30.10.09

Romeo, Julieta y Dulcinea




500 days of Summer  (Marc Webb, 2009)


 “Aquí dio un gran suspiro don Quijote, y dijo:
   -Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerla, y no compararlas” (DQ, I, cap. XIII)

“-¡Ta,ta –dijo Sancho-. ¿Qué la hija de Lorenzo Corchelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?
 -Esa es –dijo don Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo.
 -Bien la conozco –dijo Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¿Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora! ¿Oh hideputa, qué rejo que tiene, y que voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padres, y aunque estaban allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana…” (DQ, I, cap. XXV)

A T. y a C.

El otro día  Animal de fondo y yo parecíamos la pareja de “500 días juntos”, en parte. Animal, como a mí me gusta llamarle, porque el sintagma juanramoniano me resulta demasiado largo como apelativo, reflexionaba sobre sus lecturas de Séneca y Marco Aurelio y no recuerdo cómo llegaba a la conclusión de una especie de superioridad del amor con respecto a la amistad. Intenté reflejar entre los comentarios al post mi parecer, que es bien diferente. Remitiéndome a la amistad puedo decir que,  si hago algo más que una paráfrasis a Oscar Wilde -para quien el amor era para los cuerpos bellos y el dolor para las almas bellas- se podría afirmar que el amor es para cualquiera (puede ser hasta... ¿"injusto"?) mientras que la amistad es talmente como el dolor. Además le decía: “Bueno, yo en la "atracción instintiva" no reparo, más bien estaba pensando en la gracia. La "atracción instintiva", de la que tanto sabían en los bares de ambiente polinesio de mi juventud, por ejemplo, esos en los que una copita de un mejunje indeterminado con una sombrilla en el borde nos convertía a las chicas no sólo en seres asequibles y fáciles, sino casi en esclavas sexuales, es algo que dejo al margen. Desde que supe de un señor que después de haber violado a una niña con síndrome de Down y haberla asesinado pasando por encima de su cuerpo su coche en marcha atrás repetidas veces, había conocido "el amor de su vida" en la cárcel (una funcionaria de Trabajo Social), nadie ni nada me puede convencer de que el amor esté al alcance de cualquiera y que en todo caso es cuestión de suerte. Este señor podrá tener hasta hijos, puesto que los puede tener cualquiera, pero ¿amigos?”.

En realidad, por supuesto, mi punto de vista lo estaba forzando un tanto en aras a oponer algún argumento en un terreno tan edulcorado y habitualmente escrito y coloreado con purpurina, babitas y chantilly rosado. He conocido parejas dignas de admiración, y no sólo de estudio, como por ejemplo la que formaron mis abuelos de Fisterra/Finisterre, Pepita Marcote Canosa y José Mª Senra Xulián, cuyo matrimonio  fue un portento de amor y respeto. Se parecían más a Banner y Flappy que a Jesulín de Ubrique y María José Campanario, que ya es.

Estado crítico, el blog de Sergi Sánchez, da un buen análisis –que copio de cabo a rabo- de la película, y hasta casi coincidimos en el fotograma elegido para bloguearla:
“(500) días juntos ofrece importantes variaciones en la fórmula del género. Por un lado, aquí el hombre es el romántico, el soñador, el que desea un compromiso para toda la vida. La mujer es, por el contrario, la que prefiere la soledad y la independencia, la alérgica al anillo y la petición de matrimonio.
Por otro lado, su estructura dislocada y fragmentada, que rompe la linealidad temporal de esta relación predestinada al fracaso es muy pertinente. Mezclando el enamoramiento y el desamor, el debutante Marc Webb consigue que entendamos a la perfección los contrastes que ofrece el espejismo de un sentimiento mucho más complejo que el modo en que lo presentan las comedias románticas.
(500) días juntos tiene muy claro a qué público va dirigida. La banda sonora, que abarca desde The Smiths a Belle and Sebastian pasando por Regina Spektor, cómo una de las comedias románticas 'indie pop' más notables de los últimos años no escatima en guiños a su público tipo. La interpretación de Zooey Deschanel y, sobre todo, de un inspiradísimo Joseph Gordon Levitt logran que el espectador se identifique inmediatamente con los respectivos arquetipos que encarnan, y la intimidad de sus mejores momentos es preciosa y verosímil.
Habrá quién piense que la película tiene demasiados tics modernos estilo Sundance -el número musical, el sueño filmado como por un cineasta de la Nouvelle Vague- o que algún personaje no está bien aprovechado -el de la hermana del protagonista-. Personalmente creo que es una delicia, y que no me costaría nada volverla a ver.”

