6.7.12

Yodel y azul

“Rialta sintió que las nueces deshaciéndose en rocío se volvían su planeta inasible, la voz de Florita, alambrada y de hierro colado, la colocó de nuevo, con tres o cuatro saltos, al lado del tronco de las nueces, y súbita, la luz comenzó a invadir su contorno, guardándola de nuevo en su segura levitación terrenal.” (José Lezama Lima, Paradiso, cap. III)
 veces cuando alguien me ha preguntado qué es en lo que más me fijo cuando conozco una persona, si los ojos si las manos, pienso que es en la voz. En realidad, aunque los ojos y la manera de mirar, las manos y la manera de usarlas, el cuidado de los pies, dicen mucho sobre un desconocido, lo que me roba mucha de mi atención es la voz y la voz me pareció siempre un recurso de expresión inestimable. Me pasa con la voz como con el lenguaje en general, que aprecio mucho su cuidado y la corrección tanto como la espontaneidad y el sello personal. 
Mi voz no es agradable de oír, pienso, como sí lo es la de muchas mujeres, que sin embargo la  afean con una estridencia o una mala vocalización o un tono monocorde. Para que nos situemos, la tengo como la mayor parte de los coruñeses más occidentales, seguramente a causa del exceso de yodo de la zona, que es como la tiene el escritor Manuel Rivas, por ejemplo. Ese voz en los que padecen enfermedades respiratorias o en aquellos abuelos que ya nos van dejando que estaban desdentados, es ya como de fuelle herrumbroso. Los niños nacen con la voz clara y argentina pero pienso que por adaptarse al entorno la van endureciendo y ensombreciendo, se hace más ronca y espesa. A pesar de tener esta voz suelo cuidarla y me gusta sobre todo modularla, jugar con sus posibilidades físicas y convertirla en mi principal instrumento de expresión. Especialmente porque mi natural es perezoso mi tendencia es la de mover mis manos apenas y ahí, aunque no es el tema que persigo hoy, veo que también a veces somos un poco bruscos o repetitivos.
En Barcelona y en Cataluña en general desde hace cosa de una año no es posible sintonizar Radio Vaughan, una emisora que yo a veces seguía por las ondas herzianas por bien de mantener mi precario inglés. Es un recurso buenísimo. La propia emisora revela en algún punto de su web que se trata de un conflicto con la Generalitat de Cataluña. Y algo de eso habrá, puesto que nuestro gobierno autonómico tiene una particular obsesión por los medios que no están bajo su control directo. De hecho, a la que se abandona mi ciudad y se toma la carretera, es prácticamente muy difícil captar algún programa que no se emita en catalán. Sin embargo, sé por la prensa que Radio Vaughn comercializa productos para los que estudiamos inglés como por ejemplo "Se ha escrito un crimen" ("Murder she wrote", Peter S. Fischer, Richard Levinson, William Link, 1984-1996). Había yo ya seguido está serie televisiva en inglés en un canal dual simplemente porque la dicción de Angela Lansbury (la señora Fletcher) es ideal para los que tenemos una oreja dura o perjudicada. Lansbury está asentada en EEUU desde la intemerata, aunque aparenta ser más joven, pero nació en Londres. Supongo que como otros actores ingleses ha recibido una formación teatral en esa escuela inglesa de prodigiosa tradición y proyección donde la dicción es ideal. En los dos sentidos de la palabra "ideal".
He tenido en la Universidad profesores que no llegaban al segundo mes de clases por forzar su voz, por no haberse preocupado en aprender a hablar en público. Algunos tienen un caudal de voz bueno, pero las frases se pierden cuando encima la sala no está bien acondicionada para el sonido. He asistido a conferencias donde el ponente seguramente estaba nervioso o nerviosa por el pánico escénico y parecía enfadado, que hablaba como reconveniendo al auditorio. 
Mi afición por la radio es natural cuando les digo que me interesa mucho la voz humana. Cuando yo era una niña los profesionales de la radio hablaban con gran claridad, aunque poco ponían en la mayor parte de las ocasiones de su propia manera de ver las cosas. Ahora abundan los programas de tertulia y a veces son una "torturia" para los oídos. No me refiero a las tertulias donde la gente grita y cuyas frases se superponen unas a otras como en un mercado o una feria de tratantes. Me refiero a las de opinionólogos, donde es muy frecuente oír en el fondo la pesada o fatigada respiración de alguien que escucha pero que por haber fumado mucho o tener sobrepeso se ahoga. 
Las variantes regionales me interesan y me gustan, pero me parecen insufribles cuando se convierten en una especie de reclamo identitario. Estoy pensando ahora en Fernando Ónega, para quien es imposible evitar la lenición celta o decir cosas como "ótimo", pero cuya dicción es perfecta. También estoy pensando en Enric Juliana, el català emprenyat, que es un ejemplo de lo que incluso no sería correcto en catalán, y cuyo uso de la voz está cargado de recursos físicos espúreos e impostados (falsos): paladeos, implosiones, abuso de la expresividad retronasal, escasa vocalización, y -si se me permite- lo que yo llamo "voz de culo". Otro ejemplo que no modelo de pésima dicción es Carles Flavià, que a veces se diría que tiene la boca como la que se les pone a los que han bebido mucho de una vez. En el mismo programa de Carlos Herrera, Albert Montagut, también catalán, tiene su acento pero la expresión es más que correcta. Tal vez grita algo. Hay un tertuliano inconfundiblemente andaluz que tiene una buena voz, aunque siempre anda algo incomodado tal vez porque es el único comunista del grupo. No sé como averiguar ahora su nombre, y tampoco es el caso. Por ultracorrección hace algo que hacen algunos andaluces cuando pretenden no ser tomados a chirigota, evitar el seseo y el ceceo. Pero a veces les ocurre que por eso, por ultracorrección, donde tenían que sesear cecean y viceversa, de manera que muchos apreciaríamos mejor que hablaran con naturalidad. De hecho, aunque no tengo datos, seguramente la mitad de la hispanofonía o más, sesean. No veo el problema, la verdad. Al contrario. 
El bosón de Higgs será importantísimo e interesantísimo, pero yo no sé qué daría por oír hablar a mis antepasados. El yodel, esa reliquia del Tirol, parece que rompe en el corazón.

Lonesome yodel blue

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