20.6.11

La inspiración y otras paparruchas (apunte carpetovetónico)

 ver si no me hago un lío y acierto a decir las cosas del derecho, no como aquélla que para referirse a un polvorón de canela decía "canelón de pólvora", o aquel otro que dijo "mandón de bastos" en vez de bastón de mando, errores que al fin y al cabo no solo disculpamos sino que los sabemos entender en los dos sentidos de la palabra "entender". Lo que pretendo introducir es el tema de los nombres de las mascotas, dado que ayer fue el santo de mi longevo y venerando canario, Santísima Trinidad Domínguez, "Trini" tout court. Trini tiene entre sus virtudes una mirada muy especial. Corona, mi no menos veneranda madre, dice que parece una gamba. Para los que desconozcan la ornitología más elemental, el ojo del Serinus canaria, que dicen que está emparentado con el gorrión y el jilguero y yo no lo pongo en duda, muestra todo él un globo negro, brillante como el basalto pulido o un piano de cola Bösendorfer. Pero la mirada de Trini es modesta, firme como la de un galán del cine de los cuarenta, tierna y, para decirles todo cuanto sé, solo me siento verdaderamente yo misma cuando mi canario me mira y además de mirarme me ve como quien yo soy. No sé si me explico.
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Si yo tuviera una casa muy muy muy grande, tendría dos papagayos. Uno se llamaría Natas y el otro Ruchas. Ahora ni siquiera estoy bien segura de si los papagayos hablan. Hay un pájaro hablador en una calle cercana a la mía. Cuando por allí paso a veces hace un sonido como el que haría una botella al ser descorchada si en vez de descorcharse con un tapón de alcornoque fuera descorchada con un tapón de plancha de barco. Otras veces parece un columpio oxidado. En su tesitura predominan los sonidos metálicos, como en la de Trini abunda el gorjeo de los Harzer, con abundancia de líquidas simples ("r"). Otras veces el pájaro insinúa el silbido piropo y me da la risa. Qué gallardo, pienso. Yo le correspondo, aunque no lo veo. Nunca lo vi. Si silba, silbo; si chasquea, chasqueo. Lo que no hago es detener el paso. Intento reproducir sus notas en el mismo tono que él y algo consigo puesto que el animalito se solaza en la repetición o introduce un gorjeo u otra nota, o lo que sea. La verdad es que tiene un repertorio bastante amplio y digno. Más o menos como el de Georgie Dann.
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Había un loro en la calle real de Finisterre, en la carnicería. Supongo que no estaría bien visto por un inspector de Sanidad, claro, tan pegado a los costillares. Cuando pasaba mi tía le decía "Hooooola", muy parsimonioso. Como es natural, porque lo trajeron de La Habana, creo, y su deje era criollo, paladeado. A mi tía le daba la risa y el loro imitaba perfectamente su risa, que es idéntica a la mía propia por otra parte. Y así se pasaban un buen rato, porque es bien cierto que cuando uno se ríe de verdad pocas más cosas puede hacer a la vez. Servidora, dicho sea de paso, cuenta entre sus limitaciones con la de no saber distinguir una sonrisa falsa de una sonrisa auténtica de Duchenne, aquella que se da por buena dado que en ella intervienen los músculos orbiculares. Vamos a ver: si la sonrisa es claramente farisaica, aunque no sea a lo sardónico, la  puedo interpretar con relativa facilidad. Pero hay gente muy avezada a esbozar una sonrisa que da el pego sin que yo, como les digo, pueda advertir su impostación. Sí que puedo decir que prefiero una cara seria a una sonrisa fraudulenta o de circunstancias. La de mueca no me gusta nada.
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Todo esto para reparar en que yo no sé si eso que nos tenemos el pájaro de Vilapicina y yo es propiamente un diálogo o no, sobre todo si tenemos en cuenta que al menos por lo que a mí respecta es satisfactorio. No se crean que me limito a repetir lo que él dice como un loro, no. A veces le propongo un silbido nuevo. "Fiuuuu". Y me parece que me escucha y todo.


A veces aún oigo que alguien me habla de la inspiración. Y dan ganas de decir "¡Oh! La inspiración", en tono enigmático, porque en verdad creo que no se puede decir mucho más. Aparte de lo que dirá la Wikipedia, que no lo sé, yo me atrevería a decir lo que otros: que lo que existe es el trabajo y que la inspiración solo viene cuando uno se pone a trabajar. Si acude cuando se ponen a trabajar dos o más, como en las descargas de son o jazz o flamenco, ya es la leche. Está claro, eso sí, que hay veces que se está más inspirado que otras. Admito que hay un duende, musas, pellizcos, ángeles que proclaman el silencio o siembran el olvido y todo tipo de elementos y seres sobrenaturales que convierten la labor del artista en algo que le hace entrar en un trance unitivo con otros mundos, sobre todo cuando con estos de por aquí es tan difícil. Esa comunicación, como la que me tengo con el pájaro hablador de Vilapicina, es lo que es y no se puede contar mucho con ella. La frase "que la inspiración te encuentre trabajando" se le atribuye en internet a Camilo José Cela, a Pablo Picasso e incluso a Salvador Dalí, de manera que ya me explicarán qué crédito se le puede dar a algo que ha pasado a la jurisdicción nebulosa de las leyendas y el powerpoint. Perdonen también dicho sea de paso que  les recuerde que para un escritor probablemente es peor una falsa atribución que un plagio. Que se lo pregunten sino, si pudieran, a Jorge Luis Borges, del que corre por ahí una cursilada del copón. Ayer una amiga me comentaba que según Agatha Christie, una copa de vino siempre viene bien en un mal momento. A lo que yo le dije, "Ostras, y asienta los nervios, pero no porque lo dijera ella, que también lo diría Li Po y hasta Hafiz Shirazi y la señora que está a punto de doblar la esquina, seguramente con más conocimiento de causa". Osea, que a veces se elige de los autores lo que nos conviene para bien o para mal. Todo está bien: hablar con un pájaro, recitar a Li Po, citar a Borges y a la señora que dobla la esquina, e incluso algunas veces tener que decir nuestra canción a quien con nosotros no va.

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