6.6.12

Muelles o bisagras

"¿Quién no ve que he tomado un camino por el cual seguiré sin cesar y sin esfuerzo mientras haya tinta y papel en el mundo? No puedo contar mi vida por mis actos: la fortuna los pone demasiado abajo; cuéntola por mis pensamientos. Y así he visto un gentilhombre que sólo comunicaba su vida por las operaciones de su vientre; podiáis ver en su casa, expuestos en orden, los orinales de siete u ocho días; constituían su estudio, su conversación; asqueábale cualquier otro tema. Son estos, algo más civiles, los excrementos de un viejo magín, ora duro, ora débil y siempre indigesto ¿Y cuándo terminaré de representar la continua agitación y mutación de mis pensamientos, sea cual sea la materia en la que caigan, dado que Diomedes llenó seis mil libros únicamente sobre el tema de la gramática? ¿Qué no ha de producir la cháchara puesto que el tartamudeo y el desencadenamiento de la lengua asfixió al mundo con tan horrible carga de volúmenes? ¡Tantas palabras solo por las palabras! Oh Pitágoras, por qué no conjuraste aquella tempestad!". Michel de Montaigne, Ensayos, III, IX

e refiere Montaigne a la "regla" de Pitágoras, que imponía a sus discípulos dos años de silencio para purificarse. El párrafo congrega casi todos los elementos que atraviesan la obra de Montaigne, una de las primeras obras originales del pensamiento moderno, a pesar de estar cuajada de citas y de partir de la paradoja de que Montaigne le dio la espalda al mundo y sus sinsabores para ponerse a escribir.
Hasta Montaigne, que fue una de las lecturas que tengo entendido que más apreciaba Josep Pla, me arrojó (para reponerme) la lectura en internet de La escuela moderna, un libro sobre pedagogía del contovertido Francesc Ferrer i Guàrdia, al que se le consideró uno de los instigadores los sucesos de la Semana Trágica barcelonesa (1909) y que fue por ese motivo fusilado. En la fotografía de hoy se puede ver cómo quedó la Iglesia de San Juan de Horta, pueblo que se había agregado a Barcelona el año 1904. Aunque generalmente las historias o la historia mencionan el incendio de esta iglesia y el convento de las Dominicas, a unos 7 minutos andando, tengo entendido que otros conventos de los muchos que hay por allí fueron también atacados. 
Pero lo que me trae hoy a mi propio blog no es la Semana Trágica ni nada de lo que de ella pervive, lo que me trae es que a la somera lectura de las primeras páginas de La escuela moderna no dejo de apreciar un estilo propio del dogmatismo anarquista hoy en cierta manera redivivo. El capítulo dedicado a "La señorita Meunier" me resulta especialmente repugnante por la mezcolanza de prejuicios, topicazos y un machismo regurgitado que me asquea de profundis bajo el que subyace una larvadísima envidia. Leo el capítulo más interesante, Coeducación de las clases sociales, y me resulta más interesante:
"Una escuela para niños ricos no hay que esforzarse mucho para demostrar que por su exclusivismo no puede ser racional. La fuerza misma de las cosas la inclinaría a enseñar la conservación del privilegio y el aprovechamiento de sus ventajas.
La coeducación de pobres y ricos, que pone en contacto unos con otros en la inocente igualdad de la infancia, por medio de la sistemática igualdad de la escuela racional, esa es la escuela, buena, necesaria y reparadora.
A esta idea me atuve logrando tener alumnos de todas clases sociales para refundirlos en la clase única, adoptando un sistema de retribución acomodado a las circunstancias de los padres o encargados de los alumnos, no teniendo un tipo único de matrícula, sino practicando una especie de nivelación que iba desde la gratuidad, las mensualidades mínimas, las medianas a las máximas."
La idea inicial no está mucho más desarrollada y no se extrae un análisis o una valoración de la experiencia que el propio pedagogo tuvo con la coeducación. Con mi ignorancia es total en materia de Pedagogía, me remito simplemente a esbozar mis dudas de que los padres de los niños llamados "ricos" estén dispuestos a pagar por lo mismo que no pagan los que no lo son. Es curioso que por las vueltas de la vida, el convento de las Dominicas, que hoy está prácticamente dedicado a la enseñanza, que fue incendiado durante los sucesos de la Semana Trágica, es hoy el refugio de algunos niños cuyos padres no quieren confiar a las escuelas públicas sus retoños para no desnivelarse culturalmente al estar en contacto con hijos de emigrantes sudamericanos, pakistaníes, magrebíes, etcétera. Y no se trata de xenófobos fascistas, etcétera. Al menos no lo son declaradamente. Y, sin embargo, algo racistas si son ¿O no?
La idea de Ferrer i Guàrdia era revolucionaria (aunque no sé si era original, ni me importa) y más allá del candor rousseauniano en el que se apuntalaban algunas de sus ideas, hay que valorar que alguien se detuviera a señalar algo que podría parecer hasta natural, la división de las clases sociales. Vale la pena reparar en esta cuestión porque estamos a dos telediarios del copago sanitario y de ver como vamos a tener que pagar por algo que ha sido ya pagado y hacerlo proporcionalmente, de acuerdo con la renta. Así que por el mismo servicio, o no, unos pagarán y otros no pagarán. Es fácil pensar que los que tengan que pagar preferirán pagar en un sitio que sea "de pago"-pago. Podemos dar por liquidada entonces la clase media como clase bisagra.
De esas dos tendencias en las que vamos dando bandazos, como si fuéramos sobre la oxitocina o el Dragon Khan del capital, la que más horror me causa es la de la segregación de los ancianos, su apartamiento en una especie como de nurseries llevadas como una especie de campo de concentración pero sin castigos ni trabajo, solo tele.


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