Al final de la película es Summer quien se enamora, aunque no de Tom, y es Tom el descreído, el que echa por la borda todas sus ideaciones románticas y hasta su trabajo como diseñador de tarjetas de felicitación. La película, para mí, y precisamente por eso, por la contradanza de roles, tiene un aire y algo más que un aire shakespeareano. Precisamente estos días andaba informándome sobre repositorios documentales en acceso abierto y sobre Sherpa y sus servicios denominados Romeo y Juliet. Esta costumbre de dar prestigio y relumbrón a los proyectos informáticos con nombres extraídos de la mitología griega o de la dramaturgia clásica no acaba de agotar el catálogo. Es más, incluso se impone como modelo a seguir y origina proyectos paralelos o filiales que siguen la broma. Lo curioso es que nuestro homólogo español se llame Dulcinea (*), y no Melibea, que a mí me parece que se correspondería mejor a Julieta que no la idealizada Dulcinea o la real Aldonza Lorenzo que olía a ajos y tenía la cara picada de viruela y chata (**). Si todo lo del proyecto va por el estilo lo tenemos claro... Así que el título del post de hoy no propone un trío imposible (más que nada porque La Celestina es de nuestro siglo XV) sino que más bien parece uno de aquellos ejercicios de lógica en que nos proponen tres o cuatro elementos de los cuales uno es el anómalo (plátano, manzana, supositorio y chirimoya).

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(*) "Dulcinea no es un acrónimo; su nombre se pensó intuitivamente por asociación con SHERPA/ROMEO, un portal internacional dedicado al análisis de las condiciones de copyright de revistas y editoriales, en el cual no están casi representadas las revistas españolas".
(**) “A esta sazón ya se había puesto don Quijote de hinojos junto a Sancho y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora; y como no descubría en ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar desplegar los labios. Las labradoras estaban asimismo atónitas, viendo aquellos dos hombres tan diferentes hincados de rodillas, que no dejaban pasar adelante a su compañera; pero rompiendo el silencio la detenida, toda desgraciada y mohína, dijo:
—Apártense nora en tal del camino, y déjenmos pasar, que vamos depriesa.
A lo que respondió Sancho:
—¡Oh princesa y señora universal del Toboso! ¿Cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia a la coluna y sustento de la andante caballería?
Oyendo lo cual otra de las dos, dijo:
—Mas ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano.
—Levántate, Sancho —dijo a este punto don Quijote—, que ya veo que la fortuna, de mi mal no harta, tiene tomados los caminos todos por donde pueda venir algún contento a esta ánima mezquina que tengo en las carnes. Y tú, ¡oh estremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazón que te adora!, ya que el maligno encantador me persigue y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para solo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en el de algún vestiglo, para hacerle aborrecible a tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te adora.
—¡Tomá que mi agüelo! —respondió la aldeana—. ¡Amiguita soy yo de oír resquebrajos! Apártense y déjenmos ir, y agradecérselo hemos.
Apartóse Sancho y dejóla ir, contentísimo de haber salido bien de su enredo.
Apenas se vio libre la aldeana que había hecho la figura de Dulcinea, cuando, picando a su cananea con un aguijón que en un palo traía, dio a correr por el prado adelante; y como la borrica sentía la punta del aguijón, que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó a dar corcovos, de manera que dio con la señora Dulcinea en tierra; lo cual visto por don Quijote, acudió a levantarla, y Sancho a componer y cinchar el albarda, que también vino a la barriga de la pollina. Acomodada, pues, la albarda, y quiriendo don Quijote levantar a su encantada señora en los brazos sobre la jumenta, la señora, levantándose del suelo, le quitó de aquel trabajo, porque, haciéndose algún tanto atrás, tomó una corridica y, puestas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dio con su cuerpo, más ligero que un halcón, sobre la albarda, y quedó a horcajadas, como si fuera hombre; y entonces dijo Sancho:
—¡Vive Roque que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán  y que puede enseñar a subir a la jineta al más diestro cordobés o mexicano! El arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la hacanea como una cebra. Y no le van en zaga sus doncellas, que todas corren como el viento.
Y así era la verdad, porque, en viéndose a caballo Dulcinea, todas picaron tras ella y dispararon a correr, sin volver la cabeza atrás por espacio de más de media legua. Siguiólas don Quijote con la vista, y cuando vio que no parecían, volviéndose a Sancho, le dijo:

—Sancho, ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se estiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora. En efecto, yo nací para ejemplo de desdichados y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asiesten las flechas de la mala fortuna. Y has también de advertir, Sancho, que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y entre flores. Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegué a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según tú dices, que a mí me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma.” (DQ, II, cap. X)

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