27.12.10

La ruta natural


Et mon commencement ma fin
Est teneüre vraiement
Ma fin est mon commencement.
Mes tiers chans trois fois seulement
Se retrograde et einsi fin.
Ma fin est mon commencement
Et mon commencement ma fin.
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Guillaume de Machaut, Rondeau de tres voces
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e suele llamar a la catedral de Chartres “la catedral de las vidrieras”. Su rosetón oeste representa el Juicio Final y concuerda, por si fuera poco,  exactamente con el laberinto que hay en el pavimento de la nave central:
“Parece ser que en este círculo central existió una placa de bronce o latón con las figuras de Teseo, Ariadna y el Minotauro. Ésta fue retirada y fundida durante la Revolución francesa para fabricar cañones. En la edad media existían numerosas iglesias con laberintos de este tipo que han ido desapareciendo en épocas posteriores. El sendero del laberinto representaba una peregrinación simbólica que el peregrino debía recorrer a pie o de rodillas hasta la roseta central. Las medidas y trazado de este tipo de laberintos tiene un profundo y complejo simbolismo numerológico y filosófico que tiene su origen al parecer en conocimientos esotéricos con origen en oriente. El laberinto tiene once círculos concéntricos y tiene la particularidad de tener el mismo diámetro que el rosetón oeste y de distar del umbral de la entrada la misma longitud que la altura de este por lo que si la fachada se extendiera sobre el suelo interior el rosetón coincidiría con el laberinto” (Wikipedia).
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Los laberintos medievales representados en Chartres, Reims y Amiens fueron insignificantes y hasta rudimentarios en  comparación con el laberinto que al parecer había cerca de Cocodrilópolis, en Egipto, del cual nos dejaron noticia Heródoto (*) y Estrabón por lo menos.  
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Apenas sueño, o apenas recuerdo qué sueño, pero suelo soñar con el mar que rodea el Círculo Polar Antártico tirando hacia Australia (mis conocimientos cartográficos no dan para más), con el Minotauro y con un tsunami brutal. Hace años soñaba con una casa cuyo lugar y disposición variaba pero cuyo centro era siempre un mismo decorado. Como tener una segunda casa me resultaba un engorro, en sueños -que es como hay que arreglar estas cosas- la vendí, creyendo que de esa manera conseguía agrupar lo que representaba a un único centro, que es el que intento ocupar. El sueño del monstruo no es menos impresionante. Hoy día apenas se habla del mito, que creo que es antiquísimo y que yo relaciono con el de la Bella y la Bestia. Algunos diseñadores de sitios web hablan del hilo de Ariadna, con el que designan aquellas frases que indican la ruta exacta de un punto de la web, al cual de otra manera sería muy difícil llegar (p.e. "Docencia > Estudios > Matrícula > Inscripciones"). Curiosamente el mundillo wébico anglófono recurre más bien a la expresión breadcrumb trail, remitiendo al cuento de Perrault, "Pulgarcito" o a la historia de Haensel y Gretel, cuando  ingénuamente usaron las migas de pan para saber volver sobre sus pasos. En cualquier caso, el problema en internet no es tanto saber volver como saber ir, mientras que la idea del laberinto es la de ir y volver. Que ese ajetreo sea más o menos intrincado, que sea vegetal de ciprés, que sea subterráneo, que tenga espejos para replicar nuestra imagen hasta el infinito, eso ya es un añadido.

El laberinto de Chartres no tiene pérdida, todos los caminos llevan al centro.  Y el Laberinto de Horta que recorrí esta mañana no es difícil. Pero el de  los jardines de Villa Pisani, que se encuentra cerca de Venecia,  tiene fama de ser el más embrollado. Yo sé que hay muchas o bastantes personas que pierden su tiempo con los palindromos, como yo pierdo el mío con otras quimeras. Hay quien toca Bach al revés, y el canon retrógrado o cancretizante de Guillaume de Machaut se diría que preludia toda la música apoyada en sintetizadores. Siempre me pregunto, yo que le he acabado cogiendo manía hasta al Canon de Pachelbel, que en realidad es un pasacalle, si un músico humano puede disfrutar tocando algo cuya razón de ser es la simetría, el esoterismo y la probabilística fractal. A mí la música cancretizante se me acopla entre orejas y me parece oír no la música de las esferas o la música callada sino psicofonías y acúfenos incomportables.
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Aguafuerte de G. B. Carboni y P. N. Ransonette del portón de Villa Pisani

Y sin embargo, pensando pensando pienso que aún es mucho más letal para el arte verdadero y su necesaria frescura lo de los performances y los happenings, por mucho que se defienda como "arte vivo" o activista y todo aquello. El sniggling lo aborrezco con todo mi corazón. Una vez antes del pase de una película, cuando se apagaron las luces en la sala, una señora que aguardaba la oscuridad en su fila tuvo a bien improvisar un happening en un papel de histérica. Como yo he trabajado con muchísimas histéricas de verdad estoy en condiciones de distinguir una falsa histérica por mucho que se despepite. Supuse que se trataba de un sniggling concertado con los operadores de la sesión, ya había pagado mi entrada, no deseaba retirarme y concluí que lo mejor que podía hacer era contrarrestar o aguantar el tirón de aquella situación con otro fingimiento. Todo menos participar. Con toda la indiferencia que fui capaz de aparentar me puse a escribir un mensaje en mi teléfono.  Sin embargo, la penitencia para un sniggler es sin duda ponerle uno de los remix de "Tu vuò fa' l'americano" (PA PA L'AMERICANO) trescientas veces y en versión politono de móvil o bien el bolero de Ravel chill out.

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"CXLVIII. reinando, pues, con tal unión, acordaron dejar un monumento en nombre común de todos, y con este objeto construyeron el laberinto, algo más allá de la laguna Meris, hacia la ciudad llamada de los Cocodrilos. Quise verlo por mí mismo, y me pareció mayor aun de lo que suele decirse y encarecerse. Me atreveré a decir que cualquiera que recorriese las fortalezas, muros y otras fábricas de los griegos, que hacen alarde de su grandeza, ninguna hallará entre todas que no sea menor e inferior en costa y en trabajo a dicho laberinto. No ignoro cuán magníficos son los templos, el de Éfeso y el de Samos, pero es menester confesar que las pirámides les hacen tanta ventaja que cada una de estas puede compararse con muchas obras juntas de los griegos, aunque sean de las mayores; y con todo, es el laberinto monumento tan grandioso, que excede por sí sólo a las pirámides mismas. Compónese de doce palacios cubiertos, contiguos unos a otros y cercados todos por una pared exterior, con las puertas fronteras entre sí; seis de ellos miran al Norte y seis al Mediodía. Cada uno tiene duplicadas sus piezas, unas subterráneas, otras en el primer piso, levantadas sobre los sótanos, y hay 1.500 de cada especie, que forman entre todas 3.000. De las del primer piso, que anduve recorriendo, hablaré como testigo de vista; a las subterráneas sólo las conozco de oídas, pues que los egipcios a cuyo cargo están, se negaron siempre a enseñármelas, dándome por razón el hallarse abajo los sepulcros de los doce reyes fundadores y dueños del laberinto, y las sepulturas de los cocodrilos sagrados; y de tales estancias por lo mismo sólo hablaré por lo que me refirieron. En las piezas superiores, que cual obra más que humana por mis ojos estuve contemplando, admiraba atónito y confuso sus pasos y salidas entre sí, y las vueltas y rodeos tan varios de aquellas salas, pasando de los salones a las cámaras, de las cámaras a los retretes, de éstos a otras galerías, y después a otras cámaras y salones. El techo de estas piezas y sus paredes cubiertas de relieves y figuras son todas de mármol. Cada uno de los palacios está rodeado de un pórtico sostenido con columnas de mármol blanco perfectamente labrado y unido. Al extremo del laberinto se ve pegada a uno de sus ángulos una pirámide de cuarenta orgias, esculpida de grandes animales, a la cual se va por un camino fabricado bajo de tierra." (Heródoto, Historia, II, 148)


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