13.4.09

Romeromaquia

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omo dije días atrás, vuelvo por aquí para dejar mis impresiones sobre la lectura de Los héroes huyen del enenmigo, novela de Agustín Romero Barroso. Ya viene una vez por *ALFB para disculparme ante Luisa Cuerda, la autora de Otra vida por vivir, De puños, almas y otras derrotas o Relato de boxeadores y de otras novelas que están por publicarse, de que yo hace tiempo que dejé de leer novelas. O debería más bien decir o admitir que dejé de leer ávidamente novelas. Mi crisis llegó con Nôtre Dame de París, que no pude acabar de leer, pero que no creo que tenga relación con Victor Hugo o con el realismo, ya que me leí Los miserables y La Regenta casi sin pestañear. Por alguna razón que debe de tener algo que ver con mi decadencia, el esfuerzo que me supone situar simplemente los personajes o las escenas es tan desmoralizador como pretender saberse los nombres de los personajes de una película china.
Otra posible explicación de mi falta de vigor mental o presencia de ánimo para leer una novela, sin desmerecer la de la decadencia, sería que hubo un tiempo en que tuve que leer demasiados libros que no me gustaban. Y eso pasa factura.
Uno de los primeros trabajillos que hice cuando aún era estudiante (o cuando sólo era estudiante), era en la cadena de montaje de un taller sumergido dickensiano. Muy bien muy bien no sé lo que hacíamos, porque eran piezas, pero recuerdo cuatro cosas:
1) Una de las operarias se trajo un tocadiscos pick up y me harté, nos hartamos, de oír los Bee Gees.
2) Cobraba 25 pesetas la hora. Creo que una tarjeta de metropolitano de 9 o 10 viajes costaba 125 pesetas.
3) Dos chicas perdieron la primera falange del dedo índice de la mano derecha en una semana.
4) El riesgo de perder la punta del índice se lo podía producir a sí misma cualquiera que por turno rotativo estaba en esa posición, al aproximar el dedo a un torno que se accionaba para remachar unos agujeros con un ojal metálico con un pedal.
La cosa de los Bee Gees fue empeorada al cabo de muchos años -puesto que todo es susceptible de ser empeorado- con la generalización del hilo musical. Fue en otro de los trabajos alienantes que he tenido que hacer para ganarme los garbanzos. Y por la misma razón, ese tormento acústico se vio agudizado en las Navidades de 1999 con siete horas de villancicos durante cosa de 10 días. Me salí con bien, volviendo a la remachadora siniestra, cutre y sórdida, pero me dejó secuelas psicológicas y parapsicológicas. El taller lo dejé a los 6 meses, en cuanto mi padre supo lo de los dedos. Y sin embargo, durante cosa de nueve años o más, por algún mecanismo profundo que desconozco, cada vez que yo escribía a máquina con mi Olivetti Lettera 32, al accionar la palanca del carro se me activaba el reflejo de levantar el pie derecho como si activara el pedal de la cadena de montaje. Todo esto para decir que si con 6 meses de participar en una cadena de montaje el cerebro se me estropeó tanto, ¿qué no sería de mis delicadas conexiones neuronales ante todos los textos que he tenido que asimilar a contracorriente de los que me dictaba mi corazón?
Dicho esto para situar la pobreza de mis impresiones librescas, entro en materia. Los héroes huyen del enemigo no sé si como título es una declaración de principios o simplemente un enunciado. Me resulta como la frase de todos conocida "los niños no se tocan la nariz", por la cual aunque aparentemente se nos sirva una afirmación de constatación de un hecho, en realidad lo que se nos está diciendo es que los niños se suelen tocar la nariz pero no deberían hacerlo. Conociendo un poco, pero que muy poco, el estilo tan personal y característico de Agustín Romero Barroso (ARB), me inclino a creer que el título no es meramente enunciativo.
He leído novelas en las que puedo asegurar que a duras penas había como mucho un par de ideas y ¡si al menos hubieran sido elaboradas! La novela del poeta en Llerena rebosa ideas y esa abundancia o la nitidez diamantina de algunas frases es lo que días atrás me evocaba el Paradiso, de Lezama, poeta en La Habana. Las ideas de la romeromaquia están exentas del tufo ideológico al que recurren algunos escritores como a clavo ardiendo o a pájaro en mano u otros que a buen árbol se arriman, siguiendo con la paremiología popular. El hecho de que ARB adopte el saber paremiológico y hasta los anacolutos de Santa Teresa, no descarta la asimilación de referencias literarias cultas pero sorprendentes al Quijote, a la Odisea y hasta bíblicas. La realidad que nos trasmite el autor no sé si permitiría a un lector del siglo XXII o XXIII reconocer nuestra época, puesto que tiene el detalle que le da un cómic al fondo y no se detiene como los bodegones en las capas de la cebolla bajo la luz porosa de la llama de una vela. Más bien se detiene en la peripecia pero con el paladeo de un cuentacuentos. Los cuentos que se cuentan en Los héroes huyen del enemigo (LHHDE) son de esos que hay que explicar con economía cunqueiriana y con una cierta gracia. La tienen.
