8.7.12

Cualquiera sirve


sí como digo que las papeleras impuestas por nuestro consistorio son odiosas, en especial desde que desde lejos ya se nota que alguna la han usado para poner la caca del perro, así como les digo eso también digo que las bolas de cemento me resultan hasta simpáticas. Aunque no es el tema de hoy aprovecho para decir que en mi niñez las cacas de los perros no olían, o al menos me lo parecía a mí, que debo admitir que tengo un olfato pésimo (cosa que agradezco). Hasta había unas cacas blancas que cuando luego las pisabas se quedaban hechas polvo como un hojaldrillo enharinado de azúcar glas o como un polvorón. También las había totalmente negras y con el pellizquito del sigma colónico claramente formado indicando el final de la digestión, ese momento que da como una especie de alivio que se siente en toda la columna vertebral.
Últimamente los perros toman esos alimentos preparados que tienen mucha fibra y no sé cuantas cosas más y los mojones que desprenden son extraordinariamente aromáticos y las heces son enormes y turgentes. Ya les he dicho que con los perros me pasa como con los niños, que no me gustan. Otra cosa es cuando los conoces, a los perros. Y de hecho cuando me preguntan si no echo de menos haber tenido hijos digo que lo que quisiera es tener nietos, que es algo que veo que se lleva mucho mejor y que le alegra muchísimo la vida a todo el mundo que conozco que los ha tenido. Y si me miran ojipláticos o como a un caso imposible, advierto que cosas más raras se han visto, sobre todo cuando la fecundidad ha visto tan ensanchados sus límites naturales y no naturales.
Las bolas de cemento tienen su gracia tal vez porque son esféricas y armonizan en cualquier lugar donde se coloquen, aunque no estoy segura de que los que dedican tantos ratitos a buscar  aparcamiento piensen lo mismo. Y sin embargo, así como de las papeleras no conozco ningún accidente, teniendo en cuenta que ya las ponen para entorpecer muchas veces el paso, de las bolas sí que tengo algún caso. Claro está que se trata de personas que tienen una siniestralidad que rompe las estadísticas porque son despistadas o algo atribuladas o torpes o ambas cosas. Una de las maravillas de este mundo es sin duda la cancha de bochas de Ischigualasto o el Valle de la luna, en Argentina. Las formas esféricas imprimen una cierta serenidad y suavidad y de todas las llamadas formas geométricas tal vez es la que nos resulta más amoldada a la realidad, por imponente o pequeño que sea su tamaño. Cualquiera sirve.

Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

León Felipe

Mera fotografía registrada en SafeCreative **1205091610315

Post registrado en SafeCreative *1207081934647 2022: 2212162883492