10.4.11

La velocidad de la luz



Se suele decir que el padre de la bomba atómica, Einstein, de niño se había planteado un problema físico que al cabo de los años resolvió: el de saber cómo se ve la luz desde en un punto en el que se va a la velocidad de la luz. No estoy segura de que fuera este el planteamiento exacto del problema de la relatividad y el lenguaje de la Física no creo que contribuya a que haya un gran entendimiento de sus teorías. Lo que sí sé es que esta anécdota de la historia de la ciencia me recordó un pasaje de la Subida del Monte Carmelo de Juan de la Cruz:
"Y así, el ojo no halla especies en qué reparar, porque la luz no es propio objeto en qué reparar, porque la luz no es propio objeto de la vista, sino el medio con que ve lo visible; y así, si faltaren los visibles en que el rayo o la luz hagan reflexión, nada se verá. De donde, si entrase el rayo por una ventana y saliese por otra, sin topar en cosa alguna que tuviese tomo de cuerpo, no se vería nada; y con todo eso, el rayo estaría en sí más puro y limpio que cuando, por estar lleno de cosas visibles, se veía y sentía más claro."

Por algo parecido a esta metáfora que Juan de la Cruz usó para referirse al alma, se suele decir a quienes practican meditación que ayuda a aclarar la mente de la misma manera que cuando el agua se aquieta todas las partículas que la enturbian descienden naturalmente y todo se ve más claro.

Yo que me pasé los primeros años de mi vida corriendo prácticamente todo el día, y no porque tuviera prisa, veo las carreras como una metáfora de lo que mi amigo Agustín Romero Barroso, el poeta en Llerena, llamaría "votambre". Y entendemos por "votambre" el conjunto de las hordas dispuestas a consumir y a votar y a comportarse como masas al más leve estímulo. Hoy no tuve más remedio que asistir al paso del aluvión de la Cursa dels Bombers porque me cortaba el mío y el de muchos transeúntes, en la Gran Vía. En los chaflanes  había apostados grupos de percusionistas que tocaban a ritmo de batucada, una tradición que se remonta a los denodados intentos de Joan Clos para animar el cotarro con Carlinhos Brown, que no sería de extrañar que también estuviera a sueldo del Ayuntamiento como las otros grupos que obedientemente aparecen en las calles cuando se les requiere.

Pero lo que me trae aquí ahora no es tanto la votambre o mucho menos las juventudes hitlerianas, y eso que habría mucho que decir del deporte y seguramente en días venideros será ni que sea enunciado. No tengo la menor idea de cuánta gente se ha apuntado a la carrera de esta ocasión, aunque vi un dorsal con el 41.000 y pico cuando el portador estaba parado echando los bofes.  En movimiento, imposible. Después de la carrera hubo unos quince minutos en que subían y bajaban ambulancias, en dirección al Hospital del Mar y al Hospital Clínico, que están en sentidos opuestos. Yo misma pude ver un señor gordo y  morado como una uva, cómo le estaban dando los primeros auxilios en la Vía Layetana y cómo su mujer asistía más impertérrita y fastidiada que otra cosa, como si le hubiera jorobado el domingo. Y es que la mente es, como dijera la otra escritora de los siglos de oro, "la loca de la casa", y yo misma siempre que he empezado a practicar meditación lo primero que se me ha venido a la cabeza es que tengo una lavadora pendiente. No descarto que haga una asociación de ideas entre lo que me pasa por el magín y aquello del remanso de agua donde se van depositando las partículas del torbellino hasta que se queda clara. No digo yo que la de vueltas que le da la cabeza a las cosas no sea una metáfora, otra, de lo que hacen las lavadoras. Por lo tanto, no sé si por simpatía o por qué otra ley psicológica la cara de la mujer me ha trasmitido su preocupación por la ropa que tenía que planchar aquella tarde y que a ver cuando la iba a planchar, porque si llevaban al gordito al hospital se les iba a jorobar no ya el domingo sino todo. Anda, y ahora que caigo, ¿cómo se pueden dejar los hospitales partidos por la mitad con la excusa del déficit sin hablarlo en el Parlament? ¿Para qué sirve el Parlament?

A diferencia de la teoría de la relatividad, mi sensación no la puedo demostrar. Y además no la quiero demostrar, que cada cual piense lo que quiera. El caso es que desistí de tomar el café solo que me suelo tomar en un determinado lugar del centro porque  había gran jaleo de ambulancias y una corredora tomándose una copa de cava y fumando un cigarrillo. Por supuesto, tomarse una copa de cava después de haber corrido una hora es la forma más segura de rentabilizar el aperitivo, porque se pillaría una melopea inolvidable, especialmente con el calor que había. Ya en el metro, el señor  con un dorsal tres mil y pico hacía sentado torsiones a derecha e izquierda desde una pinza que debe de haber aprendido en la clase de Pilates, que en la de yoga no. Sé que era Pilates porque era yoga mal hecho,  si se me perdona, tema que también será ampliado en otra ocasión.

Por lo tanto, se preguntarán ustedes, si es que todavía queda alguien por aquí, si no me voy a referir a las juventudes hitlerianas, ni a la teoría de la relatividad, ni al deporte como alienación, ni al método Pilates (que lo pongo en mayúsculas no por respeto venerando sino porque está patentado), ¿a qué me voy a referir? Pues a que resulta que he pasado el vídeo varias veces y no me he visto reflejada en el autobús que pasó a eso del 1:12. Tengo que creer que es cosa de la altura  o bajura de mi posición y no cosa de la velocidad de la luz. Porque les aseguro que yo estaba allí.

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