dirá, pero ¿a qué correr? ¿pues no estás contigo estés donde estés? ¿a qué esas prisas? Y es verdad de la buena.

Uno de los vídeos que estos días he ido oyendo (sólo tiene una imagen fija) es uno sobre el
Webinario sobre Ho'oponopono. Ho’oponopono es una medicina hawaiana que los chamanes o kahunas utilizan para resolver los conflictos de los miembros de su aldea. Uno de los principales difusores del Ho’oponopono es Ihaleaka Hew Len. El vídeo tiene una duración de 2:54 horas, de manera que en mi estado el visionado era un empresa titánica. Aunque no he oído todo el vídeo, he extraído dos ideas –que no son precisamente las principales- pero que quiero trasladar aquí a la consideración de quien las quiera tener en cuenta.

La primera idea que extraigo es la de que nosotros creamos nuestra realidad y que cada persona con la que nos encontramos es una oportunidad para nuestra sanación y, en resumen, simplificando mucho, cuando más mejore nuestra relación con cada persona, mayor es nuestra sanación. Esto bien seguro va parejo a aquel pensamiento de Juan de la Cruz por el cual las personas nos tenemos que medir a los trabajos y no los trabajos a las personas. Cito de memoria. Creo que la frase está en la Subida al Monte Carmelo. Después de mucho darle vueltas a la frase se llega a la conclusión de que la cuestión es que las dificultades que nos vamos encontrando a lo largo de la vida las tenemos que acometer con las fuerzas de que disponemos. No podemos ni debemos sobrepasar nuestras fuerzas.

La segunda idea que he querido extraer del vídeo, donde hay muchas ideas, es una idea muy afín a Jung. Se trata de aceptar que hay una supraconciencia que es luz pura, luego está la mente intelectual y después –poco más o menos- está el subconsciente. Los patrones de comportamiento se basan en el subconsciente y es ahí donde hay que hacer la sanación. Un detalle que no me pasó por alto, a pesar de que mi atención estos días está en varios temas, es que si bien la mente consciente o intelectiva sólo es capaz de manejar “un solo dato”, por el contrario la subconsciente procesaría el equivalente a “once millones de datos”. Ahí encontré la explicación a mi forma de expresarme, que se debe de realizar en ese plano porque es el que más me interesa. Otra cosa es que le interese a todo el mundo.

Curiosamente el proceso de sanación del ho’oponopono se basa en la declaración de cuatro frases: “Lo siento”, “perdóname”, “gracias”, “te amo”. Esas declaraciones me recordaron lo que en la práctica yóguica conocemos como samkalpa, sánscr. “propósito”. Cuando me aburra, cosa que puede ocurrir en cualquier momento, impredeciblemente, soy tan capaz de releer los posts que he venido colgando en *ALFB a la luz de esos propósitos. Y es que yo diría que esas cuatro frases subyacen en su estructura de la misma manera que en el teatro que sigue los preceptos aristotélicos subyace la unidad de acción, lugar y espacio.

Debo admitir que a lo peor en alguno en vez de “Lo siento”, “perdóname”, “gracias”, “te amo”, lo que hay es “Ámame”, “la perra gorda para ti”, “me sabe mal, pero no tengo otro remedio” y “tú verás lo que haces”. Las cosas como son. Y lo que vale es “Lo siento”, “perdóname”, “gracias”, “te amo”, todo lo demás es caca.

Otra cosa que vengo pensando estos días, cuando no me saboteo a mí misma olvidando el móvil en casa o las llaves de casa en el trabajo, o dejándome el bocadillo sobre la encimera o el gas abierto, es también un poquitín difícil de explicar. Pero como las personas que a veces leen la Aapedia han demostrado tener una capacidad de comprensión incondicional y fuera de lo normal, yo haré lo que pueda y después los buenos entendedores ya harán el resto. Más no puedo. Lo que pretendo exponer es que siempre siempre hemos de pensar que por problemas que tengamos o creamos tener, siempre habrá quien estará peor. Esto debe ser tomado literalmente y no por el lado del egoísmo o de esa falsa mala conciencia que tienen los ricos y sobretodo los nuevo ricos por los pobres y los desgraciados. Debe ser tomado por el lado de que cuando nos dirigimos a otras personas no debemos ignorar que pueden tener problemas. Incluso pueden tener, como decimos en Cataluña, “poblemas”. Cuando preguntamos “¿Cómo estás?” y no nos contestan “¡Pues anda que tú!”, en realidad deberíamos interesarnos. Luego, en función de la respuesta, podríamos seguir o no seguir a tenor de lo que se nos dice. Si cada vez que nos sentimos malhumorados o malhumoradas, preocupados o preocupadas, enojados o enojadas, frustrados o frustradas, pensáramos que la otra persona o miembra que hay al otro lado del teléfono o de la mesa o de la calle o de la frontera, puede ser que ha acabado de recibir una mala noticia, o que a su hijo se le ha declarado una enfermedad complicada, o que le duele una vértebra dorsal, seguramente veríamos todo de otra manera. Seguramente no prejuzgaríamos y trataríamos con más tacto a todo el mundo. El rencor y el cálculo son otra materia.

Incluso si, por poner un ejemplo, el ex novio de nuestra hija la mata con un cenicero y luego por un decir presuntamente la tira al Guadalquivir y no la encontráramos ni viva ni muerta, hemos de pensar que el Guadalquivir está lleno de cadáveres y ceniceros, y que el presunto asesino está como un cencerro y que hay niñas que antes o después de matarlas las ultrajaron y que hay muchas desgracias en este valle de lágrimas y rencores, sin ser las nuestras o los nuestros las peores ni los mejores. Ni la Reina de las Marismas parece que va a encontrar a Marta del Castillo. Así que “lo siento, ex novio", “perdóname, Marta”, “gracias, Reina de las Marismas”, “os amo”.


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