oy (ayer para ustedes)
le han dado el nombre de “Avenida Iker Casillas” a la Avenida de los
Deportes de Móstoles (Madrid). No sé
a qué atenerme porque la web del Real Madrid dice que la avenida tiene 194
metros, que me parece poco para una avenida, y creo haber oído en la radio que
mide 2 km.
El Ayuntamiento de Barcelona está facultado para nombrar hijos
predilectos sin grandes pegas, pero lo de darle a una calle el nombre de
alguien está determinado por las ordenanzas
del nomenclátor, que establecen que tienen que haber pasado 5 años desde la
muerte del homenajeado. Verdaderamente ¿qué quieren que les diga?, si le ponen
a uno una calle o una plaza y ya no
digamos una avenida cuando ya no se puede enterar (hasta donde yo sé), aunque
tiene su gracia, no deja de ser un honor póstumo. Pero tiendo a pensar que si
tenemos las ordenanzas que tenemos es para que los del consistorio no se dejen
llevar por la euforia de un momento o el calentón de un gol o de un nobel o de
cualquier otra gloria y ya no digamos de los favores debidos y méritos
clientelares. Porque si mal está ponerle un obelisco o una estatua ecuestre a
quien no los merece, también está feo quitarlos y es un ultraje gordo.
Leo hoy en un blog, en un post titulado
“Lo que cuentan de usted (del poder de captarlo y neutralizarlo)”, un
párrafo en el que me he quedado encasquillada un buen rato: "Trata a los demás como si ya fueran
tal como deseas que lleguen a ser " dice el aforismo pero podría
seguir: " y sé consciente de que los demás te tratan como si tú ya
fueras como esperan que seas". Las personas, quién más, quién menos
respondemos a nuestro predicamento.”
Ante esos consejos de Paz Torrabadella se me ocurren dos apreciaciones personales: 1) que
ya dijo Goethe algo así como que si
a uno no le tratan como quien es se acaba comportando como lo que no es, que
como casi todas las frases de este autor dejan la cabeza zumbando un buen rato
y descolocada; 2) que hay personas que cuando hacen una presentación airean
sentimientos no precisamente oportunos. Es como si se situaran en un pico de estrés, que dirían los
argentinos, que les arrojara a decir incluso lo contrario de lo que ni que sea
por educación saben que no deben decir. En este caso, como en otros, yo no me
dejaría llevar por los buenos consejos de la terapeuta del post, sino que me
dejaría llevar por la buena educación
o la cortesía clásica de toda la
vida. Es decir, en una presentación hay que mostrar la
persona más joven a la mayor, la que tiene una posición social menos elevada a
la que sí, el amigo menos antiguo al más antiguo y así siempre. Si la persona
más mayor y la que tiene una posición social más elevada y el amigo más antiguo
también están al caso de las reglas de convivencia clásica, sabrán que se
pueden presentar ellos mismos, adelantándose a quien hace las presentaciones.
Esa es una de las claves en juego y nadie dirá que sea difícil o engorrosa. Los
que se oponen a estas convenciones por lo de la naturalidad y confunden el culo con las témporas, suelen quedar como
lo que son, unos cafres o mentecatos agarrulonados.
La otra clave es a veces una cuestión de
reflejos, puesto que se trata de indicarles algo de lo que tienen en común y
que por supuesto no sea una indiscreción. Por ejemplo, no diremos “anda, mira, pues fulanito también se acaba de hacer una vasectomía”. Pero seguro que
se pueden encontrar puntos de coincidencia que demuestren por otra parte
nuestro interés desinteresado en que
esas dos personas que se acaban de conocer se puedan conocer más.
A veces he notado que en alguna presentación
mal llevada la gente se ha podido sentir muy incómoda e incluso mortificada. Si
presentan a la persona que tiene una posición social o académica o lo que sea
más elevada realzándola hiperbólicamente, es seguro que será a costa de
degradar a la presentada y todo el mundo se sentirá aunque sea por una millonésima
de segundo abochornado.
Tal y como insinúa Paz Torrabadella, en una
presentación confluyen elementos inesperados que llevan a la acción prejuicios, miedos, todo lo que se nos
pueda ocurrir. Por eso no descarto en todo su propuesta de partida, la de
tratar a los demás como quienes serán. Es más cómodo someterse a la etiqueta, no
olvidemos que en realidad la buena educación está sobre todo para los casos
difíciles y para la gente que nos cae mal o es intratable. Pero si tenemos un
día bueno no estaría de más dar ese salto hacia adelante, de pura energía.
Por cierto, Aristóteles tiene un pasaje en
Barcelona, que se abrió recientemente y que todo lo más tiene 5 metros.
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