19.8.11

Fuera de contexto (1)

os rostros que nos quedaron del Antiguo Egipto, con ese sosiego ideal que transpira una naturaleza sobrehumana,  contrastan en sus vitrinas del Neues Museum con el gesto cansado, adusto, asimétrico, de los visitantes. La forma de deambular de las personas en los museos no es que tenga interés alguno, más allá de indicar un cierto desdoblamiento o trance de la atención, pero recuerda a otros estados de la conciencia -como el sonambulismo- en que la cara adquiere una expresión transfigurada. 
Nos estamos acostumbrando a los titulares, a los tweets más o menos ingeniosos, la paremiología de manifiesto y demás. Esta semana ruedan por mi Facebook las palabras de una intervención abuelista de Eduardo Galeano en la Plaza de Cataluña, con motivo del movimiento del 15M. Es una retahíla de consignas que obtienen la embelesada aprobación de los que se manejan bien con frases con un sujeto, un verbo cortito y un predicado claro. Y por pura fatiga (este señor me merece todos los respetos pero es un pesado) me he situado en un estado flotante donde solo me quedo con las caras como máscaras inmortales de los que tienen abiertos los micrófonos y los grandes titulares de los periódicos.
En otro orden de cosas, la frente airada y la boca totalitarista de los fanáticos futboleros y los indignados anticlericales me recuerdan la brecha de una herida descarnada. Paso por algún establecimiento que aún no ha cerrado, sea por vacaciones sea por cierre, y veo el rictus de desazón y angustia de una peluquera que monta guardia entre los asientos vacíos con la mirada vacía no de las estatuas sino de los enfermos y de los que esperan. El cristal me deja ver su rostro y me devuelve también el reflejo de la acera de enfrente, llena de mobiliario urbano de todo tipo: papeleras, containers, señales. Un viejo al que le van grande las alpargatas camina con rigidez senil.
Meritaten, la hija de Nefertiti. Neues Museum, Berlín
Estos días apenas me asomo a la televisión (alguna serie de medicina forense o de criminalística pura y dura). Pero el otro día el guion conducía inextricablemente hacia la sospechosa, una niña que le había clavado en el corazón a una anciana un bolígrafo con purpurina líquida en el capuchón. Todo porque no le había dado un gato teniendo un montón. Así que ya ni eso. Pero he visto alguna imagen en vídeo de la llegada de Benedicto XVI al JMJ (Jornada Mundial de la Juventud) y que en parte era recibido como una estrella del rock. Tal vez todos los insultos, desplantes y burlas que se le han proferido han promovido un efecto de rebote. Y más en unos tiempos en que todo se televisa y se busca el no va más.
Está claro además, al menos para mucha gente, que todo el poder que tenía el Papa Karol Wojtyla como comunicador, no lo tiene ni mucho menos Joseph Ratzinger. Su talla intelectual, su cultura vastísima, quedan tremendamente e injustamente deslucidas en su labor pastoral. Por ejemplo, tal y como lo recoge un diario de tirada nacional, "el Papa ha pedido a los jóvenes que se encontraban reunidos en la madrileña plaza de Cibeles que recen para que el mensaje de esperanza y amor de Cristo "tenga también eco en el corazón de los que no creen o se han alejado de la Iglesia". Los creyentes que tenemos alguna base doctrinal sabemos que esa apelación, contra lo que pudiera parecer a cualquier agnóstico, ateo, anticlerical, antipapista o apóstata, no encierra ninguna soberbia. Pero sus mensajes no llegan con la claridad con la que llegaban los mensajes de Juan Pablo II. Ratzinger pide ahí a los jóvenes que recen (a Dios) para que lo que ellos sienten y creen y que tanto les colma también lo pueda sentir otra gente.  Bajaré cuatro pueblos y 30 telediarios a un ejemplo un poco tosco: cuando amamos a alguien y como es natural le admiramos, quisiéramos que todo el mundo pudiera apreciar sus gracias, sus aciertos, su garbo, su todo. También nos parece mentira que a alguien no le pueda gustar nuestra canción preferida y nos gustaría que todo el mundo disfrutara de la luminosidad de Sorolla, por un decir. Y si no es así, lo del rezo, así es como debería ser. Otra cosa, como pasa hasta en la Enseñanza, es que cuando a alguien le dan un lugar un poquito más alto desde donde hablar se piensa que es la leche. Porque soberbia mal entendida sería cualquier pretensión que tengamos de creer que podemos ayudar o mejorar la vida de alguien y llevarle al buen camino, enseñarle alguna cosa.

"Fuera de contexto" está protegido por una licencia SafeCreative +1108199889129