7.7.10

Sin pli


“Vuel Ville” (Alejandro Xul Solar, 1936)
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“No digo que no —replicó Swann un poco sorprendido—. Lo que a mí me parece mal en los periódicos es que soliciten todos los días nuestra atención para cosas insignificantes, mientras que los libros que contienen cosas esenciales no los leemos más que tres o cuatro veces en toda nuestra vida”.
Marcel Proust, Por el camino de Swann
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“Dije que Xul vivía inventando continuamente. Había inventado un juego, una suerte de ajedrez, más complicado -como el diría más “pli”, porque en lugar de complicado decía “pli”. Un ajedrez más “pli” y quiso explicármelo muchas veces. Pero a medida que lo explicaba, comprendía que su pensamiento ya había dejado atrás lo que explicaba, es decir que al explicar iba enriqueciéndolo y por eso creo que nunca llegué a entenderlo”
Jorge Luis Borges, Conferencia sobre Xul (1980)
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Muy bonita la cita de la enciclopedia de Proust, pero ya sabemos que lo mismo que Swann decía por el camino eso también podía decir lo contrario y que siempre sería todo ello verdadero. Por eso escribió una novela. Y más o menos por lo mismo yo escribo un blog. Qué placentero fue para mí descubrir a la escuela de los historiadores ingleses, que recrean escenarios y escenas alejados en el tiempo para ofrecernos como una miniatura o un escorzo, un corte, una localización, un cuadro en definitiva. También lo fue mi encuentro con los libros en que la erudición se va al plano al que pertenece, el de la ficción en general. Aunque a veces se quiera mantener en su propia ficción por pura arrogancia.
A vueltas con los libros “adecuados” para los enfermos me he encontrado con lo objeción de la libertad. Sintomáticamente la libertad se suele utilizar como argumentum ad logicam y hasta como argumento ofensivo para cuando no hay argumentos y sí mucha ficción atenta a la verosimilitud. Con tanto abuso, que a los que amamos indistintamente la verdad y la libertad, ésta última hasta extremos patológicos, nos resulta insufrible esa perversión. Además de que a los enfermos que se encuentran mal y que tienen un pronóstico no muy bueno no es conveniente ofrecerles libros sobre el desaliento saramágico o  sobre la guerra total que preconizaba Goebbles, tampoco no hay que ofrecerles libros voluminosos o que pesen. Tienen que ser libros ligeros, nuevos o casi nuevos, y que no sean de gran formato. Las obras largas no hay tiempo para leerlas porque ya se encarga la Administración de acortar en lo posible los ingresos hospitalarios. Por lo tanto, los textos tendrían que ser además de buenos dos veces breves, como más o menos proponía Baltasar Gracián.
Un tema que también habrá que meditar es el de los libros electrónicos. Por una parte con las tablets o i-Pad despejaríamos el problema de la asepsia y la higiene en general, pero no estoy segura de que la lectura en este tipo de soporte sea tan terapéutica como lo es la lectura sobre el papel. O no estoy convencida de que sus posibilidades compensen de las características de un medio que no tiene aún la ergonomía de un libro. Un libro, no lo olvidemos, es un objeto muy evolucionado. Y los que se suelen conseguir para los menesteres que me ocupan ahora son donativos procedentes del Suport Genèric de la Generalitat de Catalunya o de editoriales. No creo que nos regalen i-Pads, la verdad.
Me acordé hace un instante de Enric Tormo, un profesor que tuvo la Facultad de Biblioteconomía y Documentación, que era de oficio impresor.  Impresor de verdad. Fue a Tormo a quien oí por primera y última vez la explicación de que las mayúsculas romanas, también conocidas como lapidarias y cuadradas, estaban previstas para sacarle el máximo partido a la luz solar. Ese pequeño dato fue para mí revelador y al mismo tiempo me capacitó, en la medida de mis posibilidades, para poder entender algo más de la historia de la escritura y del libro. Y si hoy me he acordado de este dato no ha sido sólo por las dificultades que aún presentan las tablets y las palm para quienes nos empieza a flaquear la vista, sino porque hace calor.
Hace bastante calor en Barcelona por una de esas olas de aire del Sahara que caen sobre nuestra península y nos abrasan. Hay cosa de 30º C, que no es nada comparado con lo que caía el domingo en Sevilla o en Cáceres, pero la alta humedad o bochorno (“xafogor”) no predisponen a Kierkegaard o a Derrida por decir algo.
En mi búsqueda de lecturas agradables y llevaderas con calidad y provechosas di con un texto absolutamente delicioso de Jorge Luis Borges. Que conste que sé que a veces basta que una se ponga a buscar algo para perderse del todo, pero en este caso di con la conferencia que al parecer dio  el año 1980 el gran escritor sobre Alejandro Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari). A mí Schulz o Xul me recuerda un poco a Chagall, otro poco a Klee e incluso a aquella adorable película de animación, “Les triplettes de Belleville” (Sylvain Chomet, 2003). A veces parece que cuando hacemos una comparación del género lo que ocurre es que estamos luciendo nuestro bagaje y además estamos quitándole mérito al artista, como si no tuviera la originalidad debida. En este caso aporto esas impresiones con el único objeto de realzar la nitidez y la ufanía del texto de Borges. Una maravilla. Algo que puede leer un enfermo, alguien desolado por una pena penaza o una pena penita o una pena pena, alguien que está pasando calor y calamidades. Y algo que no molesta ni ofende a nadie. Qué gusto, ostras.


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