"El hombre no nace del todo hasta cuando muere"
Benjamin Franklin
En Medicina Forense, se suele observar la posición del cadáver y no tiene por qué ser siempre la del decúbito supino, como cualquiera sabe, especialmente si la muerte ha sido violenta, sin entrar en más detalles. Los tanatoprácticos se encuentran muchas veces que a causa del famoso rigor moris o rigidez cadavérica, hay dificultades para presentar el difunto de acuerdo con los estándares de nuestra tradición funeraria. Hay encamados que es difícil enderezar porque adoptaron por largo tiempo una postura fetal o como de cuatro, de manera que se les amortaja con ropa holgada y listos, ya que la alternativa es desagradabilísima.
Me contó una enfermera que ahora está en Motril que en un hospital cerca de Badalona, donde trabajó hasta su mudanza, asistió en una cirugía bariátrica pero no como instrumentista. Es decir se trataba de reducir el estómago de un obeso descomunal. El paciente se les quedó en la mesa de operaciones, que por cierto había tenido que ser improvisada porque el gordo no cabía en la que tenían más grande, que tampoco es que fuera muy practicable para los cirujanos. Al parecer el caballero era un recomendado del director y éste le tuvo que pedir al equipo que lo trocearan convenientemente para poderle dar una ceremonia normal en un ataúd que no se tuviera que hacer a medida, etcétera.
El trabajo del tanatopráctico suele ser más de brocha fina y tiene muchas veces unos efectos loables. Yo he visto en varios muertos sonrisas beatíficas que inspiraban la seguridad de que estaba como mínimo en las puertas del Cielo. Creo que en inglés a los tanatoprácticos les llaman mortuory cosmetologist o mortuory beautician, apelativos que tampoco están nada mal.
Más allá, con perdón, del respetable arte del embalsamamiento, que nos ha dejado unas momias admirables, pero solo por su estado de conservación, yo diría que supuso una gran oportunidad para los mortuory beauticians la moda decimonónica de las fotografías post mórtem o memento mori. Especialmente las de niños que parecían dormir, conocidos como "angelitos". Se dirá que el fotógrafo ponía mucho de su parte, más cuando se presentaba el cadáver como vivo, como si estuviese tomando el té tranquilamente, porque le pintaban hasta unos ojos abiertos.
Pero, por abandonar este tema por otro más alegre y que no hiera sensibilidades ni susceptibilidades, recordemos que ya el nacer tiene sus diferentes presentaciones: de nalgas, de hombros, de cabeza. Servidora nació rápido, de cabeza, aunque con un ojo abierto como el de un cíclope y el otro sellado como una lapa, la nariz torcida y haciéndome la pipa. De miedo.
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