5.2.10

Niña comiendo una manzana

“Niña comiendo una manzana” (Goldfried Schalken, 1675-1680)


stos días atrás me hablaron “de segunda mano” de los chinchulines argentinos y pude saber que el intestino delgado vacuno con el que están elaborados conserva su contenido genuino. Al ir a informarme ahora ni que fuera en la Wikipedia, me he dado cuenta de que a diferencia de nuestro botillo o (en gallego) butelo o androlla, también llamado chosco, en que la tripa se utiliza para embutir algún preparado cárnico, el chinchulín conserva los bolos protoexcrementicios. Así que el chinchulín  no es exactamente como la salchicha (intestino delgado) o el chorizo cular (intestino grueso), no es un embutido. El chinchulín (del quechua ch’unchul, “intestino”) es de carne vacuna, como digo, y se da en Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Venezuela y México. El botillo es de tripa porcina y se da en nuestro noroeste, en zonas de León, Galicia y Asturias. Hasta donde yo sé.
Dejo de lado el Kopi Luwak o café de civeta, el más caro del mundo, que Jack Nicholson en “Ahora o nunca” toma con verdadera delectación y que no es más que la infusión de los granos de café  parcialmente digeridos, tras una leve fermentación, por la civeta palmera asiática (Paradoxorus hermaphroditus). En Catalunya, tenemos una gran tradición gastronómica con los caracoles y se preparan de infinidad de maneras, hasta tal punto que en el Restaurant Diagonal (Can Soteras), una vez al año nos deleitan con la Setmana del Cargol y la carta es muy variada y suculenta.  Pero a pesar de que los pobres animalitos son convenientemente purgados en un proceso sólo un poco menos cruel que el de la industria de los abrigos de Astrakan, no hay que olvidarse de advertir a los no iniciados sobre la necesidad de que al extraer el molusco de su concha hay que hacer una leve maniobra como distraída por la cual pellizcamos el final del tracto digestivo del caracol con el objeto de desechar el contenido final del proceso alimentario del animal que a nuestra vez nos vamos a comer. Con el pulgar de una mano pellizcamos el final del tubo del gasterópodo  y con la otra mano -y con ayuda de un mondadientes o un pincho o un palillo- nos llevamos rápidamente el resto del molusco al interior de la boca. Siempre siguiendo la Wikipedia, podemos añadir a estos datos que el caracol es un manjar lo mismo en Francia que en Portugal. O tal vez lo es más en Francia, donde incluso tienen una especie de pinzas para manipularlos con una cierta distinción.
Todo esto y mucho más venía pensando yo en uno de mis paseos por la sierra que rodea Barcelona, a la vista de la cantidad de yerbas que han brotado este año gracias a las lluvias que hemos tenido y gracias a que han sido provechosas y mansas, nada torrenciales. A veces veo gente coger brotes de hinojo, dicen que para sus conejos. ¿Qué conejos? Los conejos que tendrán en sus casas, me figuro. Más no sé. También más adelante en el año hay quien recoge espárragos. Y hasta crespillos. Hay unas ciertas verduras silvestres que podríamos tal vez comer pero que ya no conocemos la mayoría de la gente. En el parque del Nord hay laurel, pero yo no lo cogería nunca, y no sólo porque está prohibida su recolección en un parque público, sino porque ya les diré en otra ocasión qué es lo que hacen los perros con los laureles. De todas maneras empiezo a desarrollar un cierto interés por la maleza y también por las verduras silvestres (las borrajas, las endivias, las tagarminas) y los hongos y las setas, donde antes sólo lo tenía por las florecillas y las plantas aromáticas.
Hoy le eché un vistazo al libro del Deuteronomio famoso. No sólo para ver en qué paraba el fragmento propuesto por Rodríguez Zapatero en la plegaria de Obama, el que empieza “No explotarás al jornalero humilde” y acaba “Así no clamará contra ti a Yahvé, y no te cargarás con un pecado” (DGT 24, 14-15). Es que el Viejo Testamento, quitando los libros sapienciales y los de los profetas, no me interesa tanto como el Nuevo. No me lo conozco tanto. Y unos versículos más adelante del versículo leído por el último presidente del Gobierno de España, leo:
Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas olvidada una gavilla en el campo, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahvé tu Dios te bendiga en todas tus empresas“.
El Deuteronomio es a la ley como el Levítico a un tratado de higiene, algo incipiente y perteneciente al mundo antiguo. Y sin embargo estaría bien basado en la ley “natural” o consuetudinaria, puesto que en Rut (libro que ahora mismo ignoro si es posterior, como creo), la viuda homónima recoge lo que los primeros cosechadores han dejado. De la belleza de esta imagen ya reparé en un post que dediqué a la película de Agnès Varda, “Les glaneurs et la glaneuse“, cuya primera parte se estrenó el año 2000, y que se tradujo al español como “Los espigadores y la espigadora”.  Ahora apenas hay espigadores porque las máquinas lo dejan todo pelado, pero hoy en día hay quienes revuelven en la basura de los supermercados buscando productos en teoría caducados o con la fecha de caducidad muy próxima. Las escasas palomas que quedan en Barcelona comen lo que se les cae a los niños cuando van apresuradamente al colegio y cuando vuelven no menos apresuradamente. Muchos ancianos también revuelven en la basura. Y no tan ancianos.
El hermoso cuadro de Schalken (“Niña comiendo una manzana”), con ese enunciado característicamente pictórico o de pie de foto, pero no de “El País”, me recuerda la manzana que acabó comiendo Pinocho hasta no dejar ni el rabo, cuando se da cuenta de que no hay nada más. Pero el gesto de la mano derecha de la niña, el cesto a rebosar, a mí al menos, no me dejan lugar a dudas sobre la abundancia en la que vive. Todo lo más podríamos admitir la hipótesis de que se trata de una criada que a media noche va a la cocina de la casa a comer una manzana a hurtadillas.

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