14.5.11

Se venden

yer noche, cuando preparaba la cena, fue cuando me enteré del terremoto de ayer. Capté la noticia a media emisión y pronto pasó a alguno de los acontecimientos futbolísticos que jalonaban el dial y a la publicidad. Debo admitir que muchas veces escucho los programas de fútbol porque como ni me va ni me viene me resulta relajante y entro en unos estados casi sofrónicos mientras cocino. Cuando los entrenadores y demás extrapolan y elevan a cuestiones morales su quehacer y entonan sus cantos épicos y nacionalistas, eso me descansa mucho del exceso de realidad que he tenido alguna tarde. Así que esta mañana lo primero que he hecho ha sido interesarme por lo que pasó ayer principalmente en Lorca, el epicentro, y he buscado la prensa digital para informarme algo de sus consecuencias. Y digo algo no por tibieza o porque los informadores no hagan bien su trabajo, sino porque es imposible abarcarlo todo y muchas veces nos tenemos que contentar -por decirlo de alguna manera- con la misa la mitad. De todas maneras sí que nos tendría que hacer pensar el hecho de que cuanto más alejado está un hecho, más información hay. O, por intentar explicarme mejor, la información local está peor cubierta que la información internacional y así vivimos con el contrasentido y la sensación de que estamos más al caso de lo que pasa en el mundo que de lo que pasa a la vuelta de la esquina. Además, cuando asistimos como testigos a lo que luego será una noticia nos sorprende cómo se publica en los diarios, donde apenas reconocemos lo principal y constatamos que se descuidan datos que nos parecerían ineludibles.
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Por eso, cuando leo diarios antiguos, no dejo de hacerlo teniendo en cuenta todos esos factores y otros. Ayer noche también me dio por leer los anuncios clasificados del ABC del 20 de mayo de 1934, el día que nació mi madre. Los anuncios clasificados o anuncios por palabras siempre me han resultado muy sugerentes. Como aquel que leí hace unos años: "Se vende anillo prometida nuevo [...]". Daban ganas de ir más allá y ver si el anillo lo vendía una mujer o un hombre y mirar de pillar algo más de su historia. En los clasificados de 1934 el único atisbo de desorden que distingo es el de un anuncio que reza: "BODA DESHECHA, preciosos muebles, dejo piso propio, pensión ó cosa análoga. Teléfono 42918". 

Por lo general los anuncios traslucen las costumbres de otra época y ya no digamos sus tarifas o el hecho de que los números de teléfono lo constituyeran una cifra de cinco números. Veo otro anuncio en el que leo: "CEDO GARÇONNIERE amueblada. Ferraz, 31". Hoy en día pienso que la palabra garçonnière lejos de referirse a un apartamento de soltero ha adoptado otros significados que estoy bien segura que en el año 1934 no tenía. Lo mismo ocurre con "CHICA PARA TODO, matrimonio sólo. Cocina, cera, plancha: bien informada, buen sueldo. Teléfono 45843". Si acaso habría que marcar que "bien informada" viene a referirse a que debe presentar buenos informes. En las ofertas de trabajo abunda un término en desuso, "ama seca" (por oposición a nodriza): "AMA SECA O NIÑERA, o cuerpo de casa. Serrano, 22. 51635". La economía de palabras lejos de dar lugar a algún malentendido creo que es muy efectiva. El mismo número del ABC da las tarifas del servicio, que estaba en 3 pesetas de una a cinco palabras y 50 céntimos por cada palabra más. Se indica que las abreviaturas y cada cinco cifras se contaban como una palabra. Se diría pues que el anuncio más largo del día es el que dice: "HOTEL DOS PISOS INDEPENDIENTES, 10 habitaciones, garage, hermoso jardín, huerta, 10.000 pies, gallinero, tres minutos Metro Estrecho, sitio gran porvenir, se vende precio solar. Rodón, 10". Aunque hay otro que también es prolijo: "NO BUSQUE EMPLEO. Si usted dispone de 1.000 pesetas, en veinte días de práctica le daremos la mayor carrera con su título y privilegio de ser único en esta profesión en el sitio que desee. Informes: Salud, 14. Señor Monreal". Son 184 caracteres, 44 más de los que admite un twitter en la famosa red social, pero es lo más parecido a mucho de lo que aún abunda en el mundo nuestro: engaños, medias verdades y demás.

Escola Pere Vila (1931). Paseo Lluís Companys, Barcelona.

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