15.10.11

Las puertas de los campos


"Never judge a cover by its book" (*)

Fran Lebowitz

l beso de Julia Roberts y Woody Allen en "Everyone says I love you" (Woody Allen, 1996) no me resulta tan sorprendente como el del propio director y guionista y Romy Schneider en "What's new, pussycat?" (1965) o como el asunto que se le atribuyó a Naomi Campbell con Hugo Chávez o la debilidad de Muamar el Gadafi por Condoleezza Rice. La escena de la fotografía de hoy tributa o parece tributar otra de "No man of her own", cuyo clipe embuto por su valor inmarcesible. En esa escena Clark Gable se aprovecha de su posición como lector para pedirle un libro a la eficientísima Carole Lombard, una bibliotecaria, que se tiene que encaramar a los estantes con ayuda de una escalerilla para alcanzarlo. La bibliotecaria de "No man of her own" no es como la de "Cazafantasmas", y tiene unas piernas más que bonitas. Hay una toma preciosa, con todo el glamour, el encanto o la elegancia que parecen habernos definitivamente. La guardo como oro en paño en un lugar de mi blogosfera mitómana.  A ella recurro un día como hoy en el que hacía las cinco de la tarde es cuando me debo haber acabado de despertar lo suficiente como para advertir que me había calzado dos medias diferentes, una casi negra y la otra casi gris.
Del pasado enciclopédico de este blog quedó un post titulado "¿Mil doláres o 50 centavos?", uno de mis homenajes a Marilyn Monroe, porque de ella es la frase “En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso,  pero sólo 50 centavos por tu alma.”  Pero no hay dos besos iguales. ¿O sí? Porque además del episodio de mis calcetines pienso en otra frase famosa que no sé si recuerdo bien y en la que Michael Jackson decía poco más o menos algo así como que su hermana y él eran dos personas diferentes. 
Y estos días en que tanto se ha hablado de la futura ley de la autoestima en Estados Unidos, contra los apaños, trucos y tejemanejes varios del Photoshop, no puedo menos que sumarme por lo menos a la oposición al paquete de Adobe. Ya vimos el otro día lo que hicieron con las piernas de la exministra de Defensa.  Si Celestina, la más famosa recomponedora de virgos de la literatura universal, levantara la cabeza, alucinaría pepinillos. El otro día vi un vídeo de una tal Alanis Morissette. Perdón si escribo mal el nombre, pero como precisamente iba más pintada que una puerta, que parecía una máscara de Anonymous, ¿qué más dará una ese más o menos? Las pestañas de Pene Cruz son inverosímiles. Hoy vi un primer plano de Julia Roberts en que se la ve irreconocible de tanto retoque y tanto alisamiento que le han practicado a ella o a la foto o a ambas. Sí, ya en los cuarenta, es cierto y se dijo que Rita Hayworth era un producto de Max Factor, y que Hollywood había conseguido que su frente retrocediera un par de centímetros, puesto que tenía cuando estaba en Sevilla el nacimiento del pelo mucho más abajo de lo que lo tuvo en "Gilda" por ejemplo. Pero la cosmética siempre se había dedicado a realzar las virtudes y a disimular los defectos, pero sin tanto engaño.
La pobre Rita Hayworth sufrió en los últimos años de su vida la enfermedad de Alzheimer, aunque en un principio se pensó que lo que padecía era un demencia alcohólica. Y no veo en qué una condición descarta otra, la verdad, de la misma manera que la "cosmética" actual cuenta con la paleta de sus posibilidades sin proponerse límites ni descartar recurso informático alguno.

Ayer por la mañana en la Ronda de Dalt un coche detuvo el tráfico por un rato porque el conductor se hizo a un lado para que su madre o quien parecía su madre, una anciana en todo caso, apoyada contra un quitamiedos se hacía caca piernas abajo. Hay quien parecía puerilmente divertido, hay quien parecía como escandalizado o asustado o, en fin, no me llegan las palabras para expresar lo poco que nos gusta darnos cuenta de lo fácil que es vernos en un... aprieto. Se dirá que el conductor podía haber seguido la dirección que llevaba y si acaso luego limpiar los efectos del desaguisado. Pero por lo que fuera consideró que lo mejor era parar allí mismo, uno de los puntos de más tráfico en Barcelona y más a aquellas horas. Aunque por un lado cubría la escena la puerta del coche y por otro él mismo, fue evidente para todos lo que lo pudieron ver. Y me parece que no están muy acostumbrados. Es que en el hospital vemos mucho estas cosas, porque entre que la gente está enferma o allí alguna prueba los deja descompuestos, tenemos más de una oportunidad para saber que el que no sabe lo que es eso, que lo puede esperar. Y la caca no se limpia con Photoshop.

Woody Allen y Romy Schneider en "What's new, pussycat?" (1965)


 (*) "Nunca juzgues una cubierta por su libro".

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