21.1.10

Suposiciones

Fotografía de: Elliott Erwitt

“Si uno le echa un vistazo a los datos oficiales sobre su calidad de vida, se da cuenta de que una tragedia como esta [el terremoto de Haití] lo que hace no es otra cosa que añadirle publicidad a la vieja y clamorosa situación de caos e indigencia de un país en el que muchos poblados tienen el aspecto de haber sido arrojados allí desde un avión.” José Luis Alvite, La pulpa del polvo.

El día 13, el centro Cochrane Collaboration, de medicina basada en la evidencia, publicó simultáneamente las versiones en inglés, francés y español de un documento técnico sobre Haití. El documento se titula “Cochrane Evidence Aid: resources for Haiti earthquake“. Más allá del interés de las conclusiones que ofrece para manejarse ante los principales problemas de salud derivados del terremoto (heridas, fracturas, otros traumatismos, transfusiones sanguíneas, y estrés postraumático) me han llamado la atención las siguientes frases: “La inclusión de una revisión en este documento no implica que la Colaboración Cochrane crea que ésta va a ser relevante para la situación en Haití, si no simplemente que debería ser tenida en consideración. Asimismo el objetivo es actuar como referencia de aquellas revisiones sistemáticas que puedan ayudar a la toma de decisiones y no establecer unas normas de actuación sobre la base de las pocas líneas de a continuación.” [sic]

La Organización Mundial de la Salud ha publicado a su vez (que yo sepa un día después) un informe técnico titulado Public health risk assessment and interventions: Earthquake – Haiti, documento que sólo está disponible en inglés el día de hoy. El prólogo del informe se arroga, al contrario que Cochrane, como es natural, un cierto liderazgo: “The purpose of this public health risk assessment is to provide health professionals in United Nations agencies, nongovernmental organizations, donor agencies and local authorities currently working with populations affected by the emergency in Haiti, with up-to-date technical guidance on the major public health threats faced by the earthquake-affected population.” (*)

Otra cosa es que haya haitianos que han tenido que ser intervenidos sin anestesia alguna, sea porque no había anestésicos, sea porque no había anestesistas. No sé si fueron veinte o si fueron doscientos. Cosa de la que me acordaba estos días, cuando veía en Facebook correr la voz de que American Airlines le pagaba el pasaje a cualquier médico o enfermera que quisiera ir a Puerto Príncipe.  Sobre el HAARP aún no ha surgido nada, por lo menos en mi muro, y ya me extraña pero que mucho porque es un tema que es que ni pintado para el Facebook. Y esa noticia (la de American Airlines), veraz o no, me hizo pensar que habrá quien crea que el personal sanitario se puede presentar en los sitios para hacer lo que sabe sin necesidad de alguna organización. Algo así como Don Quijote y Sancho.

La medicina oficial contemporánea está muy  especializada, muy tecnificada y descansa en infinidad de protocolos que dejan poco espacio a las audacias y a tomar decisiones en solitario, y que reparten las responsabilidades  y sus consecuencias entre varios agentes. Evidentemente, que un cirujano pueda ir un par de días o un par de meses a un sitio como Haití o un “escenario” bélico, es bueno tanto para las víctimas como para todo el mundo en general. En esas condiciones y en las situaciones de crisis en general los profesionales aprenden mucho. Ya es sabido además que las guerras han permitido avanzar más a la Medicina de lo que lo han impedido los tabús o, en nuestro caso, la Iglesia Católica.

Ya llevo unos pocos años trabajando y a veces he contado con más medios, a veces con menos. A veces no he contado con medios por cosas del sistema en el que me encuentro, y que por pasar rápido llamaremos “envidias”, susceptibilidades o lo que sea, pero que ahora ventilo de un plumazo o de una plumita. Ante esas adversidades y en situaciones de crisis siempre he actuado igual y he dicho: “Si me dais para trabajar un lápiz, trabajaré con un lápiz. Si me dais un palo, con un palo”. Y como último recurso, por lo menos en mi oficio, y cuando  en el de los médicos no hay anestesia ni güisqui, siempre queda -como decía Blas de Otero- la palabra.  Y curar con la palabra.

Post scriptum: Por cierto, estoy algo extrañada porque el blog El supositorio (de Vicente Baos, un médico de familia), por el cual me he informado de todo esto de las prioridades, tiene en su cabecera precisamente lo que parece ser un supositorio de glicerina que alguien sujeta por el lado que yo diría que es el opuesto. Es decir, por la parte que tiene el extremo romo, que es el que en realidad se tiene que insertar. Y esto no es como aquella vieja polémica que hubo en “El País” de por cual lado tenía que caer el papel higiénico (si por dentro o por fuera). Esto no es una cuestión de gustos o ergonomía,  sino que tiene una razón de ser puesto que según parece si introducimos el supositorio por el extremo picudo, lo más probable es que vuelva a salir en pocos instantes a causa de la anatomía rectal.
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(*) Las prioridades  marcadas por el documento son: Sanitarias: Acceso a los cuidados quirúrgicos, médicos y las urgencias obstétricas y un tratamiento adecuado  de traumatismos, heridas y quemaduras. Inmunizaciones prioritarias que incluyen una campaña masiva de vacunación de sarampión/rubeola y de inmunización contra el tétano como parte de la atención de heridas. Vigilancia y seguimiento de las enfermedades infecciosas, incluyendo un plan contra las enfermedades de carácter epidémico. Ayuda para manejar la malnutrición y la alimentación de niños y adolescentes. Atención de enfermedades crónicas (p.e. VIH, tuberculosis, hipertensión, etc.). Comunicación de la salud pública. No sanitarias: planificación de asentamientos y albergue. Provisión de suficiente agua potable y servicios salubres.

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