30.5.11

Post 646: Toisha y Cela

Se suele decir, y yo abundo en ello, que Cela no era bueno como poeta. Lo que no se suele decir es que no era peor que Unamuno. También se dice que no era tan buen hombre como escritor, cosa que no es el objeto de este post, especialmente cuando como escritor me parece -junto a Francisco Umbral- el mejor del siglo pasado. Sin entrar en detalles. Leí ya hace tiempo una de sus autobiografías, no La rosa sino la otra, Memorias, entendimientos y voluntades, que escribió antes de la publicación de La familia de Pascual Duarte. Hoy sin embargo he leído el poema al que creo que se refiere cuando habla en sus memorias de Toisha (Tránsito Vargas), que fue destrozada por un obús:
C.J. Cela (1923)
"A Toisha me la mataron de un cañonazo a poco de llegar los nacionales a las puertas de Madrid, la gent llamaba obús a la bala del cañón; ella vivía en la calle de la Madera llegando ya a Espíritu Santo; la calle del Pez es como una vaguadilla que parte en dos la calle de la madera, la primera mitad, viniendo de la calle de la Luna, cuesta abajo, y la otra mitad, cuesta arriba. Yo bajaba por la otra mitad y ella por la segunda, y yendo yo a la altura de Madera, 15, en la casa de putas que llamaban la Sociedad de Naciones, porque había mucha extranjera, a Toisha la alcanzó un obús justo al cruzar la calle del Pez, la dejó deshecha, yo creo que la pobre no se enteró. Mi primer libro, Pisando la dudosa luz del día, lo escribí del 1 al 11 de noviembre; en él va el poema que le dedico a Toisha, lo conoce bastante gente y, en todo caso, no es difícil de encontrar.
La muerte de Toisha fue una prueba muy dura para un hombre de 20 años, yo no me imaginaba siquiera que Toisha pudiese guardar tanta sangre en el cuerpo. Me da cierto rubor confesarlo, bueno, rubor no es, no sé lo que será, reparo, aprensión, vergüenza, miedo al infierno, a lo mejor todo junto, pero recogí del suelo un ojo de Toisha, estaba bastante lejos, lo envolví en un pañuelo y me lo metí en un bolsillo. Al llegar a casa lo metí en un frasco con formol y lo escondí en mi armario, debajo de las camisas, pero unos días más tarde, cuatro o cinco días más tarde, como no sabía lo que hacer con él, porque me daba un asco horrible, y como temía que me lo pudieran encontrar en un registro, lo eché a arder en el hogar de la cocina; entonces no había carbón y, a falta de mejor combustible, se cocían las collejas quemando suelas de zapatillas de goma.
Ésta fue la parte,  una mínima parte, prosaica y penitencial, del amargo, del venenoso trance de la muerte de Toisha. La otra parte poética y redentora, otra mínima parte, quedó en los versos que le dediqué, supongo que habrá quedado."

Cuando leí estas Memorias de Cela no pude en primera instancia dar crédito a lo que leía. Exactamente igual que lo que me había con el Canzionere. Lo que ocurre es que la poesía de Petrarca jamás ha sido cuestionada no ya en su forma, de la que procede toda la poesía posterior con alguna excepción rara, sino incluso en su verosimilitud. Y así Laura como Beatriz lejos de ser interpretadas como meras musas o el desarrollo poético idealizado de dos mujeres que en realidad existieron (Laura fue una antepasada del marqués de Sade), son aceptadas tal cual y a nadie se le ocurre decir que son una invención de Petrarca y Dante respectivamente. Por razones que no son al caso, sin embargo, cada vez estoy más dispuesta a creer cualquier cosa por disparatada que resulte, y la historia del globo ocular de Tránsito Vargas pienso que es tan cierta como que es ahora de día. 

Como a veces surco la Meridiana a primera hora de la mañana por el carril de bicicleta los domingos, es fácil que me cruce con alguna escena amorosa. Pero todas son terriblemente estándar, por no decir vulgares, y reproducen la mayor parte de veces películas de factoría norteamericana que me resisto a calificar. De manera que es muy común ver atravesarse en pleno carril de bicicleta un utilitario, que una chica airada salga dando un portazo y que se quite el maldito zapato de tacón de aguja  o stiletto para clavarlo repetidamente en el capó del acompañante con el furor uterino de veinte hidras venenosas o dos fans y media de Gerard Piqué.

Para no dejarles con la sensación desabrida de esas historias, las que parecen inventadas y las que parecen copiadas, les dejo otra cita de la autobiografía de Cela, donde también nos resulta reconocible:
"A Petrita y a su prima María Luisa las cité en el Parque del Retiro y les dije que me gustaban las dos y que también me sentía con fuerzas para querer a las dos, no una detrás de otra sino al tiempo; estábamos sentados en un blanco [sic] y las dos se levantaron de golpe y me dijeron varias zafiedades muy desconsideradamente, las mujeres son a veces rarísimas".
La vida es como es, no se le pueden poner puertas al campo y es impredecible. El jueves salí armada de valor para comprar en el Opencor, que es lo peor de lo peor, la taza de la abeja Maya que daban (es un decir) con "El mundo" y resulta que había leído mal, que la que daban era la de Supermán.

Koshon Ohara

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