1.11.09

La buena muerte y la buena suerte




Foto: Vectorlw.
"Balcones de Betanzos"

Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home

Wallis Willis

Levame, meu carro, leva
pola meiga terra nosa
que a miña ialma saudosa
lonxe dela non se afai


Ramón Cabanillas
 
Por buena muerte no nos referimos a la eutanasia, de la misma manera que los antiguos no confundían la eugenesia con los "bien nacidos". Una vez aclarado superficialmente este extremo, podemos entrar de lleno en el tema de hoy, que lo primero que me sugiere es la devoción que le tenía mi abuela Consuelo a la Virgen de las Angustias. En especial le rezaba para tener una buena muerte, como así fue. Esto de las devociones va un poco por jurisdicción. Hay en Betanzos un santuario de las Angustias, por eso mi abuela era devota de esa advocación. Por ejemplo, mi madre dice que ni se me ocurra pedirle a nadie que no sea al Santo Cristo de Finisterre, el de la barba dorada, pero por otra parte lo... maneja... como manejan los jefes de las conserjerías de los hospitales a su contingente de celadores. Que si "no está para tonterías," que hay "cosas que no se le pueden pedir", etc. Son razones, las de mi madre, que me resultan totalmente arcanas puesto que a San Antonio lo marea simplemente si se le pierde la lista de la compra, una aguja o el calzador, algo que a mí me parece reparable y que no es como para movilizar ni siquiera a un beato ni mucho menos. Además, teniendo en cuenta que las cosas no desaparecen, y que por lo tanto ya aparecerán precisamente allí donde las dejamos en un momento de despiste o enajenación, ¿para qué buscarlas?

Una buena muerte es pasar el trance en un momentito y de la manera más plácida. Como los tibetanos, yo opongo la muerte no a la vida sino al nacimiento, cosa que también debe de ser un momento delicado y que estoy segura o tengo la creencia, mejor dicho, de que si no lo hiciéramos con  nuestra madre, de otra manera no lo haríamos. No sé si me explico. Venir a este mundo lo mismo que irse no es fácil. Estar tampoco. Ya puestos a decir también debo decir que en mis creencias -que la verdad no sé si están de acuerdo con los dogmas de mi fe-, en mis creencias, digo, también cuenta el hecho de que lo mismo que nos traen a este mundo también se nos lleva alguien que fue de nuestra confianza. Esto lo tengo tan seguro como que ahora es de noche y pronto apuntará el alba. La del alba sería.

Como últimamente esto de los difuntos también se ha corteinglesificado con el Halloween global, hay un baturrillo o batiburrillo del Día de Todos los Santos, el de los Fieles difuntos, las castañas del Magosto, los boniatos, los panellets y la Noche de Brujas anglosajona. Esto ya no hay quien lo aclare. Así que si mezclamos la muerte con lo esotérico, que no habría por qué, ya no hay por donde seguir. Baste con decir que para los que somos o procedemos de Galicia, los trances del nacimiento y de la muerte no son cualquier cosa. Y sin embargo no hace tanto que se velaba a los muertos dos noches en su casa, cuando ahora el trance es mucho más expeditivo y se confía al sector terciario de la defunción. Cuando se murió la última sobrina viva de mi abuelo yo la lloré mucho, a tal punto que hasta mi madre mi dijo -con el mismo don de la oportunidad y el acierto con que maneja sus devociones- "pues a ver si le vas a llorar más a Carmiña que a mi padre". Y tuve que admitir: "es que Carmiña era la última de toda una época". Y es verdad. Con ella sentí que se acababa una generación en el sentido amplio de la palabra "generación". Y me dio mucha pena.

Por lo demás, con lo de los difuntos pasa como con la contradanza de roles que pretendíamos explicar en el post no del todo malogrado sobre Romeo, Julieta y Dulcinea del Toboso. Que coexisten. No es mejor Quijote el loco que el que entra en razones en el segundo volumen, sino que cada uno de los Quijotes está en el otro.

De la misma manera que tenemos puesta una fotografía de mi padre en el nicho familiar, podríamos tener la fotografía antecedente en el salón, cosa que a mi padre, que en gloria esté, le divertiría mucho. Incluso podríamos tener una fotografía de la fotografía en el salón con la foto de la de mi padre en el nicho incluída y ponerla en el nicho. Así, se vería no sólo que hay una foto de mi padre en el nicho, sino que además la tenemos en el salón y que el salón también está en el nicho. La foto de la foto de la foto sigue siendo una foto, pero parece que es más de algo, de lo que sea. Así parecen estar anidadas las cosas en nuestras redes de emociones y en nuestra memoria: a veces se incluyen y otras coexisten. Luego, si aquello de lo que se pretende hablar resulta que está en el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Corominas-Coromines, el completo de la muerte, o en alguna de las novelitas de tesis de la Generación del 98, ya es la leche.

Hablando de la muerte y de todo lo demás, de eros y thanatos, uno de los diccionarios que suelo consultar con gusto, al lado del de latín de Oxford, el María Moliner y, como es natural, el DRAE, es el Diccionario del erotismo de Cela. Haciendo honor al nombre, lo uso ad libitum y además a voluntad, cuando yo quiero. En la Facultad de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona recomiendan la lectura y el estudio de Camilo José Cela para dominar la puntuación, esto es, el uso de comas, puntos, etcétera. No el difícil arte de poner puntos sobre las íes y las jotas. A mí no me gusta pero que nada recomendar lecturas y sólo lo hago si se me pide casi que con medidas coercitivas en tercer grado, pero sí que recomendaría la lectura del Diccionario del erotismo, y no precisamente en sus partes -con perdón- enciclopédicas, sino en las propiamente lexicográficas. Para curar los prejuicios lingüísticos que aún quedan y aquella ridiculez que mantenía la reina de corazones de Alicia del País de Maravillas (algo así como que las palabras significan lo que ella, la reina de corazones, quería que significaran). Me encanta cuando en la entrada del Diccionario de Cela, sobre el amor, leo: "Copular; es galicismo" (*)  entre otras consideraciones propias de la labor lexicográfica. Me hace pensar en aquella entrada gloriosa de la Enciclopedia Espasa en que se abría la voz Andorra -por cuestiones de mera coherencia interna enciclopédica- con la acepción "Mujer de la calle", para luego pasar inmediatamente al pequeño país que tenemos al norte de Cataluña. La coherencia interna de Cela, de sus obras, es tal, que la realidad empalidece y verdea de envidia.


(*) "amor. Del latín amor, -is. 1. Pasión sexual. Academia, 2ª acep.: pasión que atrae un sexo hacia el otro. Por extensión, se dice también de los animales // 2. Academia, 8ª acep.: relaciones amorosas. // 3. Academia, 1ª acep.: afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo. Uniendo a esta palabra la preposición de, indicamos el objeto a que se refiere: como amor de Dios, de los hijos, de la gloria; o la persona que lo siente: como amor de padre. // 4. Persona o cosa amada. Así los amantes se llaman entre ellos amor o se dice mi amor es la música. //  5. Acto sexual. Es eufemismo de muy antigua utilización, frecuentemente usado ya en la literatura clásica latina tanto para las relaciones heterosexuales como para las homosexuales. // Hacer el amor. 1. Copular; es galicismo" [...] (Camilo José Cela,. Diccionario del erotismo, II)

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