8.12.11

In crescendo

Un cargolet valent avança
tronc amunt
d’un maduixer.
Avança a poc a poc.
Rellisca, que cauràs,
Encara un altre esforç…
Victòria ja és a dalt!
Tralalà lalà!
Canons troneu!
Soneu trompetes,
que el cargol té el món als peus! (*)
(Se canta in crescendo)



erá que el título no es apto para los buscadores de Google, pero el post que llamé Le penseur et la penseuse según la plataforma solo obtuvo 20 visitas y sin embargo les digo que es cuando menos interesante. Están en él unas fotografías que tomé desde un alto de la Catedral de Barcelona, un lugar de los más desconocidos para los propios barceloneses. Cuando le hablas a la gente del ascensor que lleva exactamente a la misma altura del mirador del rei Martí, en el mejor de los casos lo confunden con otro al que si no recuerdo mal se accede por la capilla de Santa Lucía y que va al Archivo Diocesano. Les prometo por la salud de mi canario, que la verdad que ahora es bien poca, pero bien vale, que hay gente que ha estado en Nueva York 19 veces (y no lo digo al tuntún, sino con precisión aritmética) pero que desde la palabra "capilla" ya se han perdido. Me refiero al ascensor que hay en el lado del Evangelio (es decir, entrando por la portada queda a la mano izquierda del presbiterio, que es aquello que precede el altar). Está más o menos debajo del órgano, cerca de la capilla de las ánimas del Purgatorio y la del Sagrado Corazón de Jesús. Al fín y al cabo una catedral es como El Corte Inglés, tiene su lógica. Ese ascensor exige pagar una módica entrada y llega hasta poco más o menos, como les digo, la altura del mirador del rei Martí cercano. O del cuarto piso del Hotel Colón que está delante. La vista que tenemos de Barcelona y del propio edificio es singular.
Pienso que el escaso rendimiento de esa entrada obedece al título, "Le penseur et la penseuse", en homenaje a la famosa gárgola de Nôtre Dame de Paris, que junto a la catedral de León, es de mi predilección. Y también, aunque un tanto rebuscadamente, es un homenaje al documental Les glaneurs et la glaneuse (Agnès Varda, 2000), que trata sobre los recolectores y espigadores de nuestra época, aquellas personas que recogen y utilizan lo que los demás han dejado.
La idea, ayer, era de ver el caracol de la Catedral de Barcelona, pero las indicaciones del libro de Miguel Sobrino me desorientaron y me condujeron a buscar en el interior del templo y como mucho en los palcos. Y la guía de Ángel Fàbrega no repara en él. El gasterópodo se encuentra en lo alto del exterior de la escalera de caracol que sube a una de las torres. Seguro que cada uno de los elementos arquitectónicos a los que me refiero tiene su nombre exacto, pero en estos momentos lo vamos a dejar así y remito a la foto que otro tomó, en la que apenas se advierte el animalito. Recuerdo que hay un relicario en Ivorra (Lérida) que está bordeado por dos hileras de caracoles, y que una de las gárgolas de la Sagrada Família es un caracol, pero no es un motivo que abunde. Si acaso la espiral sí, pero el caracol no tanto. La escalera de caracol de nuestra Catedral tiene la gracia de ser lo que se llama una vía de San Gil, esto es que va sobre un arco alrededor de una columna y capialzando.
Ayer no vi el caracol de la catedral pero sí que vi en una escalerilla del púlpito en el coro un caracol sobredorado, que es el que adorna hoy la entrada, y el que no se conforma es porque no quiere. Como símbolo es muy rico, si es expansivo se considera benigno y la proporcionalidad entre el radio y el diámetro de las evoluciones se considera muy atractiva como forma y suele representar la fecundidad.


No me voy a referir de nuevo a la Santa Duda de Ivorra, y ya tengo dicho por ahí que la duda como modelo de pensamiento me parece agotada o poco productiva o resolutiva, a pesar de gozar de un prestigio incuestionado, especialmente supongo porque se erige ante o contra la fe. Es cierto que lo contrario de creer no es no creer sino dudar. En realidad, la duda se ha convertido en el refugio de los pusilánimes y eso la desmereció. Lo que sí me ha interesado siempre son los dilemas. La duda respecto al dilema sería como el remilgo frente al verdadero pudor.  La definición que encuentro en la Wikipedia me parece suficiente: "Un dilema es un problema que puede resolverse mediante dos soluciones, ninguna de las cuales es completamente aceptable". Uno de los ejemplos que encontramos de dilema es precisamente el dilema de Warnock, que ha sido aplicado a los posts que no obtienen comentarios:

"El problema con la falta de respuestas es que hay cinco posibles interpretaciones:
  • La anotación es correcta, la información bien escrita no necesita comentarios. No hay nada que añadir excepto "sí, lo que él ha dicho".
  • La anotación es un completo e incomprensible sin sentido, nadie quiere desperdiciar energía o ancho de banda ni siquiera para indicarlo
  • Nadie lee la anotación, por cualquier razón
  • Nadie entendió la anotación, pero no preguntaron para aclararlo por la razón que sea
  • A nadie le importa la anotación, por la razón que sea".

Lo que me gusta es especialmente que incorpora todas las posibilidades, todas las respuestas posibles a un problema. Tal vez yo incorporaría una sexta posibilidad, la de que hay gente que no quiere ser vista o leída.
Otra cosa bonita que tienen los dilemas es que pueden convivir razonablemente dos conclusiones sin que se excluyan la una a la otra. Sería por ejemplo que la opción 2 o la 1 no excluyen la 3.
¿Qué podría yo  añadir al monólogo de Hamlet (**), el mejor de toda la historia literaria junto al de Segismundo? "Ser o no ser". ¿Quién no se ha visto nunca ante el dilema de ser prudente o por el contrario ser valiente, sin olvidar que hay quien taimado, astuto, opta por una tercera vía que no tendría porqué ser menos honorable o respetable. Si somos prudentes, temeremos ser abusados; si nos pasamos de valientes, nos atormentará en la conciencia el peso de haber faltado a la compasión y a las razones que puedan tener los otros. Tampoco sirve ir con un lirio en una mano y un mazo de 7 puntas en la otra, repartiendo candidez y la severidad según se preste, como un ser escindido. Hay ambidextros que usan el mazo con los más débiles y el lirio lo dejan para cuando se encuentran con "un superior". Y todo lo que se les ocurra.
El complejo pateón hindú cuenta entre más de sus 3000 divinidades con Durga, que vence con el bien a su demonio. Su montura es un león. Ya nos gustaría que siempre pudiera ser así, vencer con el bien.
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(*) No he encontrado la canción infantil en Youtube, pero transcribo la letra: "Un caracolito valiente subía tronco arriba un fresal. Avanza poco a poco, resbala que caerás, ya está en lo alto del fresal, victoria, ya llegó. Tralará lará, cañones tronad, sonad trompetas que el caracol tiene el mundo a sus pies".
(**) HAMLET.- Existir o no existir, esta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar qué sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones (William Shakespeare, Hamlet, Acto III, Escena IV, traducción de Leandro Fernández de Moratín).

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