La estructura es un recurso muy socorrido por los profesores de historia de la literatura en sus clases. En LHHDE podrían solazarse o regodearse durante una clase entera simplemente con las reagrupaciones de los tres grupos de personajes (por ejemplo ante un espejo o en el palacete modernista) y, no obstante, yo soy partidaria de que la estructura sea menos visible. Aparte de esa objeción que objetivamente es subjetiva y que sin embargo no me incomoda por ejemplo en la lectura de El conde Lucanor, debo reconocer que en mí se fundamenta en una manía. Otra.
Tengo la manía de que los escritores deben escribir como se habla. A cambio de eso creo que estamos en una sociedad en la que hay personas "a la violeta", como diría Cadalso, que hablan como se escribe. El futuro de la novela como género tal vez está en el cuento más o menos largo pero fluído y muy natural, sin menoscabo de entreverarlas con textos que pertenecen a otros géneros menores o no, como pasa con los "Testimonios expurgables" de LHHDE: las páginas del diario de Caricato, cartas como la de La Cañon [sic] o la del Telesforo al aprendiz de peluquero, los apuntes de Nerdo, la guía de Baruch, el artículo de Saxolfeo, etc.
El léxico prodigioso de ARB no solo en LHHDE sino en todo lo que le leemos los que vamos siguiendo su bitácora, parece inagotable. Es inagotable. Y creo que transcribe no sólo su conocimiento y su amor por el lenguaje y por los hablantes sino también su generosidad esencial.
Si tuviera que llevarme a la famosa isla desierta de las encuestas dos trozos de LHHDE con toda seguridad me llevaría en primer lugar el capítulo V ("En franca retirada"), antecedido por la frase jánica de Jenofonte: "a los de la retaguardia la marcha les parecía más bien una fuga". El capítulo cuenta con un tríptico con la apoteosis de Caricato con su muñeca inflable inefable, la que Saxolfeo alcanza con su acordeón en sintonía con la arcana armonía de las esferas y el monólogo de Telesforo.
En segundo lugar me llevaría la catarsis de la fuga, encabezada por la cita de Quevedo ("Sólamente lo fugitivo permanece y dura"), con el banquete de pajaritos y una especie de escena como las que oficiaba Petronio en su Satiricón y en la Roma del final del imperio.
Muchas impresiones son las que suscita LHHDE pero aquí dejo dichas las de mi disfrute, que total esto no es una tesis ni mucho menos. Por eso escribo un blog. Seguramente los profesores de historia de la literatura se detendrían en apreciar las complicidades con Cervantes, Quevedo y hasta con Tarantino, el capitán Contreras o James Bond. Destaco los guiños a Homero, Dante y el Quijote, en las alusiones floridas al amanecer ("cuando los rubios cabellos, ¡rubios cabellos!, del sol desaparecían del ámbito terráqueo") y al genio de Odiseo: "Así que se le ocurrió practicar una pequeña abertura en uno de los laterales de la barquilla [del globo] que era cerrado por una trampilla, hecha expresamente para ello. Así, Afanasol, solucionó el, al parecer, insoluble dilema de como orinar y defecar en las circunstancias en las que ellos se hallaban para bien de la humanidad y de todo en general". El mítico caballo de Troya tiene pues su correspondencia en la trampilla del globo para poder hacer las necesidades Pelandrusco, Golimbrón, Zarrampla, Afanasol y Baruch.
Creo que hace tiempo me lamentaba aquí de que hay autores en los que toda la acción del relato se me antoja un poco rocambolesca en el sentido de que hay mucha paja, o muchas pistas falsas donde se marea la perdiz o una montaña va a Mahoma. Estoy pensando en Agatha Christie, en crímenes cuyo despliegue de pruebas, personajes, etc. exceden el móvil en cantidades hiperbólicas. El asunto sin duda tiene su epistemología, y perdón por lo estupendo del palabro. La prueba definitiva de que ARB está en todo es que se nos advierte en el capítulo IV: "Para subvenir toda aquella operación tenían un dinero procedente de una herencia de un gran perseguido, que consiguió hacer fortuna por pura casualidad. Conviene que se diga esto para no reparar en gastos. De esta manera se cree que el poder del dinero explicará los sucesos imposibles que acaecen en las vidas de los que huyen y de sus protectores. Incluso hechos que parecen ocurrir por extraños juegos de magia, escrituras que desaparecen, imaginaciones imposibles, falta de verosimilitud. El dinero todo lo puede, ya se sabe. Sobre todo en una sociedad como esta o como aquella. Mucho puede el dinero, mucho se le ha de amar, que dicen". Es un golpe maestro y admirable. Epistemológicamente es perfecto puesto que ya sabemos que la novela como género está anclada en la familia y el dinero o viceversa.
P.S. Dedico humildemente y con la mejor intención estas impresiones no sólo a Agustín Romero Barroso, esperando que las acepte, sino a Corín Tellado, que murió el Viernes Santo, y a la escritora cubana exiliada Ana Cabrera Vivanco. Tellado empezó a escribir a los 20 años y se ha muerto a los 82. Como nos dejó 4000 novelas, aunque hay fuentes que señalan 5000, echando las cuentas salen unas 65 novelas por año y por lo tanto cosa de 5,3 cada mes. Vivancos, por su lado, cuando estaba en Cuba cuenta que escribía con una Parker que cargaba con mercromina (ahora escribe en un ordenador). Y lo que no dice, pero yo imagino perfectamente, es que no siempre tenía abundancia de papel.


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