9.12.11

El euro y el ferrado

o sé que daría por tener un cenicero mosca. No me refiero a la “Galleta vintage de la nuez de la caja de la baratija del cenicero de la mosca negra de hierro fundido” [sic] que aparece en e-Bay por 6 dólares, sino a la mosca que incluyo en la foto y que suele aderezarse en las subastas con el adjetivo “vintage”. Y no sé lo que daría porque lo mismo te piden 10 dólares que 70 y una nunca sabe como le pillará el cuerpo una oferta. La “ANTIGUA PANERA DE COCINA RETRO VINTAGE POP AÑOS 50 60 70”  que venden en la misma plataforma con un precio de salida de 60€ “negociable” además de vintage y retro está herrumbrosa, cosa que nos parece indicar que estuvo mucho tiempo sin usarse o que quien la usó lo hizo con el más indigente de los descuidos. O, atendiendo a lo que decíamos hace nada, incluyamos también la tercera posibilidad de que estuvo en una casa donde se la limpiaba por demás. Y la cuarta posibilidad incluiría las tres enunciadas.
El “antiguo teléfono Cobra” de Ericson o el Ercofon sirven como experiencia cercana a la del Superagente 86 y su zapatófono, pero no veo claro de qué manera se cuelgan. Entre las viejas glorias del diseño industrial hay piezas simplemente adorables. El gusto por el capricho encontró su lugar en las andróminas y fuentes para el aperitivo. Hace años hacía unos zafarranchos increíbles los sábados por la mañana. Hacía, como se dice en Catalunya, “dissabte” (fer dissabte), cosa que proviene del alarde de trabajar en sábado y por lo tanto no profesar el judaísmo. Tardé en darme cuenta que lo que más me gustaba era el aperitivo de después. Unos berberechos y un Martini o Coca-cola, según la estación. Además, también me di cuenta de que limpiaba sobre limpio y que no valía la pena armar tamaño berenjenal más que cuando una está histérica (que alguna vez lo ha estado) y entonces aprovechas el trastorno hormonal y que lo ves todo sucísimo y haces los cristales y el horno y todo lo que normalmente es ímprobo.
Entre todas las cosas inservibles que hay yo distingo entre las que dan hasta rabia y las que tienen su aquel. Ya se que como clasificación es como aquella que evocó Jorge Luis Borges para referirse al Emporio celestial de conocimientos benévolos, en el que los animales se clasifican en: “(a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper un jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”. Nótese que (h) además invoca la paradoja de Russell que en sí misma es bizantinista. Si no he entendido mal la paradoja está en que si incluyéramos todas las cosas que no pueden ser incluídas en un conjunto en otro conjunto, ese conjunto incluíria todo cuanto no puede ser incluído en un conjunto. Yendo a lo que íbamos: la ducha con LED multicolor que ofertan en Tiendas del Mundo da como rabia. ¿Qué gracia tiene que del teléfono de la ducha se proyecten haces de luz verde, azul o roja según a qué temperatura salga el agua? Vaya, es que yo no se la veo. Lo bonito del agua es que es como es y que deja aquella sensación de que se ha quedado una limpia y fresca. Ahora, yo no sé que daría –y ahora lo digo a derechas- por un ferrado.
Mosca cenicero
Un ferrado es una medida para la tierra  en Galicia. Un titular de “El País” de la primavera del año pasado aclaraba: “La unidad gallega por antonomasia tiene 54 tallas diferentes dependiendo del municipio del que se trate. En Soutomaior mide 64 metros cuadrados y en Xove, 725. Esto merece sin embargo otra aclaración: el ferrado es un recipiente y según la productividad tierra se puede llenar más o menos de la cosecha correspondiente: “La teoría más extendida entre los profesores de ingeniería agrónoma que gustan de estas cosas de la idiosincrasia es la de que el ferrado mide distinto dependiendo de la fertilidad de la tierra. El ferrado o tega era, en realidad, un recipiente de madera, originalmente puede que con ángulos de hierro, que medía el grano con el que el campesino tributaba a sus señores. Cabían entre 12 y 20 kilos, dependiendo del tamaño del cajón (los más pequeños, mitad de un ferrado, se llamaban escás) y de si lo que contenía era trigo, centeno, maíz o algún tipo de legumbre. Ferrado o tega, por extensión, se empezó a llamar a la superficie de terreno capaz de producir el cereal que cabía en el contenedor.” Este desconcierto de que una unidad de medida no sirva como unidad de medida no es tal si, como hemos hecho, nos remontamos a su origen: la tributación. El fisco. Os cabaleiros. Ya veremos en qué queda el euro. ¿O es que el euro va a ser mejor que el ferrado?
Una de las cosas que suelen pasar desapercibidas de la Catedral de Barcelona (o más exactamente de la capilla románica de Santa Lucía) es la cana. Está en el ángulo que forma la pared de piedra en la esquina de las calles del Bisbe y de Santa Llúcia. Ayer vi que le habían puesto un pilón en la parte inferior supongo que para protegerla de algún golpe de un vehículo del Ayuntamiento (porque otros por allí no circulan, que yo sepa). La cana mide 8 palmos pero la de Santa Llúcia es una cana destra y mide 12 palmos o 1555 mm. La mandó poner el Consell de Cent para que estuviera allí y se pudiera consultar en caso de conflicto. Yo me acuerdo que de niña usaba las pesetas para hacer círculos. Las os las hacía a pulso.


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