10.3.11

Un respeto, dos respetos

"Yo no sabía qué responder; todas las ideas me parecen igualmente buenas, 
y el hecho de que existan prueba que alguien las está creando"
Lawrence Durrell, Justine

En Oldies, el post sobre el movimiento hippy en Barcelona, me referí a un programa de televisión de BTV en el que destacaba la participación de Pau Riba y Lluís Racionero, las versiones bravú y chic de las mismas creencias en torno a que los hombres y las mujeres no estamos hechos para trabajar.  La alternativa de Riba era lúdica y la de Racionero sofisticada. Deliberadamente dejé para más adelante, para hoy, otra participación estelar, la de una mujer que "lidera" (es un decir, por supuesto) una comuna, una forma de vida que yo creía totalmente extinguida. Me gustaría poder decir cual es el nombre de esta mujer pero lo desconozco. En cualquier caso, lo más valioso que decía era en substancia que lo más importante de todo es el respeto.  Este principio está también en la fe católica y es ni más ni menos que el primer yama, el ahimsa o no-violencia hinduista.  Es un principio tan principal, que los que le siguen están subordinados al primero en toda circunstancia y mande quien mande.

Sin embargo, habría que pensar en el  respeto desproveyéndolo de todo condicionante moral o religioso. Incluso dejándolo en lo útil que es para la convivencia ya es más que sostenible. De acuerdo con las explicaciones de la buena mujer, si nos respetáramos todo sería mucho mejor y, por darle la vuelta, sin respeto es muy difícil que avancemos. Y en el respeto cabe todo y, como diría uno de los personajes de el Cuarteto de Alejandría, el escritor, "todas las ideas me parecen igualmente buenas".

Lo que ya no nos parece igualmente bueno es el uso que se hace de esas ideas, especialmente cuando presentan hostilidad, exclusión, desdén, etc. o cuando son ideas elevadas al estado de irrefutabilidad sea por la costumbre sea por mayoría. Si tuviera que reducir mi post a una sola frase, sería la que precede esta otra.

Barcelona desde el Museu Nacional d'Art de Catalunya

En el mismo programa de BTV  Pau Riba mostró con una parábola algo que también abunda. Dijo: si alguien ante un auditorio enorme como un estadio (yo añadiría, “o como Facebook”), preguntara “¿Cual es la raíz cuadrada de 319?“, alguien -una voz alejada y apagada- contestaría: “Diecisiete coma ochenta y seeeeiiiiiisss“. Ah, pero si preguntara “"¿Cuánto son 2 y 2?” todo el mundo contestaría “CUAAAATROOOOOO!!!!!!”. La última frase el artista la entonaba como los niños que coreaban todos a una al payaso Fofó. Y es así, tal cual.

Todo lo que llamamos "opinión pública" muchas veces está sustentado en lo que demuestra esta parábola de Pau Riba. Las encuestas de los diarios digitales formulan preguntas que prácticamente empujan a respuestas que subliminarmente invocan la masificación, la falta de matices, el sectarismo y sobre todo el linchamiento, la oposición ¡Es tan fácil apretar una tecla! ¡Es tan cómodo opinar! Al fin y al cabo, no nos compromete a nada, simplemente nos sirve para empujar como arietes, como los granos de arena se empujan unos a otro en un reloj.  Doy en pesar que las encuestas de los periódicos y las webs les sirven  a sus emisores para ver qué pie calza su grey demoscópica. Si son churras, merinas o lobos. Y sin embargo, contrariamente a lo que tal vez se pudiera esperar, parece que la participación no fomenta el respeto.

Una vez le preguntaron a una escritora que porqué escribía y dijo que lo que ella se preguntaba a veces es porqué no escribía. Esa respuesta no recuerdo ahora donde la leí y si avanzaba hacia las dificultades que tienen algunas personas para escribir productivamente o si avanzaba hacia el desaliento que provoca la falta de un colchón social, la ausencia de lo que Carmen Martín Gaite llamaba "el interlocutor", así, en general. Yo creo que la primera escritora se refería al síndrome de la hoja en blanco. Creo por tanto que se refería al silencio y no al ruido. En definitiva son los dos materiales con que cuenta el escritor, tanto dentro de sí como fuera, más allá de cual es la lengua en la que se expresa o se calla. Exactamente igual que los músicos, aunque éstos últimos cuando se expresan a través del lenguaje articulado lo suelen hacer como descendiendo, para demostrar la inferioridad de éste respecto a la música (?). Y las musas se sonríen sin sentimentalismos pero dulcemente, con esas rudezas que nos tenemos, y posan sus miradas condescendientes sobre nuestros trebejos y cacharros. Se diría que las musas no opinan, no juzgan, sienten.

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