25.10.11

Los puntos sobre las jotas (1)


"Hay personas que transforman el Sol
en una simple mancha amarilla,
pero hay también quien hace de una simple mancha amarilla
el propio Sol".
Pablo Picasso

 vueltas con el dibujo botánico estoy estudiando un libro de Sarah Simblet, titulado Botany for the artist, título que ya de por sí es una primera "lección" puesto que nos sitúa en la posibilidad de que para dibujar vegetales puede ser de gran ayuda contar con unas nociones de Botánica. Me figuro que cada maestrillo tendrá su librillo y que habrá quien con la mera observación de las flores, las plantas y demás, tendrá más que suficiente para representarlas. En mi caso, que siempre necesito saber qué nombre recibe cada forma, cada disposición morfológica, cada subespecie en su taxonomía y en las formas populares, la Botánica es una auxiliar inestimable.
Por lo que explica Simblet, ya en los orígenes de la imprenta, los dos primeros libros de Botánica, el de Fuchs y el de Brunfels, ejemplificarían dos tendencias. El Herbarum vivae eicones (1530) de Otto Brunfels fue ilustrado por Hans Weiditz -alumno de Dürer- y el De Historia Stirpium (1542) de Leonard Fuchs fue ilustrado por Albrecht Meyer. Weiditz dibujaba retratos individuales, por decirlo rápidamente,  mientras que Meyer, bajo las instrucciones de Fuchs, buscaba una representación más ideal, más esquemática, más "científica", de manera que el dibujo sirviera para cualquier especimen pero para ninguno en concreto. Digamos que lo que se le pedía es -parafraseando a Pablo Picasso- que transformara el sol en una "simple mancha amarilla".
Lilium bulbiferum (A. Meyer)
Aunque Picasso despachó el tema con la fuerza y la expresividad que le caracterizan, hay que reparar en que no es tan fácil transformar el sol en una simple mancha amarilla, que el esfuerzo de abstracción es digno de recibir tanta admiración como la que pueda recibir la maravilla de dar vida a un dibujo. Me imagino que las dos tendencias, la de Weiditz y la de Meyer, están en todos los dibujantes.
No me gusta, ya lo he dicho demasiadas veces, la basílica de la  Sagrada Familia, especialmente la que se ha ido engendrando a la muerte de Gaudí. Demasiados significados, demasiados símbolos. Sólo falta Eduard Punset. Si hasta hay un cuadrado mágico de Josep Mª Subirachs. Precisamente una vez le oí hablar a Subirachs de la cruz, como un símbolo potentísimo que podría prescindir de su significado religioso y aún así acrisolaría tantos sentidos como el taijitu del yin y el yang famoso. O más, diría yo, porque el taijitu es menos esquemático. El taijitu condiciona una "lectura" de dos opuestos en equilibrio, en movimiento, etcétera. "Ayuda" a sacar interpretaciones. La cruz no. Por eso es un símbolo universal, como el punto (que es el que más me gusta) y el círculo. Por eso sirve hasta como signo matemático.
Cuando era niña los martes y los jueves hacíamos Caligrafía inglesa. La buena letra implica además hacer el trazo en su orden y proporcionadamente, de manera que recuerdo muy bien que los puntos sobre las íes y sobre las jotas se debían colocar después de haber caligrafiado la palabra. Primero se escribía "cotiledon" sin el punto en la i y después de trazar la "n" había que volver atrás y colocar el punto sobre la i y el acento sobre la o. Esto parece de lo más raro ahora que la mayoría de las veces que escribimos es con teclado. Por no decir nada de que la ortografía se ha... ¿simplificado? o está en su decadencia más absoluta, de manera que el acento no lo pone casi nadie y el punto sí pero porque sale solo. 
Me imagino que la razón de ser de que los puntos se colocaran después de haber escrito la palabra era para no romper las ligazones que había entre letras. Porque las letras tenían muy claramente un principio y un fin, pero iban ligadas entre ellas imperceptiblemente con graciosa soltura. Si poníamos los puntos esas ligas se hubieran perdido al retomar la escritura. La cosa obligaba a actuar con tino y volver atrás con la mano por debajo de la línea invisible del curso del texto, para no emborronarla. Explicado así parece una tortura, pero se acaba todo integrando.
Tengo entendido que en los calígrafos asiáticos además interviene la intención y el ímpetu o la duración del trazo. Por ejemplo, para dibujar una determinada pincelada hay que "hundirla". Parafraseando aún a Picasso, se puede escribir a máquina por peteneras como también se puede bailar como quien escribe 300 veces "agasajadas las hadas". El que tiene salero lo tiene para todo. En general la caligrafía inglesa tiene alguna veleidad en las astas ascendientes o descendentes, en las serifas hay que cargar una cierta delicadeza como la que emplearíamos en decir que no (por ejemplo) o "pero", y los óvalos o panzas no tienen rebuscamientos. Mi única extravagancia era la rapidez y la disimulaba porque pronto vi que si iba más despacio me salía mala letra. Y porque no nos permitían acabar antes de tiempo, que era siempre mi caso.
Me acordé de todo esto ayer porque supe de la muerte de un compañero de mi curso. Esta muerte no la he confirmado y no veo la manera de confirmarla. Prefiero pensar en la certeza de que todos moriremos. Ese compañero y servidora éramos, en la opinión de la profesora María del Carmen Gea, los que hacíamos mejor letra. Él un día le reveló que yo hacía trampa, que acababa antes de lo que daba a entender. Ella ya lo sabía, pero sabía ser discreta y había entendido que era mi natural.

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