27.11.11

Cassette is not dead

"Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, todos
hermanos, porque habían nacido de una vieja
cuchara de plomo. Llevaban el fusil al hombro,
la cabeza erguida, y el uniforme, rojo y azul,
les sentaba bastante bien. La primera frase
que oyeron en este mundo, cuando
levantaron la tapadera de la caja donde
estaban metidos fue:
¡Soldaditos de plomo!"

En un post que quise titular "Tontos, tantos y tanteos" ya me referí a las subastas con motivo de haber asistido a la de la partitura manuscrita original de "Recuerdos de La Alhambra". Veo que hace ya días que nadie se interesa por ese post y que la curiosidad se ha desplazado por el post sobre el anuncio de "From me to you" de La Caixa y el del timo de Datatalk, cosa que indica dos cosas: que el anuncio de La Caixa creo que gusta y que Datatalk tiene muchos "clientes". Esos posts se hundirán en el olvido tan pronto como otros temas aparezcan en la actualidad.
Aunque hay una tendencia por olvidar también hay otra por recordar, por coleccionar incluso. Aunque no estoy muy al corriente de las aficiones de los adolescentes hoy día, me acuerdo de que en mi adolescencia perdíamos mucho tiempo en el coleccionismo. De niñas coleccionábamos cromos de picar y cromos para formar álbumes. Había gente que iba los domingos por la mañana al Mercat de Sant Antoni para intentar completar la colección con el cromo o cromos que le faltaba. Para eso tenías que llevar un mazo con los repetidos ordenados porque el trato consistía en buscar otro coleccionista y cantarle los números de cada cromo hasta que decía "¡Falta!". Había esta opción o la de ir a uno de los puestos que hacían reventa. Más tarde había amigas que coleccionaban posavasos, servilletas de papel, sobres de azucarillos y todo tipo de recuerdos. 
Llegados a este punto podíamos tomar dos caminos: el del mundo del souvenir y el del mundo del coleccionismo. En el souvenir excelen las teles de juguete con diapositivas de algún lugar turístico pero los abrecartas damasquinado en forma de espada toledana no se quedan atrás y el tema merece blogs enteros. El mundo del coleccionismo también puede tomar varios caminos: las subastas, las galerías de arte, lo que en catalán llamamos brocanters (que mercadean objetos de menos de 100 años), los anticuarios (que por exclusión son los que se ocupan de los objetos de más de 100 años) y los encantistas. La Viquipèdia considera por un igual a brocanters y a encantistas y en mi modesta opinión no van desencaminados, pero se diría que lo que venden los brocanters aspira a tener más valor. La prueba está en que en los tradicionales Encants (Encants vells) de la plaza de las Glorias se les han unido no ya los del top manta sino incluso gente que tiene la necesidad de sacar algo por lo que se va encontrando en la basura. No son propiamente traperos ni chatarreros, no están agremiados y supongo que malviven. A todo este grupo habría que añadir el de la segunda mano, como Humana o Farcells, Converter, casas de empeños varias y los mercadillos de beneficiencia. 
Todos los barceloneses tenemos más o menos claro qué es cada cosa, pero sabemos que son mundos permeables y que los objetos se pueden acomodar en donde no los esperábamos y que se le puede llamar arte a la basura y basura al arte. Me he dejado para el final los artistas que reciclan o trabajan con oldies, como Vanesa Moreno Serna que está recuperando cassettes y les da una segunda vida de acuerdo con el ¿movimiento? "Cassette is not dead", cuyas ideas se han colado a su vez en el merchandising o en las más testimoniales T-shirts (camisetas).
Es un mundo apasionante, no digo que no, pero confieso que me ahoga un poco. Precisamente eso pensaba ayer, cuando visité el Museu Frederic Marès, en el llamado Barri Gòtic de Barcelona. El otro día hablábamos de la colección de los Clark y hoy tenemos que referirnos a otro coleccionista, Frederic Marès. Aunque hay una polémica bastante agria y áspera sobre si Frederic Marès expolió Castilla (dicho así de rápido), yo no voy a entrar en ese terreno. Frederic Marès era escultor y se considera el coleccionista más destacado del siglo pasado. Se suele decir que consiguió reunir su colección haciendo intercambios con su propio trabajo. También podemos pensar que en su momento tal vez le malvendieron piezas que una vez restauradas adquirieron todo su rutilante valor. Lo que sí estoy dispuesta a afirmar es que apabulla y entristece mucho el gran número de imágenes castellanas e incluso de Asturias, Aragón, Valencia, León y La Rioja, que hay en la colección de esculturas. Siento que están fuera de su elemento. Otra cosa es que las crucifixiones, las piedades y demás no son como para tirar cohetes. Y que cuando has visto dos o tres seguidas ya se te caen los palos del sombrajo aquel. 
Lo segundo que estoy también dispuesta a afirmar es que los dos pisos altos de la exposición permanente del coleccionista, son abrumadores y hasta diría que me condujeron a un cierto estado de angustia. No solo por que hay decenas de miles de objetos (abanicos, pipas, relojes, joyas, fotografías, juguetes, llaves, botes de farmacia, relicarios, benditeros) sino porque son del siglo XIX y parece que aún queda algo de sus primeros propietarios como impregnado en ellos.
Estoy convencida de que aloja una gran carga de verdad la frase más conocida de Proudhon ("la propiedad es un robo"), por eso aunque algo de mí aprecia esas colecciones que nos acercan la historia "viva" también hay algo de mí que prefiere la ligereza de equipaje y pasar con lo menos posible incluso en mobiliario urbano y en todo. Si por mi fuera casi no se restauraría nada. No ya rehabilitaciones como las que se hacen en cartón piedra o poco menos sino también como las que se están haciendo en Alemania, con los planos antiguos, porque sin planos originales no está permitido restituir nada. Téngase en cuenta que en ciudades como Köln cayeron en la Segunda Guerra Mundial casi 4000 bombas, así que tuvieron que levantarse de las cenizas y han querido recuperar lo que todos hubiéramos dado por perdido. Es totalmente respetable y hasta comprensible.
Una de las historias más entrañables del cine de animación sobre estos temas es sin duda "Wall-e" (Andrew Stanton, 2008). El robot compactador de basura Wall-e es el único superviviente junto con una cucharacha en un mundo totalmente destruído. Su encuentro con Eva, una robota exploradora o reconocedora que llega en una nave muy avanzada es conmovedor. Además de que Eva es claramente unas cuantas generaciones tecnológicas más preparada, aunque su nombre nos retrotraiga a nuestra madre, es lo que es y naturalmente no le hace caso porque va a lo que va. Ni siquiera se puede decir que sea interesada, es que no tiene alma.

Soldados de plomo. Colección de juguetes del Museu Frederic Marès de Barcelona

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