11.8.11

La mirada decisiva

Hace casi un año me referí en “Paseos por Barcelona” a una escena de “Play time” (Jacques Tati, 1967) en la que una mujer toma una fotografía de una florista en plena ciudad y rodeada de tráfico.  Antes de disparar le pide a unos jóvenes que se alejen del encuadre para no alterar el plano con su imagen rockabilly. La llamada “mirada selectiva” de la fotografía siempre me ha hecho pensar y de hecho es de lo que más me interesa. Al lado de los retratos de feria, en que hasta yo podría aparecer tras un vestido de gitana montada a caballo, no es menos ingenuo el intento de algunos fotógrafos de mostrarnos lo que les parece más bonito o que demuestra aquello en lo que creen. De esto me acordé hoy al visitar la exposición sobre las fotografías de Francesc Català-Roca en La Pedrera. Leo en el programa de mano: “Francesc Català-Roca se anticipó intuitivamente a los postulados teóricos de Cartier-Bresson sobre el instante decisivo”; “Al hacer una fotografía tenemos tantas posibilidades, puntos de vista y situaciones, que el mero hecho de escoger ya es una creación”.
A la vista de la colección que nos muestran en La Pedrera, también habría que decir que se atiene a una mirada más selectiva que antológica, a pesar del gran número de fotografías expuestas.  Por resumir diría que en Català-Roca pesa más la mirada selectiva que el instante decisivo. O si lo prefieren podríamos hablar de una mirada decisiva y de un instante selectivo. La famosa foto de Robert Doisneau, “Le baiser de l’Hôtel Ville” posee todo el vértigo de la captura fotográfica y tiene la magia de la espontaneidad, pero en Català-Roca hay algo de fake, de montaje, aunque es algo que no puedo demostrar. Ni sería deseable, claro. Si comparamos “El piropo” (Sevilla, 1959) de Català-Roca y “El piropo” de Xavier Miserachs (situado en la Via Layetana de Barcelona el año 1960), el primero hasta podría parecernos preparado, organizado en torno al contraste entre el requiebro y las autoridades militar y religiosa. Ese contraste aparece tanto en las instantáneas de los años 50 que ya no nos queda candor para pensar que en algún caso fue un descubrimiento, un sencillo hallazgo. 
Esto de los instantes selectivos es como lo de la anécdota de John Allen Paulos en Pienso, luego río, cuando nos recuerda lo fácil que es dar en el blanco cuando primero disparamos y luego dibujamos la diana. Es decir, si quiero hacer una foto de un sij con un  semidesnudo de Scarlett Johansson de fondo o cualquier otro contraste expresivo asegurado y efectista, lo mejor que puedo hacer es pegarme a un sij y esperar a que se componga el encuadre previsible. Digo yo. Lo malo es que -si me permiten otra comparación arriesgada- esto es como la tele, al principio que Salvador Dalí se comiera una mosca atrapada en su bigote o que Uri Geller doblara una cubertería daba para hablar meses, ahora eso y mucho más se puede ver cada dos por tres.
Técnicamente, más allá de la lectura de la imagen como composición y como testimonio, las fotos me parecieron impresionantes, y algunas de ellas incluso precursoras de las que luego hizo por España nuestra fotógrafa más representada en la agencia Magnum, si no me equivoco, Cristina García Rodero.
En otro orden de cosas me ha resultado muy llamativo no encontrar fotografías de Català-Roca –nacido en Valls, Tarragona- sobre la Cataluña rural o marina, cuando tantas hizo en La Mancha, y en particular en Cuenca, por ejemplo, aunque fueran por encargo.


Dresdner Residenzschloss (Dresde, Alemania)

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