13.1.12

Dos perros

wei Hunde an einem Bein (Knochen) kommen selten überein (sich erbittert um eine Sache streiten) creo que quiere decir poco más o menos que "dos perros por el mismo hueso difícilmente se ponen de acuerdo". Conozco el proverbio flamenco a través del cuadro de El Bosco sobre los pecados capitales, la célebre "Mesa" (1485), y en concreto el segmento de la Envidia. La Mesa de El Bosco la tenemos en el Museo del Prado, mientras que "Los proverbios flamencos" (1559) de Brueghel el Viejo están en Berlín. Hay por ahí una reproducción que nos guía  en los más de 80 refranes representados. Como el cuadro originalmente se tituló "La locura humana" hay que temer que más que una mera recopilación paremiológica es un estudio de la estupidez. Otro. No sé si este proverbio, o mejor modismo, pertenece al grupo de los que aún perviven o al de los que cayeron en desuso. El hecho de que no haya una versión en otras lenguas, hasta donde yo sé, como sí la hay de otros, me permite suponer más lo segundo, que cayó en desuso. Naturalmente lo bonito del cuadro de Brueghel es que consiguiera que la composición le quedara ligada a pesar del baturrillo (*). A ver si aprenden los del Photoshop y el piernashop.
Todo esto de la envidia a mi me jeringa bastante, sobre todo cuando por lo general suelo ir a lo mío, que no es poco, y me parece una vileza siquiera detenerse en verles los defectos a los demás. La envidia en las artes plásticas, como la pintura, la vemos representada alegóricamente o como les dije. Y que yo sepa en la música excelen los celos de Salieri por Mozart, pero no hay lo que se dice un ejemplo de algún músico que ponga a caer de un burro a otro o que simplemente ridiculice una pieza o la distorsione. Si me es permitida la digresión, ¿cómo representaría Brueghel o El Bosco lo de poner a caer de un burro? Difícil lo veo.
Mi ignorancia es tan enorme que voy perdiendo pie a cada paso y lo único que acierto a decir es que tal vez es en las Bellas Letras donde más se ha reflejado la estupidez humana de la inquina entre iguales o colegas o lo que sea. Leí en mi Kindle hoy el prólogo a una versión gratis de un libro electrónico de Doña Perfecta, de Galdós. Pues en él un caballero inglés que adivino engoladísimo y con acento de Cambridge afirma que la literatura española solo ha destacado en la novela y el drama. Les prometo por la salud de mi canario que dice eso. No me hagan buscarlo, que no tengo ganas y no acabaríamos nunca. ¿Será posible que el mequetrefe se atreva a ignorar -en los dos sentidos de la palabra ignorar- a Gonzalo de Berceo, a Garcilaso, a San Juan de la Cruz, a...? Callo. 
Pues ese desdén tiene sus manifestaciones incluso entre plumíferos hipogonádicos (**) que hoy viven como pueden que se atreven a hablar mal de quienes ya no viven, como Lope de Vega o Camilo José Cela o Francisco Umbral, de quienes se podrá decir muchas cosas adversas, pero... ¿literariamente?, ¿literariamente se puede desacreditar la valía de tres puntales de nuestra cultura escrita? O aún si así fuera, ¿a qué lleva? ¿Es que no tienen otro material literario que no sea el desprecio a quienes les han precedido y que seguramente no podrán seguir más que arrastrándose y con dificultades serias? Porque resulta que los 7 autores que he mencionado mira por donde se caracterizaron entre otras cosas por ser prolíficos, mientras que los que suelen desdeñarlos acostumbran a ser lo que se dice cagapoquitos. Sus textos son resecos, son rematadísimos como la filigrana del papel moneda de curso legal, pero son solipsistas, sin vida y hasta cínicos. El cagapoquito suele regurgitar agrios comentarios sobre lo que no alcanza ni en su mejor día de inspiración.
Si hay algún proverbio (otro) chino socorrido hasta la náusea ese es el de que habla el que no sabe y el que sabe no habla. Este proverbio yo lo he recordado en muchas ocasiones cuando leo la literatura que yo para mis adentros y no aquí llamaría "verdadera". Hay mucha gente que tendría mucho de que hablar pero no quiere o no puede o no ha sido llamado por las musas o por la necesidad ineludible de metabolizarlo todo en el lenguaje, y calla con templanza, con esa templanza con la que Cesária Évora traspasaba los jipíos de Caetano Veloso cuando hicieron un duetto imposible, o con la prudente ponderación con la que una señora de la limpieza repasa los cercos del güisqui de los nuevorricos reunionólogos, ajena a sus trepicheos. Y hay gente que se pone a escribir y no tiene nada pero que nada que explicar a no ser alguna cosilla entre espumarajos de reflujo esofágico que a nadie aprovechan. No todo el mundo sirve para reunir dos personajes, uno hastiado del sexo sin amor y otro aburrido del amor sin sexo, por ejemplo, y hacerlo verosímil, único, más vivo que si lo viéramos. Y el que sirve para escribir, que no se engría, que total eso es como salir con los ojos marrones o verdes. Así que a otro perro con ese hueso.

(*) Por estas latitudes decimos "batiburrillo", pero la voz redirige en el DRAE a la que uso por elección deliberada. Me pesa porque parece que nos estemos refiriendo a los vecinos aragoneses, los llamados baturros, y es un lío, pero queda dicho.
(**) Saben quienes me leen que nunca nunca me meto con los trastornos de salud de nadie, pero en este caso, en el de mi referencia al hipogonadismo o insuficiencia testicular, me he visto hasta empujada a no quedarme corta porque una vez uno de esos personajes a los que me acabo de referir me hizo un alarde verbal del tamaño prodigioso y la reactividad de sus glándulas y eso es algo que me hizo hasta reír porque me acordé de que Camilo José Cela dijo una vez que él no tenía testículos sino testes. Además, este individuo en cuestión suele recurrir al esperpento de disminuídos psíquicos o de gente que tiene otras dolencias, cuestión que es digna de ser meditada y me autoriza para denigrarlo con toda la razón del mundo.



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