28.1.10

Eppur si muoveno

El verano de 1991 conocí a Maria Pilar Estévez durante un taller de yoga que se hacía en “La Plana”, Cooperativa que está en una casa rural en Artés (Bages), a unos 60 km de Barcelona. Hacia el final del taller Pili fue invitada a hacernos una demostración de shiatsu y yo me ofrecí como voluntaria. Llevábamos cosa de cuatro o cinco días con una alimentación naturista, durmiendo en unas literas como de campo de concentración o colonias, haciendo diferentes prácticas de purificación y meditación, algún bañito de lodo, alguno de sol, algún paseo por el campo, etcétera, cuando Pili me hizo el masaje. Hice algo que para mí y para cualquiera que no tenga pretensiones resulta fácil: hacer no tanto de modelo como de ejemplo. A pesar de que ya me sentía muy bien, después del masaje shiatsu me sentí como una pelusilla, ligera como el vilano o papus de un diente de león, como una pluma. El bienestar era tanto físico como psíquico.

A lo largo de los últimos 20 años he seguido recibiendo masajes de Pili en diversas circunstancias, tanto si me sentía bien, para tomar rumbo, como si no me sentía tan bien para no acabar de desnortarme. Me ha ayudado mucho en situaciones críticas en las que el cuerpo, como si fuera un instrumento musical (que lo es), tuviera que estar bien afinado y temperado.

El día 23 pasado Pili dio una charla en Barcelona para explicar su experiencia, su trayectoria, ante un grupo de personas algunas de las cuales no conocen aún su trabajo. Verdaderamente yo creo que es muy difícil, por no decir imposible, hablar de como se queda una y ya no digamos de como se quedan otros tras una sesión de yoga o una tabla de taichi o una terapia con acupuntura o un masaje de shiatsu. Lo más difícil es referirse a la sensación de plenitud. Y es que por regla general el bienestar y las alegrías se asocian a las lisonjas, a un gol, a un subidón de autoestima, al alivio, a un deseo satisfecho, a una frustración reparada, a dar con el punto a la masa de una empanada y a emociones por el estilo. Bien es verdad que las lisonjas nos hacen la vida agradable y nos compensan de los sinsabores. Que quede la masa de la empanada en su punto jugoso pero no húmedo es algo que no tiene parangón. Un gol debe ser la leche a juzgar por las reacciones que desata. La plenitud que deja un masaje shiatsu es tan básica me figuro como la de un gol, sólo que va hacia adentro y no busca ser exteriorizada ni da euforia ni estados alterados de la conciencia o lisérgicos. Es más apacible.

Se dirá que el hecho de cuidarnos, de ser atendidos directamente –sea en la peluquería, sea en la cabina de un masajista-  siempre resulta placentero. Y lo es, pero es que tras una terapia con un acupuntor o con Pili, que trabaja los meridianos energéticos que más o menos rigen la fisiología de la tradición médica china, se duerme muy bien y notamos una cierta serenidad, lucidez (pero nada espectacular, por supuesto, sólo la que hay), que cambia nuestro punto de vista sobre un error, un dilema, o algo que parecía más encarnizado.

Hay en la red muchos weblogs que desacreditan los resultados de las medicinas y las terapias alternativas, complementarias o tradicionales. Argumentan que los éxitos de los casos tratados se deben a la casualidad o a la sugestión, pero casi siempre demuestran un gran desconocimiento y desinterés por los fundamentos de las medicinas milenarias o las terapias que no están integradas en la medicina occidental y en la Seguridad Social. El desdeño se ve fortalecido por las chapuzas de algún que otro esotérico impostor o intruso que se gana la vida así o como puede. El shiatsu es una técnica que procede de la segunda década del siglo pasado y está reconocido por el Ministerio de Sanidad y Política Social y por la Organización Mundial de la Salud.

La formación de Pili  la ha hecho en la medida en que tenía la necesidad de colmar su interés o su curiosidad, sus inquietudes, desde la experiencia. Es como lo que pretendíamos decir el otro día sobre la gastronomía y los proyectos de elevarla o rebajarla a ser una ciencia con su programa docente universitario y sus catedráticos y sus bedeles y esas misas negras que son las lecturas de tesis doctorales y esos akelarres que son los claustros.

Pili sabe lo que son los chakras y la cromoterapia, el yin y el yang, una hernia discal y una hemorroide, pero como aquel que dice –empezando por ella misma-  lo ha olvidado y no pretende encastillarse en los yermos de las teorías. Está más cerca de los pozos de la sabiduría o sofía que de los regadíos y los secarrales de la ciencia altamente formalizada e institucionalizada. No se arroga los frutos de su trabajo, sabiendo que es una mediadora. No juzga. Habla poco. A veces, lo sabe, las palabras nos confunden y nos obligan, y los sentimientos nos embaucan. Sus manos van directamente a aquel punto doloroso que nos atenaza, por oculto que esté, o a aquella pena que tenemos clavada en el mismísimo timo como si fuera un manojo de espadas de la transfixión de la Virgen Macarena.  Está entre la evidencia y la videncia, con una modestia y una disponibilidad indesmayables.

El cuerpo, ya lo dijimos, es extraño. Lo raro es vivir, decía Carmen Martín Gaite. Y raro, bien mirado, es todo. Por eso a mí no se me hace raro que Pili a veces me proponga una visualización de alguna imagen que me ayuda a predisponerme o a limpiar esquemas. De la misma manera que a veces se me enganchan musiquillas y estoy días dale que te pego, también hay que admitir la existencia de ideas viciadas u obsesivas. Les prometo que desde el año 2000 cada vez que voy por ejemplo al baño o algo así, canto “Dame veneno que quiero morir”.  Hay que cuidar la higiene mental y no permitir que “la loca de la casa” se llene de malas hierbas o de pensamientos en círculo. Pili no sólo propone visualizaciones sino que además al contacto con sus clientes o pacientes, percibe imágenes y hasta como cortometrajes que orientan su diagnóstico. Una maravilla, sobre todo en casos de mujeres gestantes, cuando los nonatos dan señales de vida más allá de lo que detecta un ecógrafo o una amniocentesis. Como este tema levanta ampollas y enerva algunas voluntades, lo vamos a dejar estar y –como en otras ocasiones- vamos a tener la fiesta en pazEppur si muove, como dijo Galileo Galilei,  o eppur si muoveno.

 

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