30.7.12

Relecturas (8): Iscle Garsó y Augusto Algueró

"La cultura no és més que xafarderia"
Josep Pla

l cacareado año 1992 el Premi de Novel·la Ramon Llull fue para Terenci Moix y El sexe dels àngels. En mi edición de Planeta se lee la coletilla: "A l'apassionada Barcelona dels anys 60, un jove grimpador i enigmàtic provoca el retrat més irreverent del nostre món cultural". El prólogo de Pere Gimferrer deja más que claro que fue gracias a él por lo que pudimos ver el libro, que empezó muchos años atrás de su publicación (*). A estas gracias se añade la de que probablemente los años 60 fueron unos años de una efervescencia cultural mucho mayor -en los dos sentidos de la palabra "mayor"- que la que ahora tenemos, a pesar de la llamada normalización lingüística y de que hay un sinnúmero de promociones de licenciados en Filología Catalana, desde la que se suele considerar la primera, de 1974. 
Lamentablemente no encuentro en internet más información sobre la novela de la que ofrece la solapa de mi edición, cosa que también tiene su interés porque me indica (por lo menos a mí) que la sátira fue recibida con una especie de omertà o silencio ovino que subrayan y ponen aún más de relieve el tejido social que se representa bajo nombres supuestos en el libro. Hay al principio de todo ello una especie de guía de lectura con el dramatis personae en grupitos. Uno de los grupos es el de la Gauche Dorée  (en la realidad la Gauche Divine) donde es fácil reconocer a la fotógrafa Colita en Melita y a Serena Vergano en Nabuca Daiano. La efímera actriz milanesa Serena Vergano tuvo un hijo del arquitecto Ricard Bofill, homónimo, que ustedes recordarán que estuvo casado antes de con Paulina Rubio con Chábeli Iglesias Preysler. Hay personajes fácilmente reconocibles ya solo por el nombre, como por ejemplo Lluís Nyap (Lluís Llach), pero otros -como por ejemplo Iscle Garsó (Salvador Espriu) solo lo son por las referencias que se nos dan.
En honor a la verdad, o a la realidad, nunca se sabe en estos casos, habría que decir que en principio el carácter catalán es contrario al chisme, la chafardería, el safareig (al lavadero público) y por lo tanto en parte el silencio sobre el libro se puede atribuir al buen orden del gallinero, siguiendo con el lenguaje figurado pero no por mucho tiempo. Y sin embargo, por lo que llevo releído no se desvela nada que no sepamos. Si acaso se habla pícaramente sobre cuestiones que los libros de historia de la literatura tratarían eufemísticamente, en una terminología más técnica y pretendidamente neutral o sometiéndolas a un adelgazamiento o estilización y desodorización totales. A mí, que precisamente desde los años noventa dejé de cultivar mis lecturas en catalán, el libro de Terenci Moix me sirve como libro de Historia de aquellas generaciones y hasta con él doy por bien empleado el tiempo que no perdí pero sí invertí en unas lecturas que pienso que me sirvieron para mi formación pero que doy por superadas.

Una entrevista que pude tener con Salvador Espriu si no recuerdo mal el año 1984, un año antes de su muerte, me permite garantizar por si a alguien le queda alguna duda que Iscle Garsó es Salvador Espriu. En la mencionada guía de lectura se define como "el poeta «nacional»", cosa que puede despistar hasta cierto punto si no añadimos que fue muchas veces considerado nuestro candidato más firme al Premio Nobel de Literatura. Desde que Espriu murió, las únicas candidaturas que se han promocionado desde el Principado son (además de los Juegos Olímpicos) las referentes al Patrimonio de la Humanidad y la capitalidad de la telefonía móvil, cuestión que si pudiera verdaderamente confirmar con fundamento me permitiría afirmar que después de Salvador Espriu no ha habido un autor de su talla y condición. Pero como esto es un post de un pobre blog, nos podemos permitir este tipo de injerencias y elucubraciones. O  banalizaciones, según se mire.
Las referencias que ofrece Terenci Moix son claras, aunque se puede admitir que en la recreación que hace de la entrevista de Lleonart y Espriu, el lenguaje de Espriu pierde mucho del vigor y escrupulosidad que tenía a costa de cargar las tintas en otros de sus rasgos. No se puede decir que fuera cursi (carrincló), tampoco que fuera clasicista, puesto que su medida y contención se desvanecían cuando había la ocasión de exagerar un poco o acudir a la jaculatoria, característica que ganaba mucha expresividad por cuanto la presencia de Espriu era de una extremada pulcritud. Iscle Garsó repetirá varias veces que dispone de poco tiempo, de poca salud, que escribe lo justo, lo útil, de forma pusilánime. Da a entender que es un profeta, que su mundo o su pueblo están condenados a la extinción, y todo aquello de la muerte. 
Curiosamente, ya que hablamos de la muerte, tanto Terenci Moix como Salvador Espriu tenían un gran interés por el Antiguo Egipto. De hecho se podría decir que Espriu podía tener los conocimientos que se le suponen a un egiptólogo, aunque su formación procedía del Derecho. Algo me dice que la atracción por Egipto lejos de generar afinidades entre ellos -si es que se llegaron a tratar, que yo no lo sé- no habría hecho más que distanciarlos. Por lo demás, ahora sí ya en el terreno de la chismología, tanto Moix como Espriu fueron solteros, aunque Moix se reconocía sin tapujos homosexual e incluso fue muy sonada -por no decir estrepitosa- su separación del actor Enric Majó.
No creo que sea por espíritu de contradicción, pero lo que es hoy en día me inspira mucho mayor interés la figura de Augusto Algueró, que no se puede decir que perteneciera a la Gauche Divine, pero que era barcelonés y compuso la pieza central de la película "Tuset Street" (Luis Marquina, 1967), "Boccacio Soul". Por una injusticia o indigencia civil que reta todo comentario y todo análisis, la discografía y la prodigiosa relación de la obra compuesta por Augusto Algueró no están al alcance de cualquiera en internet, como sí lo están las de otros artistas del pop (incluso ingleses). Creí que a su muerte esta carencia sería remediada pero no ha sido así. No pierdo la fe en que se haga, pronto y bien.
Se tiende a considerar que el Ensanche (Eixample) es más Barcelona que la Vía Júlia y ya no digamos la Vía Favencia, y por similares razones se considera que Salvador Espriu representa la Literatura Catalana mucho mejor que, p.e. Terenci Moix. Pero no es así. Todo cabe. 

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(*)
"El motivo por el que en 1969 se le negara a Moix el Premio Sant Jordi fue el escándalo que se preveía ante una novela que cargaba contra las manipulaciones de la cultura catalana de la época. La novela se inicia con la muerte por accidente en Venecia de un joven escritor que ha triunfado en la cultura catalana y se ha pasado después a escribir en inglés. Un periodista de aquella nacionalidad viaja a Venecia para intentar reconstruir la vida del escritor y entabla una larga conversación con un catalán que estuvo exiliado en Cuba. A lo largo de esta conversación se irá dando entrada a una serie de cintas magnetofónicas en los que personajes de la cultura catalana dan su versión sobre el triunfo del escritor. "Seguro que habrá reacciones", comenta Moix, "pero me da igual. Todos los personajes de la novela son mezcla de varios personajes reales y se han de tomar como prototipos de la cultura catalana. Me es igual si hay reacciones, porque es una novela que siempre ha tenido voluntad de polémica. Viene a ser como la explicación de mi desencanto de la cultura catalana y es significativo que dejé de escribir en catalán después de acabarla" (Xavier Moret, "El País", 23 de abril de 1992)