6.3.11

Reclamos de caza

"Si has desembeinat l'espasa contra un amic,
no desesperis: hi pot haver remei;
si has obert la boca contra un amic,
no t'inquietis: hi pot haver reconciliació;
fora del cas d'injúria, menyspreu, revelació d'un secret, ferida d'amagat.
Davant d'aquestes coses qualsevol amic fugirà". 

"Si has empuñado la espada contra tu amigo,
no desesperes, que aún puede volver a ti;
si has abierto la boca contra tu amigo,
no temas, que aún puedes reconciliarte,
a menos que haya ultraje, altanería, secreto revelado o golpe a traición,
porque en estos casos  tu amigo se escapará"

Libro de la sabiduría de Jesús ben Sira 
(versiones bíblicas de Montserrat y de Jerusalén)

uando tenía discos de vinilo, aunque alguno retuve, había un LP de canciones tradicionales de Cerdeña. Los repartí todos entre dos o tres amigos melómanos, así que si me empeñara en recordar el nombre de la solista podría hacerlo. Lo que sí recuerdo es que había una canción con el motivo de la adúltera y el marido cornudo que es avisado a cada estribillo por el cuclillo o cuco. La voz del cuco aparece en el tradicionario español con el mismo papel además de otros porque parece que en su vida privada usa parasitariamente el nido de familias que no son propiamente la suya, cuestión que podría deberse al desequilibrio demográfico que hay entre las hembras (más numerosas) y los machos, pero en la que no vamos a entrar.  Aparte del papel del cuco en Quevedo,  en los relojes de pared o no de la Selva Negra y de su papel estelar en la parte negativa de los Supertacañones de "Un, dos, tres... responda otra vez",  poco más sabemos.

Es en todo caso llamativo que por complejas que sean las escenas que se muestran en los relojes, en donde puede salir una granjera a regar en los cuartos y llevar una diadema de florecillas silvestres muy pormenorizada, el cuco es terriblemente esquemático. La cuestión es que como está tras su puertecilla la mayor parte del tiempo y sus entradas y salidas son tan rápidas tampoco es que se aprecie tanto, pero siendo su papel tan característico extraña que no se asimile más a los pajaros de la realidad.  A no ser que procedan de los reclamos de caza o los silbatos de los pastores o algo así, claro.
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Así que por esas cuestiones de economía del lenguaje que tanto gustan a los filólogos, cuando en el pasado se pretendía señalar a alguien cuya esposa le había engañado (en los dos sentidos de la palabra engañar), en muchas regiones de Europa le coreaban el insidioso "cucú, cucú". De estas costumbres y otras están las plazas de los pueblos, los lavaderos públicos, y muchos otros hot-points de la maledicencia o la chafardería llenos.  No nos ha de extrañar que en el tiempo de nuestras abuelas, o debería decir en el de mis abuelas, "ir por agua a la fuente" era expresión que podía entrañar la intención de enterarse bien de algo cuyo rumor empezaba a oírse de lejos. Ya nadie o casi nadie va a por agua a la fuente, en su sentido estricto, pero lo de acercarse a algún lugar donde es comedilla algún chismorreo sigue en pie. Me acuerdo cuando se hizo efectiva la prohibición de fumar dentro de los hospitales, a principios de este siglo. Ya no es que se permitiera fumar en muchos sitios (nunca en las áreas asistenciales), pero desde aquel entonces los fumadores tuvieron que acercarse a un punto señalado para el caso y aquel punto -en el caso de mi centro de trabajo al menos- se convirtió en un centro de comadreo. Con esto no digo que los fumadores se prestaran a las habladurías y a los corros de murmuración, pero los que allí se reunían además de fumar ocupaban su tiempo en esos desahogos. El jardín adquirió tanta relevancia que iba allí incluso gente que no fumaba con tal de rascar algo.

Aunque es indiscutible el valor higiénico del chismorreo, soy de la manera de pensar que es mejor evitarlo y que en dosis homeopáticas es bonísimo pero que usado en dosis alopáticas es hasta nocivo. No olvidemos además de que hay personajillos (querulantes) que con tal de adquirir un cierto protagonismo en un momento dado y aunque sea mintiendo son capaces de inventarse lo que no existe o exagerar la nota, de manera que se van del chismorreo a la calumnia. No sé si la distinción se ajusta al Derecho, pero para este blog ya sirve. 

Cuando yo era una niña, con lo cual nos situamos en el Pleistoceno Superior, había un juego que se llamaba "de los disparates". Hasta donde yo recuerdo, consistía en formar un corro por donde circulaban en el sentido de las agujas del reloj y en el sentido inverso preguntas y respuestas, de manera que al final de la ronda cada cual podía decir, p.e., "Por aquí me han preguntado [y señalábamos a nuestra derecha] si las gambas tienen 8 patas y por aquí [señalábamos a la izquierda] me han contestado que con pasta de dientes".  A veces las fusiones de pregunta de la derecha con respuesta de la izquierda ligaban y formaban uno de aquellos cadáveres exquisitos que habrían hecho la delicia de los surrealistas. En mi opinión el chismorreo se ve muy desfavorecido no sólo por sus excesos sino también por los calumniadores y los que se inventan lo que no saben o toman un poco de aquí y otro poco de allá hasta formar  su cadavre exquis con el único objeto de conseguir algo que les procure placer.

Mucha gente se sorprendería o escandalizaría si yo les dijera que prefiero la pederastia al comadreo. Dicho así es brutal y no aguanta ni un telediario. Por lo que me voy a entretener un instante en aclarar que es posible que yo tenga algún amigo pederasta (no lo sé), pero lo que puedo asegurarles es que no tengo ningún amigo que chismorree. Y es que es algo que me repugna tan profundamente que, con permiso de Jesús ben Sira y hasta de Salomón,  ante alguien que murmura no puedo dejar ni así de espacio a mi consideración, y  ya no digamos a mi afecto.

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