27.8.12

El jardín de hongos

"Las hormigas cortadoras de hojas (Atta y Acromyrmex) se alimentan exclusivamente de un hongo que sólo crece dentro de sus colonias. Recogen continuamente hojas que después llevan a la colonia, las cortan en trozos pequeños y las ponen en jardines de hongos. Las obreras se especializan en tareas según su tamaño; las más grandes cortan tallos, las medianas mastican las hojas y las más pequeñas cuidan de los hongos. Estas hormigas son lo bastante sensibles como para reconocer la reacción de los hongos ante diferentes tipos de vegetales, aparentemente detectando señales químicas de los hongos. Si un determinado tipo de hoja es tóxico para el hongo, la colonia ya no recogerá más. Las hormigas se alimentan de unas estructuras producidas por los hongos denominadas gongylidia.95 Unas bacterias simbióticas que se encuentran en la superficie exterior de las hormigas producen unos antibióticos que eliminan las bacterias que podrían dañar los hongos". (Wikipedia)
a sierra está más seca que la lengua de un loro, pero hay que conformarse y rezar para que no arda al menos. Ayer me salí del camino habitual y me crucé con once imbéciles seguidos como ensartados por el culo en sus mountain bikes. No tengo el menor escrúpulo ni mala conciencia de designarlos así por cuanto son gamberros (aunque tengan más de 50 años) que alteran el medio ambiente y que molestan y son un peligro para los que caminamos tranquilamente por el monte. Se supone que no deberían ir por las torrenteras ni los sotobosques y menos a la velocidad a la que circulan, pero esa  prohibición parece que no va con ellos, que sobre las ruedas se sienten como milhombres y todo aquello de "la carretera es mía" y demás.
Hubo una temporada que había habido trialeros y hicieron polvo los desmontes. Lo que no hacen las lluvias torrenciales de septiembre tan perniciosas a veces lo consiguen estos memos y sus horribles maillots. Ayer por la mañana, mientras me tuve que hacer con un pequeño sitio al lado del estrecho camino, donde resguardarme del paso de estos seres inmundos, me acordé de una frase con la que prácticamente Simone Weil  abre su libro Echar raíces. El ensayo debiera haberse traducido como Enraizamiento, a mi entender, pero lo importante ahora es subrayar esa frase que ayer se me vino al magín: "Un hombre solo en el universo  no tendria derechos pero sí tendría obligaciones".
Un hombre solo en el universo  no tendria derechos pero sí tendría obligaciones. Me gustará releer el libro, puesto que desde el año 1996 por poco que haya llovido algo ha llovido. Pero lo que me sugiere la frase es principalmente que el hombre, la mujer, tenemos siempre obligaciones. Aún en el caso, siguiendo con los mountain bikers, de que estuvieran solos en el mundo y de que su paso no fuera un peligro para los que pasean, quedaría la naturaleza. El hecho de que mi paso no mueva ni una piedra ni un canto rodante el camino, no sé si es bueno o es malo para la naturaleza, pero lo que no puede ser buena es esa erosión, esa velocidad, ese ruído y en una palabra la violencia y la prepotencia. Dice mi madre que es mejor eso que que estén en el bar. Y yo creo que para mí es mejor que estén en el bar, de donde no debieron salir nunca. Por otra parte siguen yendo al bar, que yo lo sé que los veo.
Pienso casi con toda seguridad que Simone Weil estaría de acuerdo en que mi actividad no interfiere ni coarta la de los memos, los memos impiden que haya nadie más que ellos incluso haciendo lo que ellos hacen. Porque, como es natural, ustedes habrán pensado a su vez es que lo mismo que hay memos de bajada hay memos de subida.
Como el arbolado y demás estaba ayer agostado y más que canicular, me dediqué a mirar la actividad de las hormigas, esas criaturas que a excepción de la Antártida y cuatro sitios más, están en todo el mundo. Yo tengo controlada la colonia argentina que hay en mi casa, de manera que mi simpatía llega hasta cierto punto, sin entrar en detalles. Y sin embargo siempre me había llamado la atención ese quehacer de cargar con pedacitos de espiga de donde me parecía difícil que extrajeran un solo nutriente. El jardín de hongos a que se refiere la enciclopedia me conduce a un cierto estado de beatitud casi lisérgica al imaginar esas galerías fermentadas y por otra parte me tranquiliza. No les quiero explicar lo mucho que me hacen padecer cosas como esa. Estuve años sufriendo lo indecible cada vez que me acordaba de que los músicos cubanos no podían conseguir fácilmente cuerdas para sus guitarras. Luego un día al hablar con una habanera aquí en Barcelona, aunque no recuerdo exactamente qué me dijo, supe que tenían manera de conseguirlas y que además habían hecho de la necesidad virtud. También me hace sufrir mucho pensar qué agua tienen para beber los pájaros.
A pesar de todo, una preocupación casi siempre es desalojada por otra y como en casi todo el mundo mi capacidad de sufrimiento es limitada y selectiva. 

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