11.12.11

Post 758: Desgraciados en el juego

M. Maeterlinck, La vida de las abejas

















e vi el otro día al perro de mi hermano un collar con luces. Además de estar hecho con material reflectante lleva una pila que permite que se enciendan intermitentemente unas luces rojas. No es un complemento navideño sino que sirve al parecer para salir de paseo por la noche. Casi me alegro de haberlo visto así apagado y saber del invento antes que haberlo descubierto en marcha, cosa que me hubiera podido hasta asustar y me hubiera hecho pensar por lo menos en el sabueso de Baskerville.
Ya he dicho alguna vez, y lo mantengo, que con los perros me pasa como con los niños, que no me gustan a no ser que los conozca. Nunca haría nada contra ellos, como es natural, pero sin entrar en más detalles diría que se les ha hecho (a los perros) un lugar en las casas que habla mucho de como vivimos y de nuestra "organización social". Ayer estuve leyendo La vida de las abejas de Maurice Maeterlinck y aún se me hacía más patente ese panorama cuando describía el llamado "espíritu de la colmena" para intentar explicar como las abejas, sean reinas, princesas u obreras, son capaces en un momento dado de sacrificar sus propias vidas incluso masivamente para que el enjambre prevalezca. El libro de Maeterlinck se ofrece gratis en internet desde un lugar argentino y, aunque tiene engorrosos errores de digitalización y aparece algún número o punto espúreo se deja leer bien y permite apreciar la belleza del texto original. El frío y las calamidades que soporta el pingüino emperador con tal de procrearse al resguardo de sus enemigos naturales es impresionante también. 
No creo que la sociedad humana sea mejor ni peor ni diferente a las que son capaces de desarrollar algunas especies de los otros animales. Yo he visto preparar celosamente un nido a una compañera que le dimos a mi canario hace años y su empeño no era menos heroico y conmovedor. A su escala. Había que verla, a Maricarmen,  con los pedacitos del papel de diario intentando hacer un refugio para amparar los futuros huevos. Lo hacía con el mismo ensimismamiento y esmero con el que yo vi en la escuela que algunas niñas vestían a sus lapiceros para convertirlos en princesas. El pañuelo moquero servía para hacerles una capa regia. Pero princesas hay muy pocas, y no me refiero solo a las del enjambre de Maeterlinck. No me refiero realmente a las familias reales de la realidad, porque parece que la realeza y todo aquello de la alcurnia se ha refugiado entre las princesas de Disney y ni la cuñadísima del duque de Cambridge, Guillermo, da la talla.
Ya que he sacado el manido tema de las familias reales y de los duques, me gustaría decir el horror que me inspira la manera en que está siendo tratado el asunto de los negocios de Iñaki Urdangarín, el duque de Lugo y yerno del Rey. Se está convirtiendo en una costumbre verdaderamente deleznable la manía de juzgar a la gente (de la realeza o no) en la prensa, cuando -que yo sepa- a la gente se la tiene que juzgar en donde se la tiene que juzgar. Otra cosa es que se investigue, que en mi opinión es la función básica del periodismo, tan denigrado. No hay mal que por bien no venga, la campaña ha servido si acaso para evidenciar que la familia Urdangarín no depende del presupuesto del Estado.
Una vez sacado el tema de los linchamientos, pero sacado de verdad, despejado, nos quedan las princesas de Disney. Aunque cueste creerlo es uno de los hits de este pobre blog, junto a "como darse de baja de Datatalk", "el coche de Thelma y Louise", "desnudos de embarazadas", "azul Tiffany" y "sombrajos". Así que alguna utilidad tiene. Aquellas niñas que jugaban a princesas y que ya se habrán desengañado, o no, no sé si sintieron jamás la llamada del espíritu de la colmena. Y es bien cierto que el individualismo, eso en lo que también despuntamos los españoles, es la principal fuente de sufrimiento. Lo demás queda más que explicado con la secreción de las feromonas, tan activas en abejas y hormigas hasta el punto de que por sí solas justifican la regulación de todo un enjambre o  la galería de cualquier colonia.

Zánganos y abejas obreras. Foto de Waugsberg

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