21.8.12

Los huevos azules del petirrojo

Dedicado con afecto a Salvador Albanell


"En cuanto te expresas, ya haces un buen trabajo"
Antonio López

 veces, sin que una lo busque, se tropieza con lecturas que le indignan no ya por la pérdida de tiempo que representan para mí sino para quien se supone que es el autor o la autora, aunque a veces se trata de refritos o puro terciarismo y por lo tanto un subgénero onanista. En noviembre de 2011 falleció la bióloga Lynn Margulis y apenas se enteró nadie. De hecho para mi sorpresa y fastidio ni siquiera la conocían la mayor parte de los investigadores del centro donde yo trabajo (?). Si les dices que había estado casada con Carl Sagan, el astrofísico, entonces ya les suena algo, sobre todo a los que ya tienen unos años, pero de Margulis no han conocido su labor. Siendo como era una seguidora del evolucionismo, sin embargo su punto de vista holístico y hasta humanista de la ciencia, me atrayeron. Y hasta pude leer sin grandes dificultades un libro que escribió con su hijo  y cuyo título voy a omitir del post para eludir buscadores obscenos. El título podría haber sido tanto una afirmación como una pregunta, lo mismo en español como en inglés, si no fuera por el signo o los signos de interrogación, cosa que también evoca la naturaleza de la ciencia en sí, llena de grandes respuestas pero también llena de grandes preguntas. Porque está claro que el libro discurre entre esas dos actitudes, de quien indaga y de quien pretende dar una explicación honesta a una cuestión.
Básicamente podría intentar captarlos para la lectura de ¿QEES? asegurando que queda bien demostrado que hay reproducción sin sexo y que también hay sexo sin reproducción. Pero, como ustedes comprenderán, un libro de unas trescientas páginas, aunque lleva alguna ilustración siempre oportuna e inmejorable, tiene mucho más contenido que ese mero planteamiento. Y lo que lo hace, como decía, muy atractivo para mí es el hecho de que los protistas o protoctistas eucariotas no sean una especie de microorganismos aislados de otras realidades, sino que Margulis y Dorion Sagan se mueven incluso entre factores que pensamos que pertenecen al dominio de la Antropología. No son los típicos pijocientíficos que desprecian cuanto no saben. Pasa con Margulis como, mal comparado, con nuestro paleontólogo Juan Luis Arsuaga, o con el lingüista Noam Chomsky, que son científicos que se puede manejar muy bien en una disciplina del saber pero que se mueven bien en otros dominios y eso porque tienen un interés lleno en lo que indagan. No hará falta, supongo, que aclare que este tipo de investigadores no tienen nada que ver con los divulgadores natos o gente que por lo que sea se dedica a dar conferencias sobre la mística de los protones. La diferencia no es tanto el medio en que se mueven y el número de seguidores en el Twitter como el hecho de que lo que investigan y lo que declaran es útil y es verdaderamente una aportación real para el progreso de la humanidad.
En mayo se reeditó un libro precioso que junto con ¿QEES?, algunos libros de la escuela inglesa de historiografía, algunos libros de lingüistas como Jesús Tusón, Steven Pinker y otros, me reconcilian con la edición. El libro se titula America's other Audubon y su origen es el proyecto de Genevieve Jones (no la diseñadora de Nueva York) de reparar las carencias del llamado Audubon, un libro de Ornitología del autor homónimo donde no se habían representado los huevos y los nidos de los pájaros. Genevieve Estelle Jones tuvo la idea el año 1876, según podemos leer en la ficha de Amazon. Lo que hace más valiosas las ilustraciones científicas de G.E. Jones y su amiga Eliza J. Shulze es la originalidad de la idea y no tanto las dificultades para conseguir que se publicaran las láminas. Sus padres consintieron en el proyecto, a pesar de su débil salud, y sufragaron los costes de las litografías, de las que no llegó a hacer más que quince porque se murió de fiebre tifoidea. A los 29 años Jones quería dibujar todos los nidos y huevos de los pájaros de EEUU y su padre la convenció para que se entretuviera con las 150 especies de Ohio, así que quince litografías son muy poco para lo que ella hubiera querido pero mucho si tenemos en cuenta su salud nefasta. El libro o las láminas se tenían que vender por subscripción. Los padres lo completaron en su memoria y eso fue hacia 1886, aunque del libro solo se hicieron 90 copias y se han localizado en realidad 20. La explicación de Joy M. Kiser,  autora de la edición de 2012, pormenoriza en la web de las Smithsonian Libraries la contribución de otras mujeres de la familia y amigas.
Siempre que voy al Cosmocaixa nunca veo a nadie admirar o ni siquiera mirar los nidos que tienen expuestos. A mi se me saltan las lágrimas porque todos ellos revelan un cuidado en los materiales y en las formas que no pueden dejarnos indiferentes. ¿De qué tamaño es el cerebro de un mirlo? Todo el empeño que ponemos los seres vivos, protoctistas o no, en la perpetuación de cada cual, es una de las cosas más conmovedoras y sobrecogedoras que se me ocurren en este momento. La actividad que desplegó el otro día una motacilla alba en los tejados del Hospital Vall d'Hebron era tan entregada que no podría más que envidiar su ardiente presencia en cada uno de sus actos. Si hasta le puse una galleta de ácido fólico machacadita y extendida en el suelo, y eso a riesgo de ser percibida por las cámaras que vigilan el terrado. Y para nada, porque las motacillas albas ni los petirrojos comen cualquier cosa y porque se las eches.
En esos encuentros que a veces imagino, quisiera ver a Emily Dickinson y a Genevieve Jones hablar de petirrojos, o a Anaïs Nin y Lynn Margulis hablar de QEES, pero eso, como cuanto persigo, además de que no puede ser es imposible.


Genevieve Jones


The Robin is the One
That speechless from her Nest
Submit that Home—and Certainty
And Sanctity, are best

Emily Dickinson